Las críticas de Daniel Farriol en el 78 Festival de Locarno:
Balearic
Balearic es un thriller español que está dirigido por Ion de Sosa (Mamántula, Sueñan los androides) con un guion escrito por Ion de Sosa, Chema García Ibarra, Burnin’ Percebes, Julián Génisson y Lorena Iglesias. En la víspera de San Juan, un día propicio para la magia, un grupo de jóvenes que se han colado en una piscina perteneciente a una lujosa casa, son atacados por tres feroces perros que los mantienen prisioneros. Mientras tanto, los vecinos se reúnen en una fiesta en una villa cercana para celebrar el comienzo del verano.
Está protagonizada por Lara Gallo, Elias Hwidar, Ada Tormo, Paula Gala, María Llopis, Luka Peros, Christina Rosenvinge, Sofía Asencio, Manolo Marín, Moisés Richart, Lorena Iglesias, Julián Génisson, Pili Guerra, Federico Madrid, Héctor Arnau, Marta Bassols y Zorion Eguileor. La película ha podido verse en la sección Concorso Cineasti del Presente de Locarno Film Festival 2025.
Un coming of age que se transforma en otra cosa
Balearic es la nueva propuesta del cineasta vasco Ion de Sosa, un director que también es director de fotografía y productor, y lleva más de una década nutriendo los márgenes del cine independiente español junto a otras mentes inquietas de su generación como Pablo Hernando, Juan Cavestany, Chema García Ibarra, el dúo Fernando Martínez y Juan González (de Burnin’ Percebes) o el dúo Julián Génisson y Lorena Iglesias (de Canódomo Abandonado junto a Aaron Rux), entre otros. Todos ellos se caracterizan por lanzar una mirada escéptica hacia el mundo actual a través del humor surrealista y el costumbrismo rodeados con elementos fantásticos u oníricos.
La historia de Balearic juega esas mismas bazas y se divide en dos partes aparentemente inconexas que acontecen durante la víspera de la Noche de San Juan. Durante los primeros minutos de la película asistimos a un día de verano normal de cuatro jóvenes que se dirigen a la playa mientras conversan sobre la nueva vida universitaria que les espera. En el camino encuentran una casa edificada que no estaba allí el verano anterior y deciden colarse en ella para bañarse en la piscina.
Son jóvenes con «mucha calle» que proceden de un entorno humilde y se sienten preocupados sobre cómo será su integración en el mundo adulto junto a otros jóvenes de clases sociales superiores. La apariencia bucólica del día veraniego se trunca bruscamente cuando unos perros atacan a una de las chicas y la dejan malherida. Los cuatro jóvenes quedarán atrapados en la piscina de sus sueños por unos animales salvajes que quieren devorarlos.
Dos historias contadas a modo de contraste
Ese inicio se trata en realidad de una introducción a modo de prólogo de la verdadera película que viene a continuación. Balearic nos presenta entonces el encuentro familiar de una serie de personajes hedonistas que celebran el solsticio de verano alrededor de una figura patriarcal, un hombre enfermo que va en silla de ruedas. Las banales conversaciones contrastan con el humo que procede de montañas cercanas donde se ha desencadenado un incendio que se acerca peligrosamente a la casa.
La historia de los adolescentes solo volverá a recuperarse en el plano final aunque la conexión de ambas partes posee un componente real (la dos casas podrían encontrarse ubicadas en la misma urbanización), y también un aspecto más esotérico (el colgante con el símbolo del infinito que pierde una de las jóvenes en la piscina aparece en la otra piscina).
En realidad, lo que importa es el contraste entre terror e indiferencia, algo que Ion de Sosa utiliza como arma arrojadiza contra las clases sociales más pudientes, pero también como reflejo de la insensibilidad y displicencia que adquirimos en nuestra edad adulta hacia los problemas ajenos.
Rodeados por el fuego
De ese modo, Balearic combina en su paellera a cineastas como Ruben Östlund, Luis Buñuel o David Lynch, sazonados con humor ibérico de tono costumbrista y elementos de crítica social, sin perder de vista un suculento «socarrat» de cine underground y pulp que remite a la libertad creativa de los años 70. Ion de Sosa deconstruyó la ciudad de Benidorm como ciudad fantasmal tras la crisis urbanística en Sueñan los androides (2014) y ahora le toca deconstruir a otro lugar de veraneo masivo, Ibiza (aunque la película está rodada en Alicante), una isla como símbolo del materialismo, la alienación y el aislamiento de la realidad.
Esa combinación es sugerente, pero puede resultar insípida al paladar cinéfilo. Las metáforas están por encima de la propia historia, hay diálogos recitados con el piloto automático y resulta palpable la desconexión emocional del espectador con los personajes, demasiado desdibujados para que los conozcamos en profundidad. Sin embargo, existe una constante sensación de angustia (física y social) que trasciende la aparente banalidad de las imágenes. «Vamos a morir todos» musita una de las asistentes durante el truco de un animador con un globo.
La textura granulada en 16mm., la luminosidad veraniega o la toxicidad del humo en montes adyacentes, crean una atmósfera atemporal que conecta lo cotidiano con lo enigmático, convirtiendo esa reunión familiar alrededor de una estatua de hielo que va derritiéndose en la panorámica ideológica (o sin lógica) de un presente apocalíptico.
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