domingo, octubre 13, 2024

Crítica de ’Los asesinos de la luna’: Scorsese ahoga una obra maestra en un exceso de metraje

Las críticas de José F. Pérez Pertejo:
Los asesinos de la luna

Ni me cabe la más mínima duda ni acepto discusión al respecto sobre que Martin Scorsese es uno de los grandes maestros vivos del cine, heredero de la tradición de los grandes clásicos del cine americano (Ford, Hawks, Wyler, etc.) y padre putativo de la generación de cineastas, veinte o treinta años más joven, que le sigue (Tarantino, Fincher y compañía). Hasta llegar a Los asesinos de la luna, su filmografía está salpicada de varias obras maestras, películas imprescindibles para entender la evolución del cine desde el clasicismo a la modernidad como Taxi Driver, Toro Salvaje, Uno de los nuestros o La edad de la inocencia por citar solo algunas (quizá las más indiscutibles) de sus obras maestras.

He leído la insistencia de varios cronistas y críticos en el empeño de sumar Los asesinos de la luna a este primer escalón de títulos nobles en la filmografía de Scorsese y, después de verla, a pesar de haberme parecido una película excepcional y de lo mejor visto en este 2023 huérfano de grandes títulos, no puedo sumarme a la petición. Los asesinos de la luna, a la que encuentro muy superior a obras como la acartonada Gangs of New York o la aburrida Silencio, no está a la altura de sus grandes obras.

Y no lo está, fundamentalmente, por una razón que puede parecer un asunto menor, algo trivial y anecdótico, pero no lo es: su injustificada duración, algo que, lamentablemente, parece haberse convertido en uno de los grandes males del cine actual en general y de Martin Scorsese en particular. Documentales y programas de televisión aparte, hay que remontarse a 1986 para encontrar una película de Scorsese con una duración inferior (ligerísimamente) a las dos horas: 117 minutos dura El color del dinero, la película por la que Paul Newman ganó, por fin, el tantas veces merecido como denegado Óscar.

Justificar 206 minutos de metraje requiere, incluso para alguien de la talla de Scorsese, o bien contar una historia épica en la que las andanzas de los protagonistas transcurran integradas con el devenir de los acontecimientos históricos en las que ocurran, o bien mantener una narrativa firme y sólida desde el principio hasta el final. Ninguna de las dos cosas sucede en Los asesinos de la luna.

Los asesinos de la luna

«The Killers of the Flower Moon», la obra de no ficción novelada del periodista David Grann en la que se basan Eric Roth y el propio Scorsese para escribir el guion de Los asesinos de la luna no alcanza las 400 páginas y no es una epopeya sobre el exterminio de la Nación Osage. Se centra, como la película, en la historia particular de una de las muchas familias indígenas de la tribu Osage que se hicieron ricas con el petróleo y sufrieron la crueldad de forasteros blancos sin escrúpulos que las abrazaron para hacerse con su dinero. Sobre la homogeneidad de la narración hablaremos más adelante.

Scorsese arranca su película con una especie de prólogo con el que pone en antecedentes al espectador, la Nación Osage, uno de los pueblos originarios de Estados Unidos, se había ido desplazando, obligada por el gobierno, desde su ubicación originaria en Kansas hasta asentarse, en 1870, en el Territorio Indio (actual Oklahoma). Cincuenta años después, hacia 1920, poco después de finalizada la Primera Guerra Mundial, se descubrió petróleo en los territorios ocupados por los Osage, lo cual les convirtió en uno de los pueblos más ricos del planeta. Los Osage se construyeron ostentosas viviendas y compraron los coches más lujosos del momento. Pero como donde hay dinero y riqueza no tarda en aflorar la avaricia, esta aparece encarnada en un personaje tan melifluo como siniestro, William ‘King’ Hale (Robert De Niro), un ganadero blanco que entabló amistad con los Osage para ganarse su confianza y, después, intentar arrebatarles toda su riqueza.

A través de su sobrino Ernest Burkhart (Leonardo DiCaprio), urde el plan de emparentar con una de estas ricas familias que tenía la particularidad de estar compuesta únicamente por hermanas y una anciana y enferma madre. Ernest, un tipo un tanto bobalicón y de moralidad ambigua, no tarda en llamar la atención de una de estas hermanas, Mollie (Lily Gladstone), y se casa con ella.

A partir de aquí, Scorsese (de la mano de su coguionista Eric Roth) se extiende durante las dos horas centrales del film en desplegar una galería de personajes secundarios (de los cuales no todos aportan sustancia al relato) y en mostrar la urdimbre de los terribles asesinatos a través de innumerables secuencias imbricadas en un arco narrativo innecesariamente largo que se ahoga en los detalles.

Nada que reprochar a la maestría de Scorsese filmando, cada secuencia es una clase magistral de planificación, de puesta en escena y de utilización de recursos técnicos y humanos. Pero, aunque suene a osadía, sí caben reproches en una manera de narrar que se beneficiaría de una mayor capacidad de síntesis, empleando elipsis que avivasen la narración, depurando algunos personajes incidentales y eliminando o acortando algunas secuencias que únicamente se entienden como vehículo para el lucimiento de sus protagonistas: un De Niro sobrio, elegante y agradeciblemente contenido y, muy particularmente, un DiCaprio excesivo que haría bien en refrenar sus deseos de imitar a Marlon Brando. Harina de otro costal es la interpretación de Lily Gladstone, tan impregnada de autenticidad que duele. Sencillamente fantástica.

Los asesinos de la luna

Una vez superado el prólogo y la parte central del relato, afortunadamente queda una hora de película. Y no, no me estoy contradiciendo, digo afortunadamente porque esta última hora final es la mejor del film. Scorsese, impelido por alguna fuerza innata, dota al tramo final de Los asesinos de la luna del pulso, la tensión y el ritmo narrativo de Uno de los nuestros o Casino. En esta última hora sí hay elipsis, además de una implicación más activa del montaje en la narración (eterna Thelma Schoonmaker) y una mayor contención en el lucimiento actoral. En este tramo final, el reparto se engrandece con el trabajo interpretativo del gran John Lithgow y se ensombrece con el mediocre Brendan Fraser todavía imbuido de su excesiva ballena.

Los acontecimientos comienzan a precipitarse cuando, perpetrados muchos de los asesinatos, el naciente FBI llega al pueblo con un estupendo Jesse Plemons al frente para liderar la investigación. Tenemos a partir de aquí un film trepidante en el que los géneros cinematográficos se funden homogéneamente. El aroma de western se impregna de thriller policial, de secuencias carcelarias, de cine de juicios y de drama romántico. De todo hay y todo es genialmente conducido por Scorsese hasta una secuencia final magistralmente disruptiva. Tanto que duele mucho no hablar de ella para no desvelarla, pero la presencia de Scorsese cambiará de dimensión y el film devendrá en un sentido homenaje al cine, a la radio y, por extensión, a los espectadores.

Afortunadamente la mejor hora del film es la última, pero hay que sobrevivir hasta ella con la mente clara y el corazón abierto. Si es así, uno sale del cine reconfortado a pesar del saqueo de tiempo.

Los asesinos de la luna

8.5

Puntuación

8.5/10

1 COMENTARIO

  1. Por supuesto que será de lo mejor del año. Ojo al dato: el montaje inicial fue de 5 horas y media (¿Saldrá próximamente como miniserie en APPLE TV?)

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