Las críticas de José F. Pérez Pertejo en la 69 SEMINCI:
La mitad de Ana
Tras su primera experiencia como directora con el cortometraje Son estrenado hace dos años, la actriz Marta Nieto debuta ahora en el largometraje con La mitad de Ana, una historia que, en cierto modo retoma el tema y el protagonista del cortometraje, aunque como ha explicado hoy en la rueda de prensa, la idea de la película fue anterior y el cortometraje fue un proyecto para comprobar hasta que punto se sentía cómoda en la dirección.
Ana (Marta Nieto) es una mujer licenciada en Bellas Artes, con talento y vocación de pintora que, sin embargo, se gana la vida trabajando como vigilante de sala en el Museo Reina Sofía de Madrid. Un trabajo que le permite estar vinculada con el arte pero que, continuamente, le recuerda que está vigilando el arte de los demás en lugar de creando el suyo propio, el que crearía la otra mitad de Ana, la que no vemos, la que está abolida por la mitad que tiene que vivir la realidad de trabajar para pagar el alquiler y las facturas, de la separación de su expareja (Nahuel Pérez Biscayart) y, sobre todo, de criar a una hija de ocho años, Sonia (Noa Álvarez), atravesando un proceso de conflicto con su género genético pues se siente niño y como tal quiere ser llamado (Son) y tratado en todos los contextos, incluido un medio tan hostil como es un colegio a esas edades.
Esta mitad de Ana, la que vemos, es la que protagoniza esta película sencilla, honesta y austera. La otra mitad, es la que vive en las ensoñaciones que son mostradas en secuencias animadas a través del cuadro surrealista “Un mundo” de la pintora Ángeles Santos que se expone en la sala que le toca vigilar junto al célebre “Figura en una ventana” de Salvador Dalí.
La película trata, por tanto, de una doble transición, la de Son que vive la suya con la confusión propia de la edad “mamá ¿por qué soy una niña?”, somatizando con dolores de tripa todos los problemas que sufre en el colegio y la de una madre que no sabe como hacer las cosas, consciente de que le consiente todo con tal de que la quiera y con el miedo añadido a perderla a manos de un padre que, por su modo de vida, tal vez pueda ofrecerle vivir en un entorno menos hostil.
El guion escrito por Marta Nieto y Beatriz Herzog tiene la virtud de evitar los clichés, los personajes estereotipados y los discursos o aleccionamientos, el guion no erige a ningún personaje en «sabio”, incluso cuando recurre a alguien experto por haberlo vivido y trabajar orientando en ello, no se lanzan máximas sobre cómo se deben hacer las cosas sino frases del estilo «lo hacemos lo mejor que sabemos” o “pues ya iremos viendo, sin prisa”.
Marta Nieto rueda con sensibilidad y sutileza, evitando estridencias y tratando con mimo los momentos más duros como un pis inoportuno que se escapa en la función de Navidad del colegio o el vacío que le hacen sus compañeros del equipo de baloncesto del colegio. Todas estas secuencias están filmadas con calculada distancia, interponiendo puertas de cristal de por medio en algunas o sacando otras fuera de campo.
Y, por contradictorio que parezca, esta distancia que por un lado es una gran virtud y da solidez argumental a la película es, al mismo tiempo, la principal razón de que, en conjunto, resulte un film demasiado frío, con el que no resulta fácil emocionarse, a pesar de que algunos momentos darían para ello. El riesgo de haber convertido la película en un pastiche lacrimógeno era demasiado grande y Marta Nieto lo ha sorteado con acierto.
Excelente trabajo actoral de la niña Noa Álvarez que da la impresión de haber sido muy bien dirigida y del resto del reparto, particularmente Sonia Almarcha como la hermana de Ana, el siempre convincente Nahuel Pérez Biscayart o la propia Marta Nieto que ha tenido la valentía de compaginar protagonismo y dirección en su ópera prima.