Las críticas de Daniel Farriol en el 78 Festival de Locarno:
Nu mă lăsa să mor (Don’t Let Me Die)
Nu mă lăsa să mor (Don’t Let Me Die) es un drama rumano que está dirigido por Andrei Epure (Mammalia, Om-Câine), que también coescribe el guion junto a Ana Maria Gheorghe. María deambula por un pueblo costero en busca del entierro de una enigmática vecina que puede o no haber sido capaz de hablar con los árboles. A medida que las noches se alargan, conoce a su hijo y se encuentra con un leñador que teme al sueño.
Está protagonizada por Cosmina Stratan, Elina Löwensohn, Silviu Debu, Ozana Oancea, Mihaela Sîrbu, George Albert Costea, Elias Ferkin, Isabela Neamțu e Ioana Crăciunescu. La película ha podido verse en la sección Concorso Cineasti del Presente de Locarno Film Festival 2025.
Llaman a la puerta
Nu mă lăsa să mor (Don’t Let Me Die) propone un extraño cruce entre drama social, humor negro y cine de género. El planteamiento inicial se inspira en una experiencia real de la coguionista que el propio Andrei Epure ya se encargó de poner en imágenes en un cortometraje de 22 minutos titulado Portero automático 15 (Interfon 15) (2021), con el que cosechó diversos premios en festivales. La trama se inicia con una mujer que es hallada muerta por hipotermia en el portal de un edificio por unos vecinos que apenas saben nada de ella. Este largo amplifica esa idea contando con la misma protagonista, la actriz Cosmina Stratan, para explorar durante sus 108 minutos otros aspectos que quedaron al margen en el corto.
La «nueva ola de cine rumano» se caracteriza por tener un humor sarcástico que a menudo se utiliza como resistencia social hacia una realidad sociopolítica bastante compleja que afecta considerablemente la vida cotidiana de las personas. Epure parece haber heredado ese humor seco y desconcertante, el cuál aplica con mesura a lo largo de varios momentos en los que busca escenificar la absurdez de la burocracia rumana. Hasta ahí las semejanzas entre su cine y la corriente de cine social rumano. Su crónica humana es mucho menos realista que la de sus compatriotas y Nu mă lăsa să mor (Don’t Let Me Die) prefiere utilizar los códigos del cine de terror para ensamblar algunas de sus ideas sobre la identidad y la muerte.
Mitología rumana
Tomando como referencia las brujas del folclore rumano llamadas strigoaicăs, Nu mă lăsa să mor (Don’t Let Me Die) maneja una expresividad narrativa llena de paisajes nocturnos donde cuesta diferenciar a los vivos de los muertos. La protagonista, María, deambula por las calles como un fantasma al que la cámara de Epure sigue obsesivamente, pero es el fantasma real de la difunta quien se levanta de su tumba para llamar al interfono de la mujer y hacerle visitas nocturnas. Según la mitología, las strigoaicăs son una especie de vampiros que chupan la energía de los vivos. Para potenciar aún más el acercamiento a lo sobrenatural del retrato de la difunta, el guion nos plantea la posibilidad de que en vida se comunicaba con los árboles y que tenía una cola vestigial (algo que ha heredado su hijo).
Sin embargo, Nu mă lăsa să mor (Don’t Let Me Die) no es para nada una película de terror. Las apariciones fantasmagóricas buscan la conexión entre las dos mujeres, una relación necrófaga que otorga un sentido a la existencia de cada una a través de la otra. Epure se muestra bastante hermético en sus verdaderas intenciones y, a partir del segundo acto, la película entra en una dinámica de ritmo parsimonioso donde suceden pocos hechos relevantes ni tampoco llegamos a conocer en profundidad a esas dos mujeres, algo un poco frustrante.
Fantasmas de nuestros tiempos
La sensación final es que la película pretende desdibujar las líneas entre realidad y fantasía, entre vida y muerte o entre lo humano y lo animal (los perros son el nexo entre ambos mundos). Tras un inicio realista con elementos costumbristas, Nu mă lăsa să mor (Don’t Let Me Die) se aleja decididamente hacia lugares más abstractos a medida que avanza el metraje. Esto puede suponer un lugar de ruptura con algunos espectadores, sin embargo, pese a los altibajos narrativos la película logra mantener el interés y el misterio hasta el final. Un aspecto importante a destacar en la creación de esa atmósfera enrarecida es el tratamiento del sonido, en muchos momentos los ruidos que hay en segundo plano perturban la acción principal que sucede en pantalla.
La película indaga en la identidad del individuo que se siente ajeno al colectivo. Nadie conocía a la mujer fallecida, muchos ni siquiera sabían su nombre, ni aspectos relevantes de su vida. Probablemente sucedería algo parecido si María falleciese al día siguiente. Es un síntoma del individualismo en la vida actual y del desapego a nuestros semejantes, somos fantasmas invisibles para el resto. La tristeza e incomodidad de una existencia gris se suaviza a través del humor absurdo, pero hay cierta sensación dolorosa de vacío existencial en esa mujer que adquiere un vínculo con la vida a través de la muerte.
¿Qué te ha parecido la película?
Descubre más desde No es cine todo lo que reluce
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.