Las críticas de Daniel Farriol:
Ciclo-Retrospectiva – Italia violenta. El cine policiaco italiano.
Última noche en Milán (2023)
Última noche en Milán (L’ultima notte di Amore / Last Night of Amore) es un thriller policíaco italiano que está escrito y dirigido por Andrea Di Stefano (Escobar: Paraíso perdido, The Informer). La historia sigue a un teniente de la policía de expediente impoluto que justo la noche antes de jubilarse es llamado para investigar la escena del crimen donde mataron a su mejor amigo y compañero de toda la vida.
Está protagonizada por Pierfrancesco Favino, Linda Caridi, Antonio Gerardi, Francesco Di Leva, Camilla Semino Favro, Martín Montero Baez, Wang Fei, Pang Bo, Shi Yang Shi y Xu Ruichi. La película ha podido verse en el Festival de San Sebastián 2024 dentro de la Retrospectiva Clásica que han dedicado al poliziesco italiano.
Un poliziesco atípico
Última noche en Milán es un apabullante y estilizado thriller que, en muchos sentidos, está 00000, pese a que podamos hallar también similitudes en su trasfondo de crítica social. El director Andrea Di Stefano nos sumerge en una Milán nocturna iluminada por las sirenas de la policía que recuerda mucho al cine de Michael Mann por su forma y ritmo, siendo su mayor virtud la de inculcar el sentido de suspensión de incredulidad en el espectador para hacer pasar por lógicas algunas acciones de los personajes que son completamente improbables y absurdas.
La trama nos presenta al teniente de la policía Franco Amore (Pierfrancesco Favino) en la víspera a su jubilación mientras su esposa Viviana (Linda Caridi) le tiene preparada en casa una fiesta sorpresa a la que asisten todos sus amigos. Él es un hombre honesto que ha cumplido con su deber en el cuerpo de la policía y que está orgulloso de no haber tenido que emplear su arma reglamentaria en ninguna ocasión en todos esos años. Pero esa noche deberá hacerlo…
Ahí nos topamos con una de las grandes diferencias respecto a sus predecesoras en el policíaco italiano. El perfil del protagonista dista mucho a los remedos de Harry Callahan que aparecían en el poliziesco de los años 70, Amore es un personaje antagónico a aquella representación de «la justicia está por encima de la ley», es más, a lo largo de su carrera sus superiores le han negado misiones importantes por considerarlo un hombre blando incapaz de hacer frente a situaciones de estrés policial.
Suspense por encima de la acción
Tras una introducción tranquila en la que Di Stefano se toma su tiempo para desgranar la situación a través del viejo truco del flashback que termina condicionando lo que hemos visto al inicio para darle un nuevo sentido, Última noche en Milán se torna después un thriller tenso de crescendo dramático que te deja pegado al asiento.
Y el director lo consigue sin demasiada acción y violencia, jugando más con los elementos psicológicos y la teoría de la bomba de Hitchcock, aquella en que el maestro del suspense aseguraba que hacer explotar una bomba en pantalla te daba cinco segundos de impacto, pero mostrársela al público mucho antes te ofrecía varios minutos de suspense donde el espectador se implicaría activamente sufriendo por el peligro que acechaba a los personajes. Aquí no hay bomba, pero si una bolsa con diamantes que Franco y Viviana deberán recuperar sin ser vistos frente a la mirada de decenas de policías e integrantes de la mafia china. La situación es rocambolesca, pero inesperadamente funciona.
El policía honesto se meterá en líos empujado por su esposa y su amigo Cosimo (Antonio Gerardi) que le convencen para aceptar el trabajo que le ofrece un magnate chino al que le salvó la vida. Desde el principio es fácil adivinar que el transporte de viajeros portando piedras preciosas le traerá problemas y ya en su primer trayecto la cosa se torcerá con un desenlace dramático que le llevará a tomar decisiones de supervivencia en contra de sus propios principios éticos.
La precariedad policial como detonante
Ese cambio de actitud en el policía se explica mediante unas líneas de diálogo que hablan de la precariedad económica que sufren los agentes de la ley y los problemas que tienen para mantener a la familia tras recibir una pensión baja por la jubilación. Ahí sí conecta Última noche en Milán con los viejos poliziottescos que a menudo denunciaban esa inestabilidad económica, la corrupción de las instituciones y la confrontación con mafias que se enriquecían gracias a la inacción de la justicia. La crítica social no está tan subrayada en la película de Andrea Di Stefano, pero se deja claro que si hubiera tenido un sueldo digno la decisión de Amore hubiera sido otra al jubilarse.
El rol de su esposa resulta clave en toda esa situación. Se muestra proactiva en todo momento para ayudar a su marido a salir de los problemas, pero a veces lo complica todo más por la obsesión que tiene en hacerse con los diamantes para asegurarse un buen futuro económico. La escena del puente es casi cómica por lo disparatada que resulta, pero lo verdaderamente alucinante es que la película sigue manteniendo la intriga en momentos así. No te crees nada y aún así la emoción no decae.
Otro aspecto secundario que también conecta la película con el policial italiano de antaño es el sentido del honor que se refleja en el jefe de la mafia china o en el propio Amore, algo que se deja entrever no han heredado las nuevas generaciones. Es un tema recurrente en el «cine de gángsters» que aquí dará lugar a un estupendo enfrentamiento final entre ambos donde la palabra estará mucho más afilada que los cuchillos. Que nadie espere ver a Amore asaltando el cuartel general de los chinos pegando tiros a diestro y siniestro.
El tono fatalista
Última noche en Milán es un thriller elegante, de tensión acumulativa, con una estupenda fotografía de Guido Michelotti que explora la singularidad de la noche bañada por luces artificiales de faros y sirenas. Una atmósfera vaporosa que acentúa la dualidad moral de personajes enfrentados a situaciones que se escapan a su control. La estética nocturna acaba siendo un personaje en sí mismo, sin duda, esta película a la luz del día sería otra totalmente distinta.
Andrea Di Stefano abraza a Scorsese, Mann o Melville sin renunciar al poliziesco italiano de antaño, pero renunciando al extremismo ideológico para actualizar sus postulados a una época más consciente de su propia fragilidad. Por ello, la película acaba convirtiéndose en un noir melodramático de tono fatalista que se cierra con un plano magnífico donde se deja «abierta» su resolución y el posible destino del protagonista tras la aparición de una sombra desenfocada que se acerca a la ventanilla del coche de Amore.
Es una bella transición al fin de la heroicidad que nos habla de alguien honesto que perdió el rumbo debido a las circunstancias y que no tiene vuelta atrás. En el poliziesco de los 70 los protagonistas luchaban contra un poder superior que manejaba los hilos, aquí solo es un hombre sin suerte delante de la vida que le ha tocado vivir.
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