Las críticas de Daniel Farriol:
Great Yarmouth: Provisional Figures
Great Yarmouth: Provisional Figures (2022) es un drama portugués que está dirigido por Marco Martins (São Jorge, Cómo dibujar un círculo perfecto) que también coescribe el guion junto a Ricardo Adolfo. La historia nos sitúa tres meses antes del Brexit mientras cientos de trabajadores migrantes llegan desde Portugal al Reino Unido en busca de un empleo en las fábricas locales de procesado de carne de pavo. La vida allí no es lo que esperan encontrar.
Está protagonizada por Beatriz Batarda (Raiva, Princípio, Meio e Fim), Nuno Lopes (Operación Marea Negra, White Lines), Kris Hitchen (Sorry We Missed You, The War Below), Romeu Runa, Rita Cabaço, Robert Elliott, Peter Caulfield y Hugo Bentes. La película se presentó en España dentro de la Sección Oficial del Festival de San Sebastián 2022. Ahora puede verse en Filmin desde el día 19 de Mayo de 2023.
El infierno de una inmigración sin control
El título Great Yarmouth: Provisional Figures hace referencia, por un lado, a Great Yarmouth, una pequeña ciudad costera de Inglaterra que sobrevive con las cicatrices de la crisis económica en sus calles, y, por otro lado, a «provisional figures» que es el nombre utilizado en las estadísticas gubernamentales para clasificar a aquellos inmigrantes que están trabajando en el Reino Unido sin regularizar su situación. El cineasta portugués Marco Martins, discípulo de Pedro Costa y Manoel de Oliveira, convierte a Great Yarmouth en un refugio infernal y casi fantasmagórico para esos espectros humanos que son un símil de la esclavitud moderna e invisibles para el resto de la sociedad europea.
La trama nos sitúa en ese mísero lugar durante el año 2019, tres años antes del Brexit, siguiendo al personaje de Tânia (Beatriz Batarda), una mujer apodada «la madre» por encargarse de gestionar la llegada de cientos de inmigrantes portugueses al pueblo para hacerlos trabajar en fábricas de procesado de carne de pavo. Las condiciones en el matadero son infrahumanas y los portugueses son utilizados en trabajos que los ingleses no quieren realizar. Tânia intentará cuidar de los suyos con lo poco que dispone a mano, ya que ella misma fue años atrás una trabajadora de la planta avícola antes de casarse con un hotelero inglés y pasara a convertirse en la «facilitadora» de esa mano de obra barata a los que aloja en edificios abandonados poco salubres.
Se trata, pues, de una película enmarcada dentro de lo denominado como cine social, pero que deambula entre un realismo sucio y la fábula metafórica.
Realismo sucio con cierta estilización visual
Great Yarmouth: Provisional Figures nos muestra el eslabón más bajo de la precariedad laboral a través de esos inmigrantes que son llevados al matadero para trabajar rodeados de sangre y mugre. El director no escatima esfuerzos a la hora de reflejar la oscuridad en que se ven inmensos desde su llegada a tierras británicas. Se les retira el pasaporte, se les hacina en viviendas sin las condiciones mínimas de salubridad y se les obliga a realizar trabajos de despiece de animales en lugar de embalaje. Las imágenes captadas por el fotógrafo João Ribeiro tienen una iluminación nocturna, de tonos apagados y azulados que sirven para potenciar la depresión ambiental, la humedad sangrienta y una atmósfera de ensoñación pesadillesca que cala en el sentir del espectador.
De hecho, la película es más interesante por su estilo visual que por el desarrollo dramático de los acontecimientos donde no siempre encajan bien las piezas, en especial, durante la deriva folletinesca que adquiere la relación romántica de Tânia con uno de los nuevos trabajadores, Carlos (Nuno Lopes), hermano de otro trabajador que murió allí tras caer enfermo y no recibir los cuidados oportunos.
El punto de vista principal del filme es el de Tânia, «la madre de los portugueses», por eso la cámara se pega a la actriz Beatriz Batarda que ofrece aquí una interpretación visceral para un personaje con aristas y controvertido que, sin embargo, se blanquea a través del enfoque del guion. Ella también tiene sus propios sueños queriendo reconvertir unos hoteles abandonados que pertenecen a su marido en futuras residencias para gente de la tercera edad en los que impartirá clases de line dance, por eso está obsesionada con la escucha de lecciones de pronunciación que perfeccionen su inglés y sentirse integrada en un país que nunca la reconocerá como conciudadana.
La metáfora del matadero
Great Yarmouth es presentada como una ciudad fantasma que desprende hedor a muerte para vaticinar el fin de una era en la Unión Europea. Marco Martins nos habla de la crisis económica al mismo tiempo que ofrece un discurso crítico sobre la ausencia de valores en la humanidad. Esa falta de empatía con las necesidades del prójimo, aprovecharse de las circunstancias económicas desfavorables o humillar a tus subordinados, se nos presentan en pantalla con escenas de difícil digestión que tienen su perfecta correspondencia con imágenes del interior del matadero tan poco recomendables para gente fácilmente impresionable.
Es curioso que, sin embargo, el momento más impactante respecto a esa comparativa vida/matadero no sea el morbo efectista de observar a pavos degollados o la sangre recorriendo el suelo como si por allí hubiera pasado Leatherface, sino que adquiere una mayor fuerza expresiva el momento en que vemos el matadero en funcionamiento, pero vacío y limpio, activándose entonces los resortes de nuestra imaginación para entender que colgados de los ganchos podrían estar (metafóricamente hablando) tanto los pavos como los inmigrantes portugueses sin que a nadie le importase demasiado la diferenciación entre unos y otros.
Great Yarmouth: Provisional Figures es un filme incómodo, desagradable, pegajoso, sin espacio para la esperanza ni los finales de cuento. Un doloroso drama sobre la inmigración y desesperanza que tiene visos de película de terror en cuanto a la fisicidad corporal del sufrimiento o por esa atmósfera espectral que engulle a unos personajes convertidos en figuras provisionales al borde de la desaparición en una Europa en plena descomposición.
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