Las críticas de David Pérez «Davicine»:
Sparta
Sparta está basada en una historia real, y sigue a Ewald, que dejó atrás Austria para irse a Rumanía muchos años atrás. Años después y entrado ya en los 40, busca comenzar de nuevo. Deja a su novia y se muda al interior. Con la ayuda de jóvenes de la zona, transforma una escuela en ruinas en una fortaleza. Los niños disfrutan de una existencia nueva y sin preocupaciones. Pero la llama de la desconfianza no tardará en surgir entre los habitantes. Y a Ewald no le quedará otra opción que enfrentarse a una verdad que ha mantenido oculta durante mucho tiempo. Pero Ewald se ve confrontado a una verdad que lleva tiempo reprimiendo. Por dentro, lucha en secreto contra sus instintos pedófilos
Dirigida por Ulrich Seidl, con guion del propio Seidl junto a Veronika Franz, Sparta está protagonizada por Georg Friedrich, Florentina Elena Pop, Hans-Michael Rehberg, Marius Ignat y Octavian-Nicolae Cocis. La película se presento a nivel mundial en la Sección Oficial de la 70 edición del Festival de San Sebastián y se estrena en salas de cine el 24 de marzo de 2023 de la mano de Filmin.
Un cineasta «festivalero»
Ulrich Seidl comenzó su carrera realizando documentales como Good News (1990), Tierische Liebe (Animal Love, 1995) o Models (1998). Su primer film de ficción, Días perros (2001), ganó el Gran Premio Especial del Jurado en Venecia. Con Import Export (2007) compitió en Cannes y después abordó la trilogía compuesta por Paraíso: amor (2012), también a concurso en Cannes, Paraíso: fe (2012), Premio Especial del Jurado en Venecia, y Paraíso: esperanza (2013), estrenado a competición en Berlín. Regresó al documental con En el sótano (2014) y Safari (2016).
En 2022, Seidl volvió a la competición de Berlín con Rimini, primera parte del díptico que cierra ahora con Sparta sobre la imposibilidad de escapar del pasado y sobre el dolor de encontrarse a uno mismo, aunque ha dado más que hablar antes de su presentación que una vez visionada.
Película polémica antes de su estreno
Seidl siempre ha intentado en su trabajo ahondar en las contradicciones de nuestros pensamientos y acciones, es decir, en la esencia del ser humano, y es muy consciente de que su visión del mundo como artista y su manera de mostrarla en sus últimas películas entra en contradicción con el espíritu de la época en la que vivimos, como él mismo ha declarado.
Sparta llega al público en general tras su paso por festivales con mucha polémica a su alrededor, especialmente tras ser retirada de la programación del Festival de Toronto por la publicación de un artículo en el semanario alemán «Der Spiegel» en el que se denunciaban prácticas abusivas a los menores que participaron en el rodaje así como la ocultación a sus padres de la polémica temática de la película, que no es otra que la pedofilia. El artículo lanzaba graves acusaciones contra el director, su método de trabajo y la película.
Obviamente, la película hay que juzgarla por lo que es, y no por todo el ruido que hay alrededor de ella, siempre y cuando esté dentro de la legalidad, y el propio director se ha encargado de aclarar que todo lo que se ha dicho de la película ha sido sacado de contexto, ofreciendo un retrato manipulado que no se corresponde con lo que realmente fue el rodaje de Sparta, habiendo incluso atribuido intenciones que él mismo se ha encargado de aclarar que no pueden estar más lejos de la realidad. Una vez me he quitado toda esta polémica de la película de encima, y ya se ha explicado lo que hizo que se sacara de un festival y los motivos por los que llega a otro, al no haber denuncia hacia la película (aunque solo el tiempo confirmará esto), es hora de hablar de la película en sí.
Poco apta para personas sensibles
Más allá de la veracidad de las polémicas acusaciones sobre Seidl y su forma de trabajar, hay que dejar claro que no es una película apta para estómagos sensibles, o más bien para quienes sean algo aprensivos y puedan pensar que lo que ven es real, o al menos molesto, dado que en la pantalla vemos desnudez adulta alrededor de los niños, aunque no están involucrados directamente, pero si que son escenas lo suficientemente explícitas a su manera como para marcar a los jóvenes protagonistas incluso si no son conscientes de sus implicaciones.
