Las críticas de Daniel Farriol en el AMFF 2025:
La modista húngara
La modista húngara (Ema a smrtihlav) es un drama eslovaco que está dirigido por Iveta Grofova (Little Harbour, Made in Ash), que también coescribe el guion junto a Peter Kristúfek, autor de la novela de 2014 en que se basa. La trama nos sitúa en los años 40, cuando el Estado eslovaco vivía un auge del nacionalismo y el ambiente social se volvió turbulento. Marika, una modista húngara viuda, se encierra en sí misma, sobre todo porque también acoge a un niño judío. A pesar de ello, dos hombres la señalan: un oficial nazi alemán y un capitán de la guardia eslovaca.
Está protagonizada por Alexandra Borbély, Nico Klimek, Milan Ondrík, Alexander E. Fennon, Dénes Ujlaky, Florentín Groll y Éva Bandor. La película compitió en el Karlovy Vary International Film Festival y desde el 25 de julio de 2025, se ha incluido como parte de la Sección Figures de la programación del Atlàntida Film Festival, de la mano del Filmin.
La ocupación nazi del Estado eslovaco
La modista húngara (Ema a smrtihlav) es un drama histórico de corte clásico que revisa nuevamente la persecución que sufrieron los judíos por parte de los nazis y los consecuencias socioeconómicas de los países europeos que fueron ocupados. La historia se centra en Marika, una viuda húngara que trabaja como modista. Un niño judío, hijo de unos vecinos que han sido capturados y enviados a los campos, se oculta en su granero y la mujer decide arriesgar su vida para mantener al niño a salvo.
No es una historia nueva y el desarrollo de los acontecimientos posteriores ofrece pocas novedades respecto a decenas de películas que han hecho un acercamiento parecido a la invasión nazi, sin embargo, la directora Iveta Grofova en colaboración con el novelista Peter Kristúfek (fallecido antes de la conclusión del rodaje), ofrece un punto de vista ligeramente novedoso al focalizar su historia en el Estado eslovaco creado en 1939.
Se trataba de una región convulsa que procedía de la división de la antigua Checoslovaquia, presidida por un sacerdote católico y que abrazó abiertamente la ideología nazi persiguiendo a los judíos eslovacos. Era una zona salpicada por constantes guerras, luchas étnicas y deslizamiento de fronteras convivían en el odio una población de húngaros, eslovacos y alemanes, confrontados ideológica e idiomáticamente. Sin duda, el retrato de esta confusión y enfrentamiento social es lo más destacado que tiene la película.
Una mujer que protege la inocencia perdida
Más allá de este interesante trasfondo sociopolítico, algo lioso si no se conoce el momento histórico en que sucede, La modista húngara (Ema a smrtihlav) se centra en el periplo vital de Marika durante la ocupación. Como tantos otros, intentará sobrevivir al caos y la miseria con las únicas armas que tiene en su poder: su profesión de costurera y su condición de mujer. Un oficial alemán y un guarda eslovaco, ambos nazis, se encapricharán con ella y le permitirán tener una vida un poquito más tranquila, algo que le producirá enemistad con algunos de sus vecinos que la tacharán de colaboracionista. En realidad, es una superviviente que gestiona como puede la situación tanto para mantenerse a salvo ella como al niño judío que refugia.
La película va adquiriendo un tono más oscuro a medida que avanza. En parte, ayuda a eso la fotografía de Martín Strba que utiliza un formato cuadrado para potenciar la sensación de encierro de los personajes y una gama cromática neutra de colores grises y marrones para describir mejor el estado anímico de toda la región. Hay poesía y amargura en los desenfoques al igual que en la metáfora que se repite de la polilla de la muerte, cuya calavera humana dibujada en su tórax la ha convertido en un símbolo de mala suerte en la mitología y para diversas culturas, pero que aquí también adopta un significado de transformación y libertad.
La guerra siempre se mantiene fuera de cuadro, igual que los campos de concentración, se realiza un acercamiento a los hechos mucho más emocional que elude casi siempre la violencia física, sin que eso haga el dolor más llevadero. Marika se convierte en una protectora de la inocencia perdida.
Un relato crudo y sin fisuras
La modista húngara (Ema a smrtihlav) es un drama realista e incómodo que no elude la crudeza de la historia, en especial, en todo lo que tienerelación con el encierro del niño (desnutrido, durmiendo en un granero con un cerdo, sin ver la luz del sol, sepultado bajo unos tablones para no ser descubierto…), aunque en un doble final la directora parece dudar antes de tomar la decisión sobre su destino. La actriz eslovaca Alexandra Borbély se muestra firme en un rol antagónico al de En cuerpo y alma (Ildikó Enyedi, 2017), su rostro casi inexpresivo soporta los primeros planos con dignidad para repercutir todos sus sentimientos ocultos hacia el espectador, como si fuera un frontón.
Lo más flojo de la película es la relación que entabla con el capitán eslovaco, demasiado indefinida y contradictoria en muchos aspectos. Por suerte, La modista húngara (Ema a smrtihlav) crece en su plasmación del contexto histórico y religioso como en la secuencia de la iglesia donde se sustituye al sacerdote húngaro por otro eslovaco y comienza un duelo de cánticos entre los feligreses reivindicando sus respectivos idiomas y, por tanto, su identidad.
La película no ofrece una salida fácil para nadie, incluso el rótulo final pone de manifiesto los castigos que sufrieron después de la guerra todos aquellos a los que se consideró colaboracionistas. Incluso los que como Marika se vieron abocados a ello por pura supervivencia cuando en su fuero interno estaban ayudando a los que de verdad lo necesitaban. Un filme triste y trágico que refleja una realidad no tan lejana que posiblemente pueda encontrar equivalencias en nuestro presente.
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