lunes, octubre 14, 2024

72 SSIFF. Retrospectiva – Italia violenta. Crítica ‘Milán, calibre 9’ (1972)

Las críticas de Daniel Farriol:
Ciclo-Retrospectiva – Italia violenta. El cine policiaco italiano.
Milán, calibre 9 (1972)

Milán, calibre 9 (Milano calibro 9 / Calibre 9) es un thriller policíaco italiano que está escrito y dirigido por Fernando Di Leo (Nuestro hombre de Milán, La bestia mata a sangre fría), adaptando la novela de igual título escrita por Giorgio Scerbanenco. La historia nos sitúa durante un intercambio entre bandas en el que desaparecen 300.000 dólares pertenecientes al mafioso apodado «El Americano». Todos sospechan de Ugo Piazza, que tras la desaparición del dinero, fue condenado varios años a la cárcel. Tras salir de ella, Rocco, un secuaz de «El Americano», le espera en la salida para aclarar dónde está el dinero.

Está protagonizada por Gastone Moschin, Barbara Bouchet, Mario Adorf, Frank Wolff, Luigi Pistilli, Ivo Garrani, Philippe Leroy y Lionel Stander. La película ha podido verse en el Festival de San Sebastián 2024 dentro de la Retrospectiva Clásica que han dedicado al poliziesco italiano.

Tarantino ama esta película

Milán, calibre 9 es un poliziesco crudo lleno de acción y violencia que en los últimos años ha adquirido una relevancia que no tuvo en el momento de su estreno tras las efusivas declaraciones de Quentin Tarantino donde afirmaba que era «el mejor thriller italiano de todos los tiempos». Obviamente eso es una exageración y la película de Fernando Di Leo, director especializado en spaghetti westerns y cine de explotación, tiene bastantes lagunas narrativas y excesos formales que lo convierten en un visionado que evidencia sus irregularidades al abordar el género policiaco.

Sin embargo, es evidente el atractivo que puede tener para el bueno de Tarantino, en muchas escenas podemos intuir la influencia en sus primeros trabajos, especialmente, Reservoir Dogs (1992) y Pulp Fiction (1994), o cuando imaginaba en su cabeza el guion de Abierto hasta el amanecer (Robert Rodríguez, 1996). En la licuadora referencial del cineasta de Knoxville se combinan planos, escenarios y personajes de esta película al igual que otras muchas que tuvo la oportunidad de ver durante su etapa de dependiente de videoclub porque, en definitiva, Milán, calibre 9 es también un thriller de bajo presupuesto que adapta las formas del cine negro estadounidense a la realidad social de la Italia de la época con una estética eminentemente kitsch y un senso dell’umorismo sardónico típicamente italiano basado en la exageración de los acontecimientos.

Tras la pista del dinero

Milán, calibre 9 comienza con una escena ejemplar que nos pone en situación. Emulando a las mejores películas de espías de los años 60 seguimos el tránsito de un paquete que va pasando por diversos intermediarios hasta que los receptores finales descubren que han sigo engañados y alguien se ha quedado todo el dinero que contenía. La venganza del grupo mafioso estafado será de lo más salvaje y pone el listón muy alto al gore de la película que luego suavizará bastante su tono mientras avanza hacia su violento desenlace. Es un hándicap importante empezar tan fuerte porque las expectativas que genera no se cumplen durante un desarrollo con exceso de verborrea y menos sangre de la prometida.

Los 300.000 dólares desaparecidos pertenecen a un mafioso apodado «El Americano» (Lionel Stander) que es el principal capo de la mafia de Milán. Las sospechas se dirigen inmediatamente hacia Ugo Piazza (Gastone Moschin), uno de los esbirros de otro clan, el cuál acabará dando con sus huesos en prisión. Pero en el mundo criminal nadie olvida y tras cumplir su condena le espera el acoso de Rocco (Mario Adorf), un secuaz de «El Americano» que le insta de malas maneras a que confirme el paradero del dinero. Ugo niega ser el traidor y sembrará las dudas en el ámbito cercano de «El Americano» para hacer creíble su inocencia.

