martes, julio 8, 2025

Crítica de ‘Black Dog’: Hermosa fábula entre la ciudad y el desierto

Las críticas de Laura Zurita:
Black Dog

En los alrededores del desierto de Gobi, en el norte de China, en los días previos al inicio de los Juegos Olímpicos de Pekín, Lang, un exconvicto, regresa a su ciudad, ahora semiderruida y casi fantasmal, en la que apenas queda ya gente. Allí se encariña con un perro negro desvalido que le acompañará en su recorrido al interior de este árido lugar que un día fue un hogar.

Black Dog, dirigida por Guan Hu (coguionizada con Ge Rui y Wu Bing) y protagonizada por Eddie Peng, Tong Liya, Jia Zhangke, Zhang Yi, Hong Yuan, Jing Liang, Zhao Yi, Vision Wei  y el perro Xiǎo Xīn. La película se estrena el 4 de julio de 2025 de la mano de Surtsey Films.

Black DogFábula emocional

La historia de Black Dog se centra en Lang (Eddie Peng), un exconvicto que regresa a su deteriorado pueblo del Gobi para colaborar en una patrulla que elimina perros callejeros antes de las Olimpiadas. Al encontrarse con un perro negro, surge entre ambos una conexión tan silenciosa como profunda.

En la película se alternan momentos de tensión visual dignos de un wéstern con otros de pausas contemplativas. Con una mirada firme y sabia, Guan Hu transforma una anécdota mínima (un hombre herido y un perro que lo acompaña) en una poderosa fábula. Black Dog no busca grandes giros dramáticos ni sentimentalismo impostado: su fuerza está en la mirada directa, en la ternura discreta y en el retrato de un progreso que arrasa vidas enteras. Una película inusual, que merece ser vista con atención y paciencia, y que recomendamos encarecidamente.

Aunque por momentos se muestra netamente realista, incluso áspera, nunca renuncia a una delicada poesía visual que suaviza el relato. Su narrativa parece pequeña en apariencia; sin embargo, los temas que aborda (soledad, rencor, desarraigo, reconciliación) se imbrican con naturalidad, trascendiendo lo anecdótico para resonar en un plano universal.

Una sociedad en transformación

La crítica social asoma de forma oblicua en Black Dog, a través de símbolos y metáforas. Los perros que llenan el desierto y las calles, han sido cruelmente abandonados tras los movimientos migratorios semi forzosos siguiendo las necesidades económicas del llamado progreso en China, del mismo modo que los pocos vecinos que permanecen en esos lugares han sido olvidados, expulsados o sacrificados en nombre de un progreso que destruye hogares y pueblos para reemplazarlos con proyectos más rentables.

La película ha pasado la censura en China sin dificultades, lo que podría reflejar un relajamiento en las restricciones gubernamentales, a la vez que el cine se convierte en testigo de una sociedad en transformación.

Las primeras escenas de Black Dog, con centenares de perros desbocados por la carretera, resultan tan imponentes como inquietantes, instaurando desde el principio la dureza y el desamparo que atraviesan el entorno. El contraste entre la polvareda del desierto y los edificios en ruinas subraya la decadencia social y económica de una ciudad sacrificada en vísperas del gran escaparate olímpico.

La fotografía de Gao Weizhe capta el desierto del Gobi y el pueblo casi fantasma con planos amplios, polvorientos y cargados de melancolía. Tanto el pueblo como el desierto aparecen continuamente tristes y desolados, aplastando a las personas que aparecen siempre cubiertas, casi ahogadas, en el polvo.

Aunque la trama parece mínima y avanza con un ritmo deliberadamente pausado, se sostiene gracias a la fuerza interpretativa y un guion sólido. Hay momentos de humor seco, otros de violencia expresa, y afloran por todas partes los destellos de humanidad que dan firmeza y veracidad a la película. Se trata de un relato sobrio, conmovedor, y bellísimo, que dice mucho con lo que calla y lo que muestra.

Conexiones profundas y silencios elocuentes

Black Dog es una fábula visualmente hipnótica sobre la redención, la amistad callada y la complicidad entre dos seres heridos. Su ritmo contemplativo exige paciencia, pero lo compensa con una honestidad visual y emocional que huye de lo previsible. Además de narrar la relación entre un hombre y su perro, ofrece un retrato melancólico de un país que se reinventa olvidando a quienes quedan atrás. El relato puede resultar demasiado lento para algunos, y quienes esperen un drama convencional pueden sentirse desorientados. El espectador haría bien en dejarse llevar por la la belleza de la película, y disfrutarla en sus propios términos.

Eddie Peng, una de las grandes estrellas en el país, representa también la dimensión transnacional del cine chino moderno. El actor es nacido en Taiwán, criado en Canadá y con carrera desarrollada entre Taiwán, China continental y Hong Kong. Su impresionante interpretación, contenida y casi muda, evita gestos grandilocuentes y se apoya en miradas y silencios para dibujar a un hombre roto. Xiǎo Xīn, el perro, funciona como un contrapunto emocional lleno de ternura y expresividad.

En resumen, Black Dog es una obra cargada de simbolismo: un hombre y un perro solos, escenificando la vulnerabilidad de una China que avanza sin mirar atrás. Con ritmo contemplativo y diseño visual impecable, la película se alza como una fábula sensible sobre el aislamiento, la culpa y la redención. Su pausada cadencia puede no gustar a todos, pero su potencia emocional, su franqueza estética y su crítica social hacen de ella un momento cinematográfico que requiere ser visto y sentido.


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Black Dog

8

Puntuación

8.0/10

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