Las críticas de Laura Zurita:
El origen del mal
En una lujosa villa junto al mar, una modesta joven encuentra una extraña familia: un padre desconocido y muy rico, su caprichosa esposa, su hija, una ambiciosa empresaria, una adolescente rebelde y una inquietante sirvienta. Alguien está mintiendo. Entre sospechas y mentiras, el misterio se instala y el mal se extiende…
El origen del mal está dirigida por Sébastien Marnier e interpretada por Suzanne Clément, Laure Calamy y Naidra Ayadi. La película se estrena en España el 6 de julio de 2023 de la mano de Vercine.
Red de fingimientos y mentiras
El origen del mal empieza con una escena que parece inocente, un vestuario en el que unas trabajadoras se preparan para empezar el día. Solo la mirada de una de ellas, que mira a la cámara con desesperación, indica que algo va mal. Cuando poco después llega a la cárcel, la persona a la que va a visitar falta a la cita, y cuando va a conocer a un padre que ha estado ausente toda su vida, creemos irla conociendo. El hogar de ese padre es particular, con una serie de mujeres a cuál más peculiar. Stefane, sin embargo, sigue acudiendo a visitarlo.
A partir de ahí se va tejiendo y destejiendo una red de fingimientos, secretos, rencores y mentiras. En El origen del mal la sensación es que se extiende una venenosa atmósfera de desasosiego, en la que el odio y la ambición rezuman de la pantalla.
Poco a poco vamos perdiendo la simpatía por los personajes (si es que alguna vez tuvimos alguna). En El origen del mal nadie es lo que parece ni nadie es inocente. El director elige distanciarse de la acción y mirar fríamente cómo los personajes se enfrentan cada uno a sus demonios y a todos los demás. A veces la cámara se desdobla y sigue minuciosa y desapasionadamente los pequeños matices de la actuación de varios personajes a la vez, los cuales, a base de miradas ponzoñosas y posturas hieráticas, libran batallas sin sangre, pero con víctimas.
Reparto bien escogido y dirigido
En El origen del mal la ambientación se mima al extremo, desde los diminutos pisos de las trabajadoras hasta la mansión del millonario. La casa es un poema en sí misma, enorme y costosa, pero ni confortable ni acogedora. Por todas partes se acumulan objetos y cajas sin abrir, en un maremágnum de consumismo sin disfrute. Eso es tanto una realidad literal, una manifestación figurada del odio a la riqueza de la que son dependientes, como una metáfora del panorama mental de los habitantes de la casa, en la que ancianos odios y rencores abarrotan el corazón y no dejan espacio ni para la paz ni para el crecimiento.
El reparto está bien escogido y dirigido. Con pocas excepciones los personajes miran al mundo con ojos fríos y cuerpos envarados. De hecho, cuesta creer que haya habido alguna vez ternura ni alegría para ellas (son casi todas mujeres, menos el patriarca mujeriego y podrido). Hace falta talento para interpretar personajes tan antipáticos y mantener el interés del espectador, como lo hace El origen del mal. Un guion estupendo y maravillosamente retorcido hace el resto.
El origen del mal es una película que nos llena de desasosiego e incomodidad. Un buen reparto y un guion bien compuesto y maravillosamente retorcido entretiene y subyuga al espectador durante todo el metraje.