Las críticas de David Pérez «Davicine»:
Ciclo Seijun Suzuki:
La locura de la juventud (Subete ga kurutteru)
Influenciado por el «noir» americano, Seijun Suzuki nos presenta en La locura de la juventud (Subete ga kurutteru) su visión de la juventud japonesa, una generación perdida abocada al crimen después de la crisis de la guerra. Dirigida por Seijun Suzuki, con guion de Seiji Hoshikawa y Akira Ichijo, está protagonizada por Tamio Kawaji, Yoshiko Nezu, Sayuri Yoshinaga, Shinako Nakagawa, Shinsuke Ashida, Tomoko Naraoka, Kotoe Hatsu y Chikako Miyagi. Con motivo del centenario del nacimiento de este director, Filmin ha añadido a su catálogo una docena de sus largometrajes, entre los que se puede ver actualmente esta película.
Sin esperanzas tras la guerra
Seijun Suzuki, influenciado por el estilo «noir» norteamericano de la época clásica y por la película Sed de Mal de Orson Welles, nos presenta en esta ocasión su visión de la juventud japonesa. Una generación perdida que vive sin esperanza después de la guerra y se ve obligada a recurrir al crimen y la prostitución.
Durante la transición de la juventud a la adultez, Jirô Sugita (Tamio Kawaji) se muestra como un joven con problemas. Se rodea de un gran grupo de jóvenes de su misma edad y, al no saber cómo comportarse, imita las acciones de sus compañeros. Al compartir su admiración por el dinero y la convicción de que es necesario para alcanzar lo que quieren en la vida, Jirô comienza a cometer pequeños delitos, como asaltos callejeros. Curiosamente, el principal problema de Jirô en la vida es su apego a su madre viuda, Masayo (Tomoko Naraoka), quien se relaciona con un hombre casado que la mantiene desde que el padre de Jirô muriera en la guerra, lo que hace que la justicia moral del joven, que es en blanco y negro, no permita ver con buenos ojos lo que su madre hace y la trate de prostituta al aceptar dinero a cambio de sexo sin amor.
Una generación más cerrada y menos empática
El contraste entre la juventud de la época y quienes han sufrido en sus carnes la guerra a una edad ya madura es, cuanto menos, interesante, dando mucho en lo que pensar. La moral conservadora de Jirô hace que rechace el romance «impuro» de su madre con Nambara (Shinsuke Ashida), amante de su madre pero también un hombre amable y honesto con una integridad moral férrea. Jirô es rígido mientras que su madre y su amante son flexibles, no aceptando el joven la relación que la madre mantiene cuando él mismo tira dinero a una chica que está enamorada de él porque cree que eso es lo que quieren las mujeres.
Mientras Jirô evita aceptar sus necesidades emocionales y maltrata a la mujer que lo ama renunciando a sus responsabilidades, Nambara es todo lo contrario, alguien bondadoso que no deja a su mujer a pesar de no estar enamorado de ella pero asume sus responsabilidades, como asume que debe apoyar financieramente a la mujer que de verdad ama y al hijo de ésta para facilitarla la vida. Generaciones muy diferentes marcadas por la guerra, retratadas con crudeza mientras unas ansían lo que las otras no han tenido. De la mano de Suzuki, La locura de la juventud refleja este conflicto entre la cultura actual y la pasada, mostrando claramente cómo la generación más joven, para bien o para mal, rechaza lo que se hizo antes que ellos, obsesionados con el ansia de liberarse de lo que la sociedad espera de ellos.
Suzuki muestra detalles de su estilo más reconocido
Si bien La locura de la juventud no es tan dinámica como muchas de las películas de gánsteres de Suzuki, en las que se combinaba el estilo pop con el pulp y una locura de juevos de cámara y montajes adrenalínicos, es cierto que esta película no deja de ser vibrante y emplea en ocasiones la cámara frenética de Suzuki que nunca está quieta y se mueve por la ciudad siguiendo a los jóvenes, destacando por la increíble fluidez que marca el desarrollo de la historia con una edición creativa y original.
El nivel de detalle de nuevo queda patente en la película, y Suzuki nos deleita con escenas que podrían pasar desapercibidas pero capturan, alrededor de lo que acontece, una intensidad que refuerza la escena por encima de lo que cabría esperar. Así, visualmente, y a su manera, la película llega al nivel de excelencia en la filmografía de Suzuki como director, con sorprendentes decisiones artísticas desde cámaras que se mueven entre habitaciones, planos grabados desde debajo de las piernas, combinaciones de tomas largas y otras más cortas montadas con elegancia… todo un repertorio digno de un gran cineasta. La música juega un papel importante, pareciendo que la película es un concierto de jazz por su ritmo, con partitura de Kietaro Miho, y donde destaca la presencia del rompecorazones adolescente Kyu Sakamoto interpretando canciones en un club nocturno. La juventud rebelde muchas ocasiones se asocia al rock’n’roll, pero estamos en 1960 en Japón, y aún faltaban unos años para la irrupción de este estilo musical en el cine japonés.
De la misma forma, el universo de Suzuki plagado de violencia y gánsteres siempre ha tenido un hueco especial para los personajes femeninos, maltratados en muchas ocasiones, y aquí es interesante ver cómo se representa el valor de la mujer, definido por los hombres, siendo en su mayoría prostitutas pero sirviendo para mostrar la dependencia que se ha inculcado en la mujer en la cultura japonesa, donde su valor se definía por cuánto estaban dispuestos a gastar los hombres en ellas. Sorprende siempre ver lo abiertas que eran las películas japonesas de la época sobre las relaciones sexuales, algo que tardaría muchos más años en reflejarse en el cine de Estados Unidos, por ejemplo.
En resumen, La locura de la juventud disecciona el resentimiento de los jóvenes japoneses tras la guerra, pero sin juzgarlos nunca por sus actos de rebeldía, sino poniendo sobre la mesa las decisiones y opiniones de dos generaciones muy diferentes.