Las críticas de Laura Zurita:
El segundo acto
La sinopsis de El segundo acto sigue a varios personajes en su encuentro con el absurdo. Florence quiere presentar a David, el hombre del que está locamente enamorada, a su padre Guillaume. Pero David no se siente atraído por Florence y quiere arrojarla a los brazos de su amigo Willy. Los cuatro se reúnen en un restaurante en medio de la nada.
El segundo acto está escrita y dirigida por Quentin Dupieux. Su reparto incluye a Léa Seydoux, Vincent Lindon, Louis Garrel, Raphaël Quenard, Manuel Guillot y Françoise Gazio. La película se estrena en España el 11 de abril de 2025 de la mano de A Contracorriente Films.
Estilo provocador y desafiante
Quentin Dupieux, cineasta francés conocido por su estilo irreverente y su gusto por lo absurdo, es reconocible como una figura singular del cine contemporáneo. Tras sorprender con Rubber (2010), la historia de un neumático asesino, y afianzar su sello personal con La chaqueta de piel de ciervo (2019) o Mandíbulas (2020), ha cultivado una filmografía provocadora, que desafía convenciones narrativas.
En su último trabajo estrenado en salas, El segundo acto, Dupieux ofrece una mirada en clave surrealista sobre las expectativas amorosas y el mundo del cine. Con su característico humor absurdo —por momentos cercano a la farsa— construye una reflexión sobre la diferencia (o no) entre realidad y ficción, y las múltiples identidades de sus personajes.
El segundo acto gira en torno a Florence, quien intenta presentar a David —el hombre del que está locamente enamorada— a su padre Guillaume. Sin embargo, David, por razones poco claras, no está interesado y trata de convencer a su amigo Willy de que se quede con la chavala. Esta trama, ya de por sí disparatada, se va desdoblando en un laberinto de ficciones dentro de ficciones, hasta el punto de que resulta difícil determinar en qué nivel narrativo nos encontramos.
El tono absurdo —marca registrada de Dupieux— se manifiesta tanto en el comportamiento errático de los personajes como en las propias escenas que se desarrollan. Lo que comienza como un encuentro casual entre Guillaume, Florence, David y Willy, se transforma sin transición lógica en una comedia, luego en un encuentro dizque romántico, más tarde en un drama existencial y finalmente en un ejercicio metacinematográfico.
Donde empieza el sinsentido
La localización de El segundo acto —que es también el nombre del restaurante, perdido en medio de la nada— refuerza la sensación de desconexión y sinsentido. No hay razón aparente para que los personajes se reúnan en ese lugar, lo que, lejos de restar credibilidad, acentúa el carácter artificial del relato. La austeridad de los decorados y la evidente falta de lógica en las situaciones subrayan que todo lo que ocurre obedece únicamente a la voluntad del guion (y del guionista).
El ritmo de El segundo acto es pausado, incluso moroso; Dupieux se detiene en diálogos que, aunque parten de una lógica reconocible, derivan rápidamente hacia lo absurdo, demorándose en detalles que pueden llegar a exasperar. Lo cotidiano se vuelve surrealista simplemente por insistencia.
Los personajes, por su parte, actúan como meros vehículos para el diálogo más que como individuos con personalidad y una psicología definida. No presentan rasgos distintivos entre los diferentes niveles de ficción, lo que provoca que las relaciones entre ellos resulten superficiales o directamente confusas.
Menos divertida de lo esperado
Aunque se presenta como una comedia, El segundo acto solo resulta verdaderamente divertida en momentos puntuales. En otros, el humor forzado genera una sensación de pesadez, como en la extensa escena en la que los personajes intentan parodiar y subvertir los códigos de lo que se ha dado en llamar corrección política. La secuencia se estira hasta el límite, y el espectador debe aceptar el juego para no quedar completamente fuera de la película.
La ironía, el sarcasmo y el sinsentido se suceden en El segundo acto, generando más desconcierto que carcajadas, para luego descubrir que la inteligencia artificial tiene un papel supremo e inesperado. Esta estrategia es deliberada y coherente con el estilo del autor, pero no necesariamente será del agrado de todos.
En conclusión, El segundo acto es una obra tan exasperante como irregular. Con su humor absurdo y estructura fragmentada, Quentin Dupieux dirige una sátira sobre la realidad, la representación de la misma en la ficción y el vacío existencial. Su estilo desconcertante fascinará a algunos y alejará a otros. Lo que es seguro es que no deja a nadie indiferente
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