domingo, octubre 26, 2025

70 SEMINCI. Memoria y Utopía. Crítica de ‘El puente (Die Brücke)’ (1959)

Las críticas de Daniel Farriol en la 70 Seminci:
Memoria y Utopía
El puente (Die Brücke) (1959)

El puente (Die Brücke) es un drama bélico alemán que está dirigido por Bernhard Wicki (La visita del rencor, Murituri), que también coescribe el guión junto a Karl-Wilhelm Vivier, Michael Mansfeld y Heinz Pauck, inspirándose en hechos reales y en la novela de igual título escrita por Manfred Gregor (seudónimo de Gregor Dorfmeister). Alemania, 1945. Últimos meses de la Segunda Guerra Mundial. Las tropas aliadas han invadido el país. Ya no quedan soldados adultos que defiendan las posiciones, tan sólo adolescentes. En una pequeña ciudad, un grupo de jóvenes ha recibido la orden de proteger un pequeño puente. Enardecidos ante la idea de defender a su país, y entusiasmados por la ideología nazi de «sangre y honor», los chicos se disponen a cumplir las órdenes recibidas.

Está protagonizada por Folker Bohnet, Fritz Wepper, Michael Hinz, Frank Glaubrecht, Karl Michael Balzer, Volker Lechtenbrink, Günther Hoffmann y Cordula Trantow. La película ha podido verse en Seminci 2025 dentro de la sección Memoria y Utopía. Ganó el Globo de Oro a Mejor Película en lengua no inglesa, el de mejor película en Mar del Plata y la Espiga de Plata en Seminci, además de ser nominada al Óscar.

Un alegato antibelicista

El puente (Die Brücke) es una película alemana antibelicista que nos sitúa en los últimos coletazos de la Segunda Guerra Mundial, centrándose en un pequeño pueblo al que se acerca inexorablemente el avance de los Aliados como señal inequívoca de que el final del combate está cerca. Las bombas resuenan cada vez más cerca y los niños sueñan con ser reclutados mientras leen poemas románticos de Friedrich Hölderlin en la escuela. Pero, el ejército alemán está seriamente diezmado, ya no quedan hombres para luchar y comienza el reclutamiento de adolescentes. Los sueños se cumplirán y se transformarán en su peor pesadilla.

El director Bernhard Wicki divide el filme en dos partes claramente diferenciadas. Durante la primera mitad, nos describe la vida cotidiana del pueblo, con los niños jugando, asistiendo a la escuela, o teniendo sus primeras experiencias y fracasos sentimentales. El deseo de servir a la patria, fruto de la mimetización de la ideas políticas de sus mayores, contrasta con el trasfondo de decepción y derrota que se respira en el pueblo.

Bajo el retrato casi idílico de la vida en el pueblo, se palpa el miedo y la incertidumbre por lo que vendrá, algunos vecinos deciden huir, otros se observan con reticencia y se recrimina la actitud a los que no luchan. En los diálogos se desliza sutilmente la existencia de cupones de racionamiento para acceder a alimentos, estando las restricciones y prohibiciones a la orden del día. Los padres de los chavales sufren en silencio la posibilidad de que sean llamados a filas, pero también saben que es algo inevitable en esa huida hacia adelante. La vida idílica que se nos muestra al principio es una simple fachada que oculta el fracaso de la Alemania nazi.

De lo ligero a lo trascendente

El tono ligero con el que se nos presenta a los personajes protagonistas contrasta en fondo y forma con todo lo que ocurre en la segunda mitad del filme. El puente (Die Brücke) se transforma, entonces, en una alegoría antibelicista que describe el fin de la inocencia y el horror que conlleva consigo cualquier conflicto bélico. Los siete adolescentes que hemos conocido en su vida corriente cambian los libros de clase por armas de fuego real al iniciar su instrucción militar. Sólo dura un día. El avance Aliado va a llegar al pueblo y se les encomienda la misión de defender un puente estratégico, el mismo por el que paseaban tranquilamente el día anterior.

En realidad, es una misión trivial para apartarlos de la primera línea de combate. Tal y como sucede en El puente sobre el río Kwai (David Lean, 1957), el puente va a ser dinamitado para cortar el paso de los tanques enemigos, pero un cúmulo de circunstancias desgraciadas coloca a los chicos en la tesitura de tener que defender con su vida ese puente.

Un símbolo del paso a una madurez sobrevenida

La presunta heroicidad de los jóvenes soldados plantea en la película distintos dilemas morales sobre lo absurdo de las cruzadas patrióticas, sobre la delgada línea que separa el bien del mal o sobre la fragilidad de los seres humanos ante la maquinaria de la guerra. Los chicos cumplen el sueño de entrar en combate, pero sólo harán falta unos minutos para que descubran que no se trata de un juego. En ese sentido, la hora final de la película es implacable, la realidad irrumpe con toda su ferocidad y nos muestra sus consecuencias en primer plano.

Las secuencias que describen el combate en el puente se convierten en una bajada a los infiernos del horror, algo que también vemos reflejado en los rostros de los protagonistas, embadurnados en barro y lágrimas, y que nos recuerdan a la Obra Maestra por excelencia del cine bélico, Masacre: Ven y Mira (Elem Klimov, 1985).

Sin llegar a los extremos de la película rusa, El puente (Die Brücke) se erige como un documento ético sobre cómo la guerra destruye el futuro de generaciones enteras, al hilo de películas como Sin novedad en el frente (Lewis Milestone, 1930). Por otro lado, el puente del título es también un símbolo estructural que describe el paso forzado a la adultez de los protagonistas, a través de la violencia y la pérdida, a un lado del puente está la vida idílica que tenían y, al otro lado, la muerte les mira de frente.

El puente que sostiene la memoria histórica

Bernhard Wicki utiliza distintos estilos narrativos para la puesta en escena de ambas partes del relato. La luminosidad inicial acaba devorada por el humo, la oscuridad y la niebla que acechan en las escenas del puente. Los encuadres pasan de los planos medios descriptivos a centrarse en los rostros y sus expresiones. Hay un meticuloso trabajo de composición de planos que busca la inmersión del espectador en los pensamientos de los chicos, cada uno con una personalidad y actitud diferenciadas ante las situaciones que deben acometer. El plano más impresionante es la muerte de uno de los jóvenes visto a través de la mirilla del rifle de un francotirador.

Los ingenuos protagonistas se convierten en héroes y villanos, al mismo tiempo y sin darse cuenta. La ausencia de música en los momentos más crueles incrementa la sensación descarnada de realismo y ni siquiera algunos excesos de teatralidad melodramática (fruto de la época en que fue realizada la película), evitan nuestra completa implicación emocional con el destino de los personajes. El plano final del puente es desolador.

El guión se basa en una novela de Manfred Gregor (seudónimo de Gregor Dorfmeister) que, a su vez, se inspiró en unos hechos verídicos que acontecieron el 27 de abril de 1945, una pequeña historia que no aparece en los libros de Historia como tantas otras que mutilaron el futuro de muchos jóvenes y nadie nos llegó a contar. En El puente (Die Brücke), la guerra se infiltra en lo cotidiano como una enfermedad contagiosa mientras la destrucción trasciende lo obvio para reflexionar sobre la dudosa ética del belicismo y la conveniencia de una educación académica sin adoctrinamiento, así como la responsabilidad de la diplomacia y la cooperación internacional para evitar el sufrimiento de inocentes. El propio Hölderlin, antes citado, escribió en un poema «conquistarás y olvidarás para qué has conquistado”.


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El puente (Die Brücke)

7.8

Puntuación

7.8/10

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