Las críticas de José F. Pérez Pertejo en la 68 SEMINCI:
La contadora de películas
Si en el año 2001, cuando Lone Scherfig presentó Italiano para principiantes, película encuadrada en el por aquel entonces pujante movimiento Dogma, precisamente en la edición número 46 de la SEMINCI de Valladolid de la cual acabó alzando la Espiga de Oro, nos hubieran dicho que veintidós años después iba a volver a este mismo festival a presentar una película como La contadora de películas nos habríamos hecho de cruces.
Y no porque alguna de las dos películas esté mal, todo lo contrario, si no porque representan concepciones del cine tan diametralmente opuestas (y válidas ambas, claro) que parecería imposible pensar que las dos han salido de la cámara de la misma directora.
Italiano para principiantes, que fue la película Dogma #12 seguía fielmente todos los rígidos principios de aquel movimiento radical surgido en Dinamarca que según sus promotores (con Lars Von Trier y Thomas Vinterberg a la cabeza) había venido para devolver la pureza al cine gracias a las diez reglas que debía cumplir un cineasta y que, en conjunto, llamaron “Voto de castidad”. Aquellas reglas incluían, entre otras, la obligatoriedad de filmar en localizaciones reales, de rodar cámara en mano o la prohibición de no hacer un montaje de sonido al margen de las imágenes o de emplear música no diegética.
La carrera de la danesa Lone Scherfig, primera mujer en unirse al movimiento, ha seguido desde entonces un rumbo muy heterodoxo que incluye otras películas danesas como Wilbur se quiere suicidar, producciones británicas como la excelente An education que nos descubrió a Carey Mulligan o la notable Su mejor historia, e incluso trabajos en Hollywood como la muy estimable One Day con Anne Hathaway como protagonista. Todo esto para desembocar en esta La contadora de películas, producción española filmada en Chile con un español, una francesa, un alemán y un nutrido elenco de actores chilenos. Heterodoxa y heterogénea.
Y decía unos párrafos más arriba que las concepciones del cine son diametralmente opuestas porque La contadora de películas es una película filmada bajo los más clásicos principios académicos: la cámara bien sujeta, con filmación en exteriores, interiores y decorados, con la iluminación necesaria para que se vea bien (filtros incluidos), con partitura musical para realzar los momentos más emotivos (que los hay), con alienación temporal y con el nombre de la directora muy bien impreso en los títulos de crédito. Y con estos principios, que han alumbrado las mejores películas del cine clásico, Lone Scherfig rinde precisamente un precioso homenaje al cine clásico.
La acción se sitúa en el desierto de Atacama que pasa por ser el lugar más seco del mundo, en el Chile pre Pinochet de 1966, en un momento en el que la industria del salitre todavía estaba pujante y un pueblo en pleno desierto daba cobijo a un montón de familias que vivían al amparo de las minas de sal. Una de estas familias es la encabezada por Medardo (Antonio de la Torre) y María Magnolia (Bérénice Bejo) que con sus cuatro hijos (cuyos nombres empiezan todos por “m”) vive con cierta armonía entre el trabajo, la vida cotidiana y la casi ritual visita en familia al cine del pueblo (cuando el cine era el mayor acontecimiento social y el único entretenimiento que podía tener un pueblo) para disfrutar juntos de auténticas obras maestras del cine.
Cuando las obligadas dificultades económicas impiden poder pagar las entradas de todos, los miembros de la familia se turnarán para ir de uno en uno y luego contar la película al resto, así hasta que se revela el admirable talento para contarlas con especial gracia y meticulosas descripciones, de la única hija femenina, María Margarita (interpretada con igual encanto por Alondra Valenzuela en la infancia y Sara Becker en su juventud).
Y es que el film está contado precisamente desde la memoria subjetiva de María Margarita, que además de ser la contadora de películas a la que alude el título es la narradora protagonista del film que estamos viendo, poniéndonos (voz en off mediante) además de al tanto de las vicisitudes familiares, del contexto histórico del Chile de finales de los sesenta y principios de los setenta cuando tras el golpe de estado y el asesinato de Salvador Allende, se instauró la dictadura militar de Augusto Pinochet.
Pero La contadora de películas no es, ni mucho menos, un film político. Es, más bien, un sentido homenaje al cine (especialmente al cine clásico americano) en el que podemos disfrutar de entrañables referencias a obras de la magnitud de Senderos de Gloria, Los diez mandamientos, El hombre que mató a Liberty Valance, Desayuno con diamantes, Espartaco, El apartamento, De aquí a la eternidad o Los paraguas de Cherburgo entre otras. Un auténtico chapuzón de cinefilia.
Con todo esto, Lone Scherfig filma una película hermosa, amable y con un cuidado acabado. Es decir, lo más anti dogma 95 que se puedan imaginar.
Parece que estamos dentro de la corriente actual de los directores de reflejar su amor por el cine desde los ojos de la infancia. Veremos esta nueva propuesta.
Sí, pero aquí, además, el cine es un elemento de unión, de comunión entre la gente, niños y adultos. Es una visión muy hermosa del cine.