Las críticas de David Pérez «Davicine»:
Ciclo Seijun Suzuki:
Ocho horas de terror (Hachijikan no kyôfu)
En un humilde autobús, un variopinto grupo de pasajeros verá su viaje comprometido al ser asaltados por un grupo de ladrones. Ocho horas de terror es un electrizante thriller claustrofóbico de la mano de Seijun Suzuki, protagonizado por Nobuo Kaneko, Harue Tone, Sumiko Minami, Kenjirô Uemura, Minako Katsuki, Kan Yanagiya, Hiroshi Kondô, Hideaki Nitani, Masao Oda y Taizô Fukami. Con motivo del centenario del nacimiento de este director, Filmin ha añadido a su catálogo una docena de sus largometrajes, entre los que se puede ver actualmente esta película.
De John Ford a Seijun Suzuki
Ocho horas de terror es un thriller hitchcockiano y claustrofóbico de la mano del legendario cineasta de género japonés Seijun Suzuki. En él nos cuenta cómo una multitud furiosa aguarda en la estación de Okusawa para tomar el tren hacia Tokyo, pero no han podido conseguir los billetes. En su lugar toman un autobús con destino a Hashimoto. El viaje, de vez en cuando turbado debido a los diferentes carácteres y personalidades de los pasajeros, se torcerá todavía más cuando se encuentren en mitad del camino con dos ladrones de poca monta que van huyendo de la policía tras haber atracado un banco. Ahora el viaje promete ser una auténtica pesadilla.
Obviamente, leyendo la trama y según vamos conociendo los diferentes personajes, nos damos cuenta que estamos ante una película de suspense con elementos del cine de gánsteres, basada en parte en la película La diligencia de John Ford, cambiando el peligroso territorio apache por las montañas japonesas. Los protagonistas de ambas películas se encuentran en un peligroso viaje con la esperanza de hacer su conexión con la ciudad, teniendo personajes parecidos, como el agente de la ley, un criminal, una prostituta, un médico… Muchas coincidencias pero con la suficiente identidad como para distanciarse de la original.
Tensión y humor con personajes variopintos
Ocho horas de terror fue rodada por Suzuki en 1957, antes de la espiral pop y pulp con la que nos deleitó en los 60, pero ya vamos viendo un sello muy personal y una gran capacidad para rodar de forma muy académica, combinando con soltura el rodaje de acción en interiores de estudio con localizaciones en espacios abiertos. De la misma forma, Suzuki es capaz de plasmar una gran tensión en las escenas mientras mantiene su conocido sentido del humor distante, pero encontrando la comedia en los pequeños prejuicios y preocupaciones de los protagonistas cuando se ven en peligro.
Este vieja une a personas de muy diferentes escalas sociales, pero con la misma finalidad, que no es otra que llegar al tren que debe llevarles a su destino final como consecuencia de un deslizamiento de tierra que ha provocado que el tren original no pueda llevarles desde la estación en la que se encontraban. Este humilde autobús que debe hacer un recorrido infernal por las montañas japonesas es la única solución para quienes quieran regresar a la ciudad a tiempo, y en él nos encontramos hombres de negocio que no paran de quejarse por las reuniones a las que puede que no lleguen, estudiantes que acuden a exámenes de gran importancia para su futuro, un policía que traslada a un asesino para ajusticiarlo, una pareja de ancianos preocupados por regresar a la ciudad para ver a su hija gravemente enferma,… Esta amplia representación de profesiones y clases sociales permite que se vean en el autobús múltiples conflictos y debates alrededor de la política, la economía y la justicia, sin dejar de lado el egoísmo puro y duro de cada uno de ellos, velando por sus propios intereses sin importar los de los demás.
La sombra de la reciente guerra
La Guerra del Pacífico significó la caída del Imperio japonés, convirtiendo a Estados Unidos en la primera potencia del Pacífico, y la ocupación de Japón se dio al finalizar la Segunda Guerra Mundial por las fuerzas aliadas, convirtiéndose Japón en 1952 de nuevo en un Estado condicionadamente independiente. Tener tan cerca estos acontecimientos es algo que marcaría el cine de la época, y la sombra de la guerra es casi un pasajero más de este autobús, al haber marcado por unos motivos u otros la vida de todos ellos.
El propio conductor del autobús comenta a los pasajeros que perdió a su hijo y a sus nietos en Manchuria, e incluso el pintoresco y nervioso vendedor de lencería se jacta de haber liderado una brigada motorizada, lo que contrasta con el miedo con el que vive ante cualquier pequeño contratiempo, sin olvidarnos del convicto que viaja vigilado por un policía, que resulta ser un ex médico del ejército con estrés postraumático. La economía también sale a relucir en Ocho horas de terror como consecuencia de la posguerra, y el ambiente está repleto de detalles que más que juzgar lo que sucedió nos ponen en situación en ese momento tan conflictivo todavía, no siendo una película tan política como cabría pensar por la cantidad de diálogos (y canciones rusas) que introducen el conflicto armado.
Rodada con recursos limitados, Seijun Suzuki exprime al máximo lo que tiene para lograr ejecutar de forma impecable la premisa con la que parte, empleando una narrativa de ritmo fluido y un reparto variado, consiguiendo que Ocho horas de terror sea todo un thriller hitchcockiano con aroma a John Ford.
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Ocho horas de terror
