viernes, mayo 3, 2024

Ciclo Mia Hansen-Løve: Crítica de ‘Maya’ (2018)

Las críticas de José F. Pérez Pertejo:
Ciclo Mia Hansen-Løve
Maya (2018)

En el sexto largometraje de Mia Hansen-Løve se dan cita algunos de los rasgos esenciales del cine de su directora con otros elementos que le otorgan cierta singularidad en el conjunto de su filmografía. Es incuestionable que Maya mantiene el carácter humanista de una directora a la que lo que más le interesa, por encima de todo, son sus personajes. Tras haberse basado en su hermano y en su madre en sus dos anteriores películas, aquí construye un personaje protagonista inspirado en la figura de su abuelo materno, reportero de guerra de Paris Match a pesar de que no llegó a conocerlo en vida.

Maya es la primera película de Mia Hansen-Løve que no empieza con música. Un silencio absoluto acompaña las imágenes de un hombre joven, en sus treinta y tantos, que en lo que parece una habitación de un hotel se ducha y se afeita una larga y descuidada barba. Pronto sabremos que ese hombre se llama Gabriel Dahan (Roman Kolinka) y es un reportero de guerra que junto a otros dos compañeros ha permanecido secuestrado durante cuatro meses en Siria. Acaba de ser liberado junto a uno de ellos y se dispone a tomar un avión para regresar a París donde será recibido por algunas autoridades francesas y un grupo de emocionados amigos.

Estamos en París, en diciembre de 2012, algo de lo que un rótulo sobrepuesto a las imágenes nos ha informado en el momento justo del aterrizaje del avión. En la capital francesa transcurrirán los primeros veinte minutos de película, una especie de primer acto dramático en el que Gabriel manifestará su imposibilidad para recuperar su vida anterior a pesar de no querer recibir la ayuda de nadie. Primero rechaza a un psicólogo especialista en rehenes y posteriormente se aparta definitivamente de su novia Naomi (Judith Chemla) con quien, al parecer, ya había roto antes de su secuestro. La relación entre ambos termina por disolverse a pesar de que ella declara haber olvidado todas las razones que les habían distanciado antes del cautiverio.

Precisamente será a través de este personaje de Naomi como Mia Hansen-Løve introducirá la primera aparición de la música en la película, cuando la joven cante Serenade, un Lieder de Schubert, una referencia musical que ya estuvo presente en su anterior película, El porvenir.

Maya

Tras este primer acto parisino, Mia Hansen-Løve, ejecuta una de sus memorables elipsis para, de un modo casi invisible, desplazar su cámara a la India, lugar del pasado de Gabriel en donde ha decidido refugiarse en lo que, por paradójico que parezca, es, al mismo tiempo, una huida hacia adelante y un retorno al pasado, al de su infancia junto a sus padres.

Podría decirse que, a partir de este momento, con Gabriel en la región de Goa, comienza otra película, una película de reinicio vital, de curación, de regreso a los orígenes en la infancia, de búsqueda de una razón existencial para vivir, es decir, todas esas cuestiones sustanciales en el humanismo existencialista que gobierna el cine de Mia Hansen-Løve.

Pero también es cierto que, una vez en India, por primera vez en un film de la directora parisina, asistimos a tiempos muertos, secuencias de transición y, tal vez llevada por el exotismo del paisaje, una sobreabundancia de cine contemplativo que confieren una morosidad no vista hasta ahora en sus películas. Tampoco puede resistirse a ofrecer una especie de publirreportaje musical rodado en Super 16 durante el viaje, de tren en tren, a lo largo de la India para terminar en Bombay donde se reencontrará con su madre (Johanna ter Steege) que le abandonó a los siete años dejándole con su padre.

Sin embargo, tras este videoclip un tanto facilón y que traiciona su habitual huida de todo artificio cinematográfico, Hansen-Løve ofrece a continuación una de las mejores secuencias del film, la que tiene lugar entre Gabriel y su madre en la que ambos intercambian emociones, reproches y explicaciones para tantos silencios y ausencias.

La información sobre el pasado de Gabriel es facilitada en pequeñas dosis a través de su interacción con los demás personajes y con elementos de su pasado, la casa familiar en la que vivió con su madre en Goa y que ahora es objeto de deseo de una inmobiliaria local o el hotelito turístico en horas bajas regentado por su padrino Monty, un hombre que se resigna a la decadencia de los nuevos tiempos mientras trata de alejar de la India a su hija Maya (Aarshi Banerjee) que da título al film.

Maya 2

Y será finalmente este encuentro, entre Gabriel y Maya, el que tratará de dar sentido a un largometraje tan firme en sus planteamientos como errático en sus caminos. La guionista y directora somete a su personaje a demasiados vaivenes argumentales y no todos se resuelven de manera satisfactoria. Mia Hansen-Løve parece querer apuntar en demasiadas direcciones, incluidas algunas de denuncia (la especulación urbanística, la sobrexplotación turística, la corrupción policial) sin rematar ninguna.

La historia de amor entre Gabriel y Maya es esencialmente bonita, filmada con delicadeza e interpretada con austeridad por su pareja protagonista, pero se echa en falta una mayor hondura emocional y una resolución narrativa más sólida. En la dirección de Hansen-Løve hay un exceso de puesta en escena que, por momentos, se hace demasiado evidente.

El reparto, con sólidos intérpretes en los roles secundarios (Alex Descas, Suzan Anbeh o la citada Judith Chemla) tiene, sin embargo, una pareja protagonista que tal vez habría requerido intérpretes de más enjundia. Roman Kolinka aparece en su tercera colaboración con Mia Hansen-Løve tras dar vida (y muerte) a Cyrill en Eden y a Fabien, el exalumno favorito de Isabelle Huppert en El porvenir. No es un gran actor Roman Kolinka, decir lo contrario sería faltar a la verdad, tiene presencia en pantalla pero le sobra frialdad y le faltan recursos para hacer palpable la evolución de su personaje. En cuanto a Maya, interpretada por la debutante Aarshi Banerjee en su primera aparición en el cine (tampoco ha trascendido nada posterior, al menos en un ámbito internacional) resuelve su personaje con dignidad, que es más de lo que puede pedirse a una debutante.

Como es habitual en el cine de la directora, tenemos un epílogo rotulado con “diez meses después” que de modo muy sucinto nos hace ver que Gabriel vuelve, a pesar del dolor causado, al terreno de su profesión.

Maya 3

Maya

6.5

Puntuación

6.5/10

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