Las críticas de Daniel Farriol
El vigilante nocturno: Demonios heredados
El vigilante nocturno: Demonios heredados (Nightwatch: Demons Are Forever / Nattevagten – dæmoner går i arv) es un filme danés de terror que está escrito y dirigido por Ole Bornedal (The Possession (El origen del mal), Una sombra en mi ojo). La historia sigue a Emma, una joven estudiante de medicina que ha aceptado el trabajo de vigilante nocturno en el departamento forense. Su padre, es un hombre traumatizado que parece esconder un terrible secreto desde que su esposa se suicidó. Ella, decidida a encontrar la verdad, se cruzará con un asesino en serie que parece achecharla por un extraño motivo.
Está protagonizada por Fanny Bornedal (Equinox, Carmen Curlers), Nikolaj Coster-Waldau (La bala de Dios, Perdidos en el Ártico), Ulf Pilgaard (The Candidate, Esther’s Orchestra), Paprika Steen (Corazón silencioso, Noche de vino y copas), Sonja Richter (Misericordia (Los casos del Departamento Q), Cuando despierta la bestia), Kim Bodnia (La joven y el mar, Nefarious), Alex Høgh Andersen y Christopher Læssø. La película se ha estrenado en salas de la mano de Filmax y Divisa Films el 22 de noviembre de 2024.
Es la secuela de El vigilante nocturno (1994) que posteriormente tuvo un remake estadounidense, La sombra de la noche (1997), ambos dirigidos por el propio Ole Bornedal.
Los orígenes del vigilante nocturno
Corría el año 1994 cuando el director Ole Bornedal irrumpió en la escena cinematográfica del terror europeo con la película El vigilante nocturno (1994), un inquietante thriller psicológico que combinaba elementos clásicos del slasher con la atmósfera sobrenatural que desprendían los pasillos silenciosos de la morgue de un hospital.
Fue tal el impacto de la película a nivel global que la historia llamaría la atención de Hollywood que propondría al director dirigir un remake en los Estados Unidos titulado La sombra de la noche (1997), contando a sus órdenes con un reparto de auténtico lujo encabezado por Ewan McGregor, Nick Nolte, Patricia Arquette, Josh Brolin, Brad Dourif y John C. Reilly. Más presupuesto y más visibilidad para una fotocopia del original donde volvía a destacar la siniestra ambientación por encima de una trama llena de giros imposibles en una adaptación en la que contó con la colaboración de Steven Soderbergh en el guion.
Ole Bornedal pertenece a la misma generación de cineastas daneses como Lars von Trier o Thomas Vinterberg que sacudieron los cimientos del cine europeo con aquel movimiento vanguardista llamado Dogma 95, sin embargo, él se demarcó por completo de su manifiesto y adoptó los conceptos del cine de género estadounidense tradicional para desarrollar producciones que siempre tenían un fin comercial más allá de su capacidad autoral.
30 años después…
Pese a esas diferencias, El vigilante nocturno (1994) coincidió en el tiempo con El reino (Riget) (1994) la serie de culto creada por Von Trier que se ambientaba también en un hospital apegado a lo extraño. Se evidencia claramente la distancia estilística existente entre ambas propuestas, pero también hallamos similitudes en su determinación por retratar los elementos más sórdidos de la condición humana, así como una predilección narrativa hacia los códigos del terror, más allá de la respectivas fugas argumentales de Bornedal y Von Trier hacia la intriga policíaca o la sátira surrealista, respectivamente.
Casi 30 años después de todo aquello nos llega El vigilante nocturno: Demonios heredados, secuela tardía rodada con nocturnidad y alevosía donde Bornedal recupera a los personajes de la primera para recrear una historia que juega con elementos parecidos a su predecesora, tanto en el desarrollo de la historia y los personajes como en su espeluznante estética visual. Tanto es así que los siniestros pasillos del mismo hospital volverán a convertirse en el escenario principal de la intriga.
El resultado final es decepcionante, pese a los muchos aciertos relativos a la puesta en escena y algunas secuencias concretas donde el director logra ponernos los pelos de punta a través de su característica atmósfera malsana.
El pasado siempre vuelve
La trama de El vigilante nocturno: Demonios heredados se centra en Emma, interpretada por Fanny Bornedal (hija del director), una joven estudiante de medicina que acepta trabajar como vigilante nocturno en el departamento forense de un hospital. No es casualidad, Martin (Nikolaj Coster-Waldau), su padre, ya trabajó allí en el pasado y vive traumatizado desde el suicidio de su esposa. Todos esos acontecimientos parecen conectados por algo que sucedió en el pasado en los pasillos del hospital.
Los que hayan visto la película original sabrán de qué se trata, pero no es indispensable saberlo para acercarse a esta secuela porque el punto de vista del espectador será el mismo que el de su joven protagonista. Durante la investigación que emprenderá para comprender los hechos que marcaron fatalmente la vida de sus progenitores, irá descubriendo cuál es la vinculación de los crímenes del pasado con los que suceden a su alrededor en el presente.
Resulta interesante el planteamiento de que los traumas son heredados por las siguientes generaciones como si se tratase de una enfermedad contagiosa o la maldición sobrenatural sacada de un J-Horror, pero los giros de guion son tan absurdos y los comportamientos que tienen los personajes son tan estúpidos que es muy complicado tomarse nada de lo que ocurre en serio. Incluso hay algo de paródico en la caracterización extrema de algunos de ellos, el único que se salva de eso es Jens (Kim Bodnia), cuya breve aparición refresca una narrativa mustia en el segundo acto que casi nunca encuentra el sentido o la necesidad de la existencia de esta secuela.
«Hay que tenerle más miedo a los vivos que a los muertos»
El vigilante nocturno: Demonios heredados es un filme errático que juega la baza del impacto que tuvo su precedente en nuestras pesadillas, sin alcanzar las mismas cotas de tensión o capacidad de sorpresa. Los personajes nuevos no tienen enjundia, los jóvenes son carne de slasher de Serie B, mientras que el exceso de subtramas y duración perjudica gravemente el ritmo. Es cierto que Bornedal nos regala algunos momentos espeluznantes, por ejemplo, en la iglesia o en la celda de Wörmer, son pinceladas aisladas que muestran la pericia del director con las ambientaciones siniestras, pero el conjunto pierde intensidad cuando debe unificar un discurso coherente alrededor de los personajes o hacer creíbles situaciones bochornosas como las del campo de fútbol, la fiesta en el hospital o la huida de Bent en el desfile de disfraces.
En definitiva, El vigilante nocturno: Demonios heredados sirve para reivindicar una estupenda película de los años 90, aunque sea cayendo en los peores errores de aquella y obviando sus mayores virtudes. Lo más destacable de todo es el ambiente enfermizo que siguen rezumando las paredes del tétrico hospital y el manejo climático de Ole Bornedal de las situaciones más aterradoras, pero la conclusión de ambas películas es la misma: «Hay que tenerle más miedo a los vivos que a los muertos».
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