domingo, septiembre 28, 2025

Critica de ‘El cuadro robado’: Retrato de un mundo de arte sin pasión

Las críticas de Laura Zurita:
El cuadro robado

André Masson, subastador de la famosa casa de subastas Scottie’s, recibe un día una carta según la cual se había descubierto en Mulhouse, en casa de un joven trabajador, un cuadro de Egon Schiele. Muy escéptico, acude allí y tiene que afrontar los hechos: la obra es auténtica, una obra maestra desaparecida desde 1939, saqueada por los nazis. André ve este descubrimiento como el pináculo de su carrera, pero también es el comienzo de una pelea que podría ponerla en peligro. Afortunadamente, contará con la ayuda de su ex esposa y colega Bertina, y de su caprichosa becaria Aurore.

El cuadro robado está escrito y dirigido por Pascal Bonitzer, basado en hechos reales. En su reparto encontramos a Alex Lutz, Léa Drucker, Nora Hamzawi, Louise Chevillotte, Arcadi Radeff, Olivier Rabourdin, Alain Chamfort, Marysa Borini e Ilies Kadri. La película se estrena el 24 de julio de 2025, de la mano de VerCine.

El cuadro robadoEnfoque contenido para una historia real

El cuadro robado está basada en una historia real y podría haberse abordado en formato documental. De hecho, el reciente The Sleeper. El Caravaggio perdido (Álvaro Longoria, 2025), ofrece un contrapunto interesante desde ese género. En él, se relata cómo una pintura colgada durante años en una casa de Madrid podría ser una obra perdida de Caravaggio. La comparación entre ambas películas resulta inspiradora. Las obras plantean el hallazgo de una obra valiosa en un entorno cotidiano, y a partir de ahí, abren el foco hacia las fuerzas que rodean el arte: coleccionistas, expertos, museos, abogados, políticos.

Sin embargo, sus aproximaciones son opuestas: donde Bonitzer elige la ficción elegante y cerebral, Longoria se adentra en el terreno del misterio real, usando entrevistas, pruebas técnicas y especulación académica. El primero disecciona con bisturí los resortes del mercado; El cuadro robado muestra cómo una obra puede cambiar de significado —y de precio— según quién la valide.

El valor del arte

Esta película apuesta por una narración sobria y de ficción que transcurre en un universo de personas cultas, adineradas y discretamente cínicas. Lo que menos importa en El cuadro robado es el valor artístico de las obras: lo que se compra, se vende o se subasta no es arte en sí, sino influencia, legitimidad y dinero. Se expone cómo el precio de una pieza no depende únicamente de su calidad, sino de factores externos como la habilidad del equipo de subasta, los vínculos institucionales o las narrativas que se construyen a su alrededor.

El cuadro robado funciona bien como obra de ficción gracias a su buen ritmo, sus diálogos brillantes y personajes bien delineados, aunque no necesariamente empáticos. Su fuerza radica en su capacidad para mantener el interés sin ceder al dramatismo ni al didactismo. Sin embargo, el guion presenta algunas fisuras: tramas secundarias que prometen mucho y luego se desinflan, o escenas —como una relación amorosa apenas desarrollada— que no terminan de encajar en el conjunto y desvían la atención sin aportar peso dramático.

El cuadro que apenas se ve

Una de las decisiones más curiosas de El cuadro robado es mantener el cuadro casi invisible. No se trata de un objeto para la contemplación estética, sino de un símbolo que activa la trama. Esta elección puede resultar anticlimática para algunos, pero tiene lógica dentro de un relato que entiende el arte como vehículo de memoria, poder o dinero. Nadie se detiene a admirar la belleza de la obra, pero sí a calcular su valor patrimonial, financiero o sentimental.

La fotografía de Julien Hirsch contribuye a la sensación de distancia: tonos neutros, oficinas lujosas, pero frías, apartamentos impecables donde reina la frialdad emocional. La coherencia estética es total, y se refuerza por una dirección de arte que construye espacios impersonales, casi clínicos, que reflejan la desconexión entre el arte como objeto y las personas que lo manipulan.

El interés de El cuadro robado no está en narrar una historia emocionante, sino que se sitúa lejos del cine convencional sobre el arte: no busca emocionar ni educar, sino revelar los mecanismos ocultos que regulan el valor, la legitimidad y la posesión de las obras. Es un cine de ideas, elegante y sin excesos, donde cada diálogo está cargado de matices, y donde la forma nunca oculta la violencia soterrada de los intercambios verbales.

El cuadro robado

Mercado y arte

Alex Lutz encarna con precisión al subastador Masson: refinado, inteligente, ambiguo, casi sin fisuras. En algunos momentos, su personaje parece la personificación misma del mercado del arte, donde la moralidad es tan difusa como los márgenes entre el original y la copia, entre la verdad y la narrativa construida. Frente a él, el personaje de Aurore (Louise Chevillotte) resulta más esquivo. Su rol es determinante en la historia, pero el guion no le concede suficiente desarrollo para justificar plenamente su peso en el desenlace.

El cuadro robado es una propuesta sobria y racional, que desmonta los discursos heroicos sobre el arte y pone en evidencia un sistema donde la estética queda en segundo plano frente a lo político, lo jurídico y lo financiero. Es un retrato preciso de un mundo sofisticado y pulcro, donde los personajes hablan con cortesía, pero actúan con frialdad. Puede que no emocione, pero invita a pensar.

Y al ponerla en diálogo con The Sleeper. El Caravaggio perdido, esa frialdad se vuelve aún más elocuente: mientras una obra de Caravaggio despierta pasiones, disputas y esperanzas, la de Schiele se convierte en el epicentro de una partida de ajedrez donde todos quieren ganar, pero nadie parece recordar que se trataba de arte, en un principio.


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El cuadro robado

6.2

Puntuación

6.2/10

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