martes, octubre 15, 2024

72 SSIFF. Retrospectiva – Italia violenta. Crítica ‘Milano odia: la polizia non può sparare’ (1974)

Las críticas de Daniel Farriol:
Ciclo-Retrospectiva – Italia violenta. El cine policiaco italiano.
Milano odia: la polizia non può sparare (1974)

Milano odia: la polizia non può sparare (Almost Human) es un thriller policíaco italiano que está dirigido por Umberto Lenzi (La invasión de los zombies atómicos, Caníbal feroz), con guion escrito por Ernesto Gastaldi. La historia sigue a un feroz delincuente, que incluso el hampa deja al margen por su informalidad, y que decide secuestrar a la hija de un rico empresario, llevando a sus cómplices a una escalada de violencia que no parece acabar nunca.

Está protagonizada por Tomas Milian, Henry Silva, Laura Belli, Anita Strindberg, Gino Santercole, Mario Piave, Luciano Catenacci y Pippo Starnazza. La película ha podido verse en el Festival de San Sebastián 2024 dentro de la Retrospectiva Clásica que han dedicado al poliziesco italiano.

Un poliziesco desde el punto de vista del asesino

Milano odia: la polizia non può sparare (Almost Human) está considerado como el poliziesco italiano más violento jamás rodado y, es cierto, que visto hoy aún sigue sorprendiendo la brutalidad de algunas de sus escenas. No en vano, tras las cámaras, tenemos a Umberto Lenzi, director que cosechó un enorme éxito popular con películas de Serie B de distintos géneros adscritas al cine exploitation de la época donde ahondaba sin tapujo en lo morboso ofreciendo grandes dosis de sangre, sadismo y sexo.

Lo primero que sorprende de Milano odia: la polizia non può sparare (Almost Human) es su punto de vista. Lenzi prefiere centrarse en el criminal, en Giulio Sacchi (Tomas Milian), un delincuente de poca monta que se convierte en un asesino despiadado para lograr sus objetivos, mientras que el comisario Walter Grandi (Henry Silva), encargado de la investigación, queda en un segundo término.

La película deja a un lado la construcción psicológica del malhechor al igual que sus motivaciones reales para convertirse en un monstruo, para presentarlo simplemente como a un cobarde acomplejado y fanfarrón que con la excusa de querer hacerse rico encuentra un verdadero estímulo para su vida basado en el poder que le otorga matar. Durante toda la película mantiene un comportamiento anárquico que demuestra una nula empatía hacia el resto de seres humanos, de ahí el título en inglés «Almost Human» (casi humano).

Un reflejo del descontento ciudadano hacia la impunidad criminal

Ese distanciamiento emocional respecto al protagonista hará que el espectador nunca se identifique con el asesino como sucede en muchas otras películas, todo lo contrario, sus depravados actos nos removerán las entrañas hasta límites insospechados y querremos que sea castigado por ello.

Como suele suceder en este subgénero policíaco, los encargados de la ley van con demora y se ven desbordados para impedir la consumación de los crímenes. En un diálogo se desliza la habitual crítica hacia las instituciones que cuestiona el papel de la justicia y la dificultades que tiene la policía para trabajar. Era la época de «los años de plomo» con una creciente inseguridad en las calles y el título original en italiano no puede ser más elocuente respecto a ese descontento ciudadano generalizado, Milano odia: la polizia non può sparare («Milán odia: la policía no puede disparar»).

Tras esa sensación de impunidad de los criminales, no solo en Italia, es donde radica el éxito del poliziesco italiano o del thriller estadounidense de los años 70-80 en los que se proponían historias de venganza a través de justicieros callejeros que escenificaban en un pantalla los deseos reales de los ciudadanos. Con el paso del tiempo muchos de esos trabajos son tachados ahora de apología fascista, pero deben verse más como una respuesta liberadora a toda la opresión sociopolítica del momento.

Un psicópata acomplejado

Milano odia: la polizia non può sparare, otra de esas películas amadas e imitadas por Quentin Tarantino, se inicia con un atraco (algo habitual en el género) donde el protagonista Giulio es solo el conductor que espera fuera al resto de la banda, unos enmascarados precursores de los expresidentes de Le llaman Bodhi (Kathryn Bigelow, 1981). Su nerviosismo e inseguridad le hacen disparar contra un policía urbano ante la desaprobación de los otros bandidos que lo humillarán dándole una paliza. Ese punto de partida supone también el punto de ruptura del personaje que esconderá su sentido de inferioridad adquiriendo una posición machista frente a su novia, Iona Tucci (Anita Strindberg), y dominante frente a unos amigos poco dotados intelectualmente.

Su gran idea para hacerse rico será secuestrar a Marilù Porrino (Laura Belli), la hija de un empresario al que quiere extorsionar, pero esa obsesión que tiene por el dinero en realidad oculta un odio visceral hacia la aristocracia a la que nunca podrá pertenecer debido probablemente a unos orígenes humildes de los que se avergüenza. La salvaje y malrollera secuencia de home invasion, claramente deudora de La última casa a la izquierda (Wes Craven, 1972), ratifica mediante la matanza a los ricachones esa postura de hombre acomplejado que utiliza la violencia injustificada para confirmar su animadversión hacia una gente a la que paradójicamente le gustaría parecerse.

Por tanto, más allá del ensañamiento de Lenzi con imágenes explícitas del recorrido criminal de su protagonista que incluye torturas, violaciones y el asesinato de una niña, también esboza discretamente el trasfondo social de un país sacudido por las diferencias de clases y la falta de oportunidades.

Milano odia

La basura y la ley

Milano odia: la polizia non può sparare no es un poliziesco apto para todos los paladares, tampoco lo es la restante filmografía de Lenzi, sólo hace falta recordar aquellas incursiones gore en el subgénero de caníbales cuyo fenómeno inició con En el país del sexo salvaje (1972), semilla de Holocausto caníbal (Ruggero Deodato, 1980). El estilo del director es seco y directo, las florituras visuales tan afines al género policíaco y al giallo, con planos contrapicados y dioptrías de campo dividido, se reducen aquí con cuentagotas a momentos claves, optando por una textura de imagen «sucia» y una cámara «de guerrilla» que sigue a sus personajes mediante primeros planos que resaltan la visceralidad de sus acciones. La banda sonora es del mítico Ennio Morricone.

El actor de ascendencia cubana Tomas Milian se entrega al patetismo de su malvado personaje con un punto de exageración que contrasta al hieratismo de Henry Silva, algo también habitual en el género. El primero, formado en la escuela de Lee Strasberg, fue actor fetiche dentro del spaghetti western y del subgénero policíaco, mientras que sorprende ver al segundo en un rol tan diferente a los villanos que le dieron la fama como secundario de lujo.

Entrando en el terreno del espóiler, su enfrentamiento final resulta definitorio del arquetipo que representaban ambos personajes para el público de la época. El delincuente muere acurrucado junto a unas bolsas de basura y el policía lo mata empuñando un arma como única solución para acabar con la amenaza criminal. Milano odia: la polizia non può sparare es un thriller de acción despiadada que te deja mal cuerpo por la insoportable deshumanización de un criminal que tortura y asesina sin compasión, pero también es un ejemplo capital del poliziesco más desprejuiciado e influyente.


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Milano odia: la polizia non può sparare (Almost Human)

7.8

Puntuación

7.8/10

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