Las críticas de Daniel Farriol en el 77 Festival de Locarno:
Luce
Luce es un drama italiano que está escrito y dirigido por un tándem formado por Luca Bellino y Silvia Luzi (Cráter, La amenaza). La trama gira en torno a la vida de una joven cuando da un giro inquietante después de que una idea fortuita le asalte en una playa. Obsesionada con un dron y un teléfono móvil, se vuelve adicta a la existencia de otra persona. Está protagonizada por Marianna Fontana (Double Soul, L’ultima volta che siamo stati bambini). La película ha podido verse en la sección Concorso Internazionale de Locarno Film Festival 2024.
La protagonista en primer plano
Luce es un drama introspectivo, tal vez, demasiado, que sigue a una joven veinteañera que trabaja en la línea de producción de una fábrica en el norte de Italia. Mientras estira piezas de cuero y asiste a las discusiones habituales de sus compañeras de trabajo, su inescrutable pensamiento se enfoca en imaginar que ella está lejos de allí. Todo comienza cuando le pide al fotógrafo de una comunión que le ayude con su dron a sobrevolar los muros de una prisión para enviar un teléfono y una carta a su padre. En realidad, esta última parte solo se deja entrever y será el espectador quien deberá poner de su parte para entender lo que está sucediendo.
La narrativa de Luca Bellino y Silvia Luzi es pretendidamente austera y minimalista. La cámara se pega al rostro de su protagonista, Marianna Fontana, dejando desenfocado (a veces de modo literal) el resto de cosas y personajes. Es una forma inmersiva de llevarnos junto al personaje a base de primeros planos que siguen todos sus movimientos y expresiones. Sin embargo, en ocasiones, resulta igualmente complicado entender sus motivaciones o anhelos, la historia queda en suspenso al igual que el pasado y el futuro del personaje.
Es una apuesta arriesgada que los directores ya utilizaron en Cráter (2017) y que aquí les funciona durante un tiempo, pero termina volviéndose repetitiva en un ejercicio de estilo más propio de un cortometraje que de un largo que necesitaría más sustento dramático para hacerlo interesante.
La imaginación como vía de escape
Luce es el retrato de una persona solitaria y su necesidad de escapar de la rutina, también el de alguien que no se ha adaptado a la ausencia de su figura paterna. Tras lograr que el dron traspase con éxito los muros de la prisión (nunca sabremos porque su padre fue encerrado si es que de verdad está allí), poco tiempo después, recibirá la llamada de una voz misteriosa que se identifica como «yo» haciéndose pasar por su padre. La reticencia inicial dará paso a una relación de complicidad entre ambos que jugarán a interpretar los roles de padre e hija que tanto anhelaban tener.
La película nunca distingue entre realidad y ficción, no le preocupa. En muchas ocasiones, escucharemos como la chica fantasea con la presencia de un novio diseñador de moda o estar cocinando para un grupo de amigos cuando la realidad es otra distinta mientras que al otro lado del teléfono el presidiario también le propone cosas imposibles como el viaje juntos a una isla remota. Son dos personajes (en caso que el hombre exista) que se refugian en una relación telefónica a distancia para llenar sus huecos emocionales.
Casi todas las llamadas están rodeadas por un ruido que deben aplacar (las máquinas de la fábrica, el trasiego de las calles, la música del salón de baile o de su casa, etc), es una forma metafórica para explicar que deben alejarse del mundanal ruido para abrazar el poder de su imaginación al que convierten en la única vía de escape que tienen en sus vidas, él para salir de la prisión y ella de su otra cárcel imaginaria.
«Los deseos son mejores que las promesas»
La frase más representativa que se escucha en la película es «los deseos son mejores que las promesas». Los deseos de ser otra persona, de tener otra vida, otro trabajo, otro padre… Las promesas alimentan esos deseos, pero casi nunca se cumplen. Hay una gran y emocionante película tras Luce, el problema surge cuando la fórmula se agota y todo ese fascinante imaginario ideado acaba estancándose por culpa de una trama esquiva e involutiva.
Entonces, la naturalidad expresiva de Marianna Fontana se vuelve insuficiente al no conocer más detalles de su personaje, de su pasado, del dolor que le aflige o de sus necesidades vitales. Nunca llegaremos a conocerla en profundidad, solo sabemos que sonríe poco y que le gusta bailar. El desenlace propuesto también resulta insatisfactorio al empeñarse a seguir sin ofrecer respuestas más allá de escenificar el autodescubrimiento de su verdadera soledad (viéndose ella misma a través de la cámara del dron).
En ese momento, la decisión narrativa de haber obviado al resto de personajes acaba convertida en una losa pesada a la que no consigue aportar ni la subtrama del fotógrafo friki encaprichado con la chica. En definitiva, en un juego de palabras con el título, todo lo que «Luce» en la película es Marianna Fontana, pero incluso 93 minutos de primeros planos suyos terminan siendo agotadores.
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