sábado, febrero 24, 2024

Crítica de ‘Masacre: Ven y mira’: Los horrores de la guerra

Las críticas de Daniel Farriol:
Masacre: Ven y mira
(Idi i smotri)
 
Masacre: Ven y Mira es un drama bélico realizado en la Unión Soviética por Elem Klimov (Adiós a Matiora, Agonía: La vida y muerte de Rasputín). El propio director asume el guion junto a Ales Adamovich (Franz + Polina, Voyna pod kryshami), inspirándose en algunas vivencias propias. Se trata de una película de encargo realizada para celebrar el 40 aniversario de la victoria aliada en la Segunda Guerra Mundial. Relata, a través de los ojos de un niño, la matanza sistemática de los habitantes de las aldeas bielorrusas. Fueron más de 600 arrasadas durante la guerra a manos del ejército nazi. Está protagonizada por Alexei Kravchenko (Mukha, El señor del acero), Olga Mironova, Liubomiras Laucevicius (La madre, Bailando entre la niebla), Vladas Bagdonas (Pan de nueces, The Conductor), Jüri Lumiste y Victor Lorents. La película se estrenó originalmente en 1985, ahora nos ha llegado una versión remasterizada en cines el día 7 de Mayo de 2021 y en Filmin el día 28 de Mayo de 2021.
 

El horror de la guerra desde la óptica de un niño

El director Francis Ford Coppola manifestaba que su Obra Maestra Apocalypse Now (1979) no era una película sobre la Guerra de Vietnam si no que era Vietnam. Seis años después Elem Klimov subía la apuesta con su obra más emblemática Masacre: Ven y mira. Es un filme ambientado durante la Segunda Guerra Mundial, pero que acaba convirtiéndose en el más crudo acercamiento que se ha hecho nunca en el mundo del cine a los horrores de cualquier guerra. Masacre: Ven y mira no es una película de guerra, es la guerra.
 
En el desenlace de la película de Coppola, el enloquecido Coronel Kurtz interpretado por un calvo Marlon Brando, no dejaba de repetir un discurso metafórico sobre «el horror» a ritmo de The Doors. El soviético Klimov nos muestra en imágenes ese horror, dejando la literatura a un lado. Y eso que, curiosamente, la película surgió como un trabajo de encargo hacia el director para conmemorar el cuadragésimo aniversario de la victoria soviética sobre la Alemania nazi. Lejos de realizar un filme propagandístico o triunfalista, Klimov, junto al guionista Ales Adamovich, decidió plasmar en pantalla algunos de los recuerdos de guerra asociados a su propia infancia.
 
La historia sigue los pasos de Flyora Gayshun, un niño de 14 años que sueña con unirse a los partisanos bielorrusos y enfrentarse en combate al ejército nazi. Para ello solo necesita encontrar un rifle entre los escombros enterrados bajo los vestigios dejados por alguna batalla. Tras conseguir unirse a un batallón, asistiremos al viaje psicológico del chico hasta convertirse en un hombre envejecido pasando por todo tipo de experiencias traumáticas y dolorosas. La película es un duro alegato antibélico que muestra con detalle las sistemáticas matanzas sufridas por los habitantes de Bielorrusia, en más de 600 pueblos y aldeas, a manos del ejército alemán durante la Segunda Guerra Mundial. Todo ello se narra desde la perspectiva de la inocente mirada del niño protagonista. Lo que convierte el relato en algo aún más sobrecogedor.
 

Una experiencia inmersiva e incómoda

Masacre: Ven y mira oscila entre el cine de arte y ensayo y la experimentación cinematográfica para proponer al público una experiencia absolutamente inmersiva. El trabajo de la banda sonora es espectacular en ese sentido. A menudo la película utiliza una narrativa hiperrealista donde el sonido recrea a la perfección el caos pesadillesco que vive el protagonista. Por otro lado, la cámara de Klimov nos interpela de manera directa, nos mira a los ojos, nos invita a participar del infierno de la guerra bajo la distancia protectora que nos otorga estar al otro lado de una pantalla. Eso le permite plantearnos algunas cuestiones morales sobre la violencia inherente a la guerra y sobre la pérdida de humanidad en los combatientes. El género humano despojado de toda misericordia y mostrado en todo su salvajismo primitivo.

Sin embargo, la escena final ofrece un hilo de esperanza donde la humanidad del chaval aún puede hallar un resquicio para desarrollarse con posterioridad tras sobrevivir al averno de la guerra. Me refiero a la larga secuencia en que Flyora encuentra un retrato de Hitler semienterrado en un charco de barro. Aquel niño sin infancia empieza a disparar a la fotografía descargando toda la ira concentrada en su interior por el sufrimiento vivido en sus carnes. En un montaje paralelo vemos el rostro desfigurado y envejecido del niño alternándose con imágenes de archivo reales. Es un montaje regresivo sobre la vida del Führer. Desde sus discursos populistas como líder nazi hasta quedar reducirlo a un bebé en brazos de su madre. Flyora ya no puede seguir disparando más. Es la manera que tiene el director de expresar que retoma su propia conciencia como ser humano.  

Un apocalipsis tarkovskiano

El título de la película se extrajo directamente de una frase del libro del Apocalipsis de la Biblia. Dios está ausente. Hay secuencias especialmente perturbadoras y casi insoportables que dificultarán el visionado completo de Masacre: Ven y mira entre los espectadores más sensibles. La sensación de asfixia y angustia es constante. No solo por lo explícito, si no por lo inhumano de algunas acciones. Recuerdo haber visto la película siendo un adolescente y quedar absolutamente traumado. No necesité volver a verla hasta este reestreno organizado por Filmin para seguir recordando algunas imágenes que quedaron grabadas en mi retina para siempre.

Y extrañamente la película conserva también un halo poético. Poesía de lo sórdido, de la inmundicia y del espanto, pero poesía al fin y al cabo. La película de Klimov posee la misma fuerza visual que el cine de Tarkovski y cierto paralelismo con su obra La infancia de Iván (1962). Masacre: Ven y mira es una Obra Maestra que lleva el cine bélico hasta cotas nunca más alcanzadas. No es una película fácil y hay que escoger el momento ideal para no acabar destrozado por dentro. Además del espectacular tratamiento sonoro (os recomiendo que si veis la película en casa y no disponéis de un equipo de sonido envolvente, lo hagáis con auriculares para potenciar la experiencia), hay que destacar la asombrosa interpretación del jovencísimo Alexei Kravchenko.

Un chaval sin experiencia en el mundo del cine que a los 14 años asumió un rol de extrema dificultad. Transmite todo el horror de la guerra a través de su constante expresión de aversión y conmoción absolutas. Es increíble que no acabase el rodaje en un centro psiquiátrico y que posteriormente lograse encauzar una carrera como actor. El rodaje debió ser durísimo en lo psicológico y en lo físico. Por contra, no he encontrado que la joven actriz Olga Mirónova, también magnífica, volviese a repetir en lo de ponerse delante de una cámara. Masacre: Ven y mira es un filme imprescindible por su semiótica cinematográfica y necesario en lo temático para que nunca olvidemos el significado verdadero de la guerra.


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Masacre: Ven y mira

10

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10.0/10

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