Las críticas de José F. Pérez Pertejo en el 72 SSIFF:
Ciclo-Retrospectiva – Italia violenta. El cine policiaco italiano.
Investigación sobre un ciudadano libre de toda sospecha
En 1970, el cineasta italiano Elio Petri obtuvo el mayor reconocimiento de su carrera al recibir el Gran Premio del Jurado del Festival de Cannes y el Óscar a la mejor película extranjera por Investigación sobre un ciudadano libre de toda sospecha, la primera de su Trilogía del Poder que se completaría con La clase obrera va al paraíso (1971) y El amargo deseo de la propiedad (1973).
Investigación sobre un ciudadano libre de toda sospecha es un film híbrido entre géneros que no termina de ser un film policiaco puro ni el film denuncia que parece pretender ser. El metraje arranca con un comisario de policía (Gian Maria Volonté) que mata a su amante Augusta Terzi (Florinda Bolkan) y, a continuación, comienza a dejar deliberadamente pistas que podrían inculparle con facilidad. Narrada en clave de sátira política y filmada con un estilo abrupto y deliberadamente feísta, la película, muy apreciada en su época, no parece haber resistido demasiado bien el paso del tiempo y, vista hoy, resulta un tanto chirriante.
Y es que la intención de Elio Petri de señalar los peligros del excesivo control de los ciudadanos mediante sistemas dudosamente democráticos, los abusos de poder de la autoridad policial y la impunidad de los altos cargos se ve lastrada por una trama argumental que resulta demasiado inverosímil como para ponerse al servicio de sus fines de denuncia.
Todo parece discurrir en una sociedad distópica, con tintes kafkianos, aunque se identifica a la Italia de finales de los sesenta. El trasfondo político, que el combativo Petri coloca en primer plano en varios momentos del largometraje, es el de la persecución a los jóvenes combativos revolucionarios de izquierdas.
El relato, que parte de la premisa de dar al espectador más información que al resto de los personajes, se comporta como un thriller inverso en el que el asesino es el policía (esto no es ningún spoiler, sucede en la primera secuencia). A partir de ahí, Petri sigue una narrativa errática en la que se alternan secuencias en clave de comedia con otras más propias del drama psicológico, otras en las que hace avanzar la investigación policial y flashbacks que tratan de explicar las arbitrarias decisiones de El Doctor (que es como se conoce al comisario protagonista).
Gian María Volonté ofrece una interpretación demasiado desequilibrada, excesivamente histriónica al más puro estilo de la sátira italiana en algunos momentos y rigurosamente contenida en otros. Sus momentos “chillones” resultan insoportables y la incoherencia de su personaje hace difícil entender la mayoría de unas decisiones que son propuestas más a golpe de guion que de lógica narrativa. Las contradicciones, deliberadas, de los personajes y sus decisiones carentes de toda lógica dificultan más aun que el espectador pueda empatizar con alguno de ellos o interesarse por la resolución del caso.
A la inquietante música de Morricone no puede ponérsele pero alguno en cuanto a su composición u orquestación (o, al menos, yo no me atrevería a hacerlo), pero la forma en que es utilizada en el film resulta un tanto invasiva, por decisión del director y, en algunos momentos, acaba por molestar.
En conclusión, estamos ante un film bizarro que termina siendo víctima de sus propios excesos burlescos y una puesta en escena siempre al límite de lo forzado. Aun así, merece la pena ser vista como curiosidad de una forma de hacer cine un tanto pasada de moda pero que tuvo su vigencia y su reconocimiento durante un buen puñado de años.