Las críticas de Daniel Farriol en el 76 Festival de Locarno:
Rossosperanza
Rossosperanza es una comedia italiana que está escrita y dirigida por Annarita Zambrano. La historia nos presenta a los hijos marginados de gente de clase alta que viven en Villa Bianca, una especie de internado educativo donde sus familias los han enviado para hacerlos «normales». Están los que bailan, los que aman y los que miran, también los que matan… Y un tigre vaga libre y hambriento… Está protagonizada por Margherita Morellini, Leonardo Giuliani, Ludovica Rubino, Luca Varone, Elia Nuzzolo, Andrea Sartoretti, Daniela Marra y Antonio Zavatteri. La película ha podido verse en la Sección Concorso internazionale del Locarno Film Festival 2023.
Una sátira esperpéntica como reflejo de un contexto histórico
Rossosperanza es una comedia extraña, entre lo alegórico y lo esperpéntico, que nos habla del sentimiento de violencia que nace en las generaciones de jóvenes como acto de rebeldía contra el abuso de poder. En la escena de apertura de la película vemos girar un disco de vinilo con la etiqueta 1990 que nos sitúa en un contexto histórico muy concreto, poco después del desmantelamiento de las Brigate Rosse, organización terrorista de extrema izquierda que luchaba contra el Estado con la intención de detener la proliferación del fascismo.
En otra de las primeras escenas, un tigre anda suelto por una lujosa villa cazando a los invitados ricos que asisten a una fiesta mientras suenan los acordes de «Lullaby» de The Cure, canción editada solo un año antes que formaba parte del mítico disco «Disintegration». Esa imagen de surrealismo abstracto tendrá una explicación posterior y sirve aquí para incidir en la representación satírica que hace la directora Annarita Zambrano acerca de la desintegración de una mentalidad asociada al pasado de Italia. Ella misma se refería en estos términos al hablar de su película: «La rossosperanza es negra como nuestras almas y roja como la sangre que lavó nuestros pecados», en referencia a un legado histórico de violencia dejado por las esferas de poder.
Pese a tan evidente trasfondo sociopolítico de las metáforas planteadas, la propuesta se queda a años luz del cine político desplegado por Visconti, Rossellini o Pasolini, al que precisamente homenajea imitando una secuencia de Saló o los 120 días de Sodoma (1975). Casi parece un sacrilegio citar a estos autores para hablar de una película finalmente tan nimia como Rossosperanza.
Jóvenes rebeldes
Rossosperanza parte de una estética kitsch bastante atractiva, existe un uso imaginativo de los colores y del contraste tonal que despierta nuestra curiosidad al inicio. Por desgracia, tras el desorden temporal de las primeras escenas, la narrativa se vuelve más lineal para presentarnos al grupo de jóvenes protagonistas formado por Zena (Nazzarena), Adriano, Alfonso y Marzia. Todos ellos pertenecen a la burguesía italiana y han sido internados en Villa Bianca para ser «reeducados» al haber experimentado conductas asociales en sus respectivas vidas, la mayoría por casos relacionados con actos violentos. A través de flashbacks y diálogos pomposos iremos conociendo con más detalle cuáles fueron esas actitudes vandálicas que han motivado su encierro.
Ese planteamiento resulta bastante interesante sobre el papel y parece estar lleno de posibilidades dramáticas, sin embargo, acaba convirtiéndose en una exposición somera de actividades estúpidas que se llevan a cabo en el centro, incluyendo risoterapia o imitación de animales, algo que lógicamente no servirá para cambiar la mentalidad rebelde de los jóvenes «enfermos». La directora prefiere decantarse, entonces, por un retrato cercano a sus protagonistas, con sus virtudes y defectos, pero nunca logra hacernos empatizar con ellos ni con sus motivaciones violentas.
En teoría son jóvenes alzándose contra años de abusos por parte de gente más fuerte y poderosa, así como contra aquellas instituciones políticas o religiosas que constriñen sus ideales, pero en la práctica apenas logramos diferenciar entre su caprichosa ideología adolescente una forma de actuar distinta a la que tienen sus mayores, más allá de vestir más cool o tener una impostada actitud de insubordinación.
«Tú lo que quieres es que me coma el tigre»
Rossosperanza es un filme fallido que va perdiendo todo interés a medida que avanza. Tras unos primeros minutos caóticos que sugieren muchos temas atrayentes bajo esa estética de modernidad retro, poco a poco, queda revelado el enorme vacío que hay tras las imágenes. Tampoco funciona demasiado bien el tono entre comedia y drama que imprime a su película, la extravagancia acaba engullendo cualquier dosis de reflexión social u otras lecturas sobre posibles analogías con la Italia/Europa actual en donde el fascismo se encuentra agazapado en las instituciones en busca de reverberar tiempos pasados.
Solo quedarán en nuestra retina algunas imágenes disgregadas a lo largo de la narración, en su mayoría, ideas visuales que tienen que ver más con el uso de la luz y los colores o, incluso, por la inserción de una inesperada secuencia de animación, que por la puesta en escena en sí misma. Rossosperanza es una comedia esperpéntica con alma de giallo, una crónica de sucesos bajo el filtro superficial de un culebrón de sobremesa, una canción de los 90 con una base rítmica electrónica. En definitiva, una buena idea que sucumbe por la ambigüedad de su posicionamiento hacia la violencia y que lo único que consigue es que deseemos que el tigre hambriento se los coma a todos mucho antes.
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