Es una trama clásica de gángster que intenta redimirse de su pasado, pero cuyos antiguos compañeros no le dejan tranquilo hasta que debe involucrarse en nuevas fechorías. Sin embargo, el guion tiene otros vericuetos y bastantes giros que ofrecen dinamismo a una historia tramposa que sabe cómo atrapar al espectador en su juego del whodunit.

Reflexiones verbalizadas

Ugo tendrá algunos aliados en su regreso. Por un lado, la exuberante Nelly (Barbara Bouchet), bailarina en un club nocturno y amante del expresidiario, y, por otro lado, sus viejos colegas en el mundo criminal, Don Vincenzo (Ivo Garrani), que ha perdido su poder tras perder la vista, y el asesino a sueldo Chino (Philippe Leroy), el único en quién puede confiar para enfrentarse al clan de «El Americano». Esos antiguos compañeros simbolizan la vieja guardia de la Mafia, cuando la palabra y el honor representaban algo. Es un tema recurrente en el cine de gángsters y aquí vuelve a salir a colación la confrontación generacional respecto a la pérdida de valores entre criminales hasta el punto que un personaje afirma que «la verdadera Mafia ha muerto, ahora son bandas descontroladas».

No hace falta decir que Milán, calibre 9 es poco sutil en algunos aspectos, en especial, cuando desarrolla la confrontación dialéctica entre los dos comisarios que investigan el caso, uno de derechas ya veterano y otro de izquierdas recién llegado. No hay que olvidar que la película está ambientada aproximadamente durante los anni di piombo («años de plomo») con enfrentamientos callejeros entre neofascistas y radicales izquierdistas. Esa inestabilidad política sirve como trasfondo social que explica la falta de control institucional hacia el crimen organizado, llegándose a sugerir que si «El Americano» sigue campando a sus anchas por la ciudad es con la complicidad de la policía, el gobierno y los jueces.

Los diálogos resultan algo forzados en estas escenas que se sienten desconectadas del resto de la trama. El comisario con ideas revolucionarias desliza igualmente la teoría del doble rasero que tiene la policía al investigar los delitos cometidos por ricos y pobres, poniendo especial énfasis en el maltrato social que sufren los «meridionales» (habitantes del sur de Italia) cuando intentan asentarse en ciudades del norte como Milán. Por desgracia, todas esas reflexiones sociopolíticas no se integran adecuadamente en la acción de la película y parten desde unos diálogos que verbalizan en exceso las teorías que se exponen.

Un poliziesco de referencia, pese a sus desequilibrios narrativos 

Por suerte, la media hora final de Milán, calibre 9 es puro gozo hemoglobínico tan excesivo como la propia banda sonora compuesta por Luis Bacalov junto a la banda napolitana de rock progresivo Osanna. En esta parte se retoma la visceralidad salvaje de aquella primera escena antes comentada, con tiroteos y asesinatos en los que podemos adivinar nuevamente la sonrisa de Tarantino contemplándolos.

Al igual que sucede en su cine, se trata de una violencia descarnada que deriva a lo comiquero (las hostias suenan como si fueran dadas por Bud Spencer) y siempre dotada de una hipérbole narrativa que conjuga contrapicados imposibles con otros planos aberrantes siempre que se puede. Fernando Di Leo se regodea con lujuria en muchos de esos momentos como el baile de Barbara Bouchet que anticipa el que haría Salma Hayek con la boa (aquí sin serpiente ni falta que hace), mientras que el resto del reparto se muestra bastante desigual y tiende a una sobreactuación constante, exceptuando a un impertérrito Gastone Moschin. Por contra, destaca el robaescenas Lionel Stander junto a la solidez de Philippe Leroy en un personaje que merecía más atención.

En definitiva, Milán, calibre 9 es un violento poliziesco en la tradición del mejor cine gangsteril norteamericano con brutales escenas de acción y una puesta en escena rompedora que arriesga mediante planos imprevisibles. La película es la primera de la «Trilogía del Milieu» de Di Leo que tendría continuidad con Nuestro hombre de Milán (1972) y Secuestro de una mujer (1973), además el film tendría una secuela tardía Calibro 9 (Tony D’Angelo, 2020) que calcaría la trama colocando como protagonista al hijo de Piazza.


¿Qué te ha parecido la película?

Milan, calibre 9

7.3

Puntuación

7.3/10

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