Muchos se llevarán las manos a la cabeza, y otros querrán ver arte en esto, como ya sucediera hace tiempo (y a su manera) con Serbian Film, pero de lo que no hay duda es que, aunque hayan confirmado que los niños no han sufrido abusos en la película, es muy angustioso ver ciertas escenas que te sobrecogen por lo que somos capaces de pensar que realmente está sucediendo, aunque luzca en el metraje más bien como que estaban jugando entre ellos con un hombre desnudo a su alrededor (que de por si ya es hostil), y lo hacen con cierta tranquilidad que seguramente sea consecuencia de haber estado durante un año de rodaje y tener ya confianza con el actor protagonista.
Lejos de la riqueza visual de trabajos previos
Sparta no logra plasmar en sus escenas la riqueza visual de películas previas de este cineasta, lo que logró de forma magnífica en su trilogía Paraíso, provocando que estemos ante una película menor de este director austríaco, y de la que se hablará siempre más por su polémica que por sus valores artísticos, especialmente al no aportar nada, pues solo muestra una sucesión de escenas de un adulto (desnudo o no, depende de la ocasión) con niños a su alrededor, mostrando él cierto interés por disfrutar de sus cuerpos desnudos y su compañía.
De hecho, todo es más bizarro aún al ver que el protagonista, para compartir más tiempo con los niños, crea Sparta, que da título a la película y, lejos de recordarnos a 300, lo que nos evoca claramente es la referencia hacia la antigua ciudad griega de Esparta donde los padres se involucraban regularmente en relaciones incestuosas con sus hijos, estando muy implicados en la educación sexual de sus hijos, y dispuestos a echarles una mano en lo que hiciera falta.
Dejando a un lado lo grotesco que es todo esto, gracias al personaje protagonista se dota a la película de un toque de reflexión, poniendo en antecedentes cómo es su vida sexual previa a dar rienda suelta a sus verdaderos gustos, un personaje que claramente pertenece al universo de este cineasta. No hace falta haber visto la primera parte de este díptico para «comprender» lo que nos cuenta Sparta, aunque sirve de pieza complementaria de Rimini. La primera película narra la historia de Richie Bravo, un grotesco cantante austriaco en Italia que recibe la noticia de la muerte de su madre. Richie pertenecía a una familia de inadaptados, entre los que nos encontramos a Ewald, interpretado por Georg Friedrich, y en Sparta nos cuentan más detalles de su vida con escenas crudas como le gusta al director, especialmente a la hora de ver sus problemas de disfunción eréctil, dejando patente que Seidl no es muy dado a las sutilezas.
Metiéndose en la piel de un pedófilo
Si algo no podemos echar en cara a Friedrich es que es un auténtico camaleón, y lo mismo participa en comedias algo comerciales que vemos en Netflix, como Buba, que aparece en una película dramática y llena de crudeza, poniéndose en la piel de un hombre con más problemas que el de sentirse atraído por los niños. El actor, lejos de reflejar a un depredador sexual, interpreta un personaje algo pusilánime, con una voz aniñada, mostrándose tan perturbado como lo acaban algunos espectadores con sus predilecciones sexuales. Curiosamente, Ewald actúa como un niño, con una llamativa inocencia pueril, sintiéndose más a gusto con los pequeños con quienes juega y se entretiene, prefiriendo en todo momento su compañía para cualquier tarea que la de un adulto.
Al igual que el personaje sabe perfectamente que no está bien lo que hace, o al menos no es visto con buenos ojos ante los demás, también es consciente que no puede hacer nada por cambiarlo y ni lo intenta, como Sparta no intenta juzgar sus actos ni gustos, sino tan sólo mostrarnos cómo busca llenar el hueco que durante años ha hecho que su vida fuera vacía y sin objetivos. El día a día de Ewald no es lo que da pie a la provocación en la película, sino más bien esa visión compasiva hacia su personaje principal, con escenas íntimas entre Ewald y los niños extremadamente incómodas de ver al no ser retratado el apesadumbrado protagonista como un monstruo, dejando como villanos a los padres ausentes y abusivos de esos niños que viven en condiciones deplorables y es fácil que caigan en los brazos de un depredador por la falta de apoyo de una sociedad que los ha dejado de lado.
El reparto principal, más allá de Friedrich y los niños con sus padres, que no son profesionales, se completa con el excepcional trabajo del ya difunto Hans-Michael Rehberg como el padre de Ewald, quien permanece en una residencia de ancianos, recibiendo visitas de su hijo y cantando himnos nazis para mantener algo de su identidad que va camino de desvanecerse por la demencia, mientras pasa sus últimos días rodeado de ancianos decrépitos, en escenas que recuerdan a Import Export (2007) de Seidl, en la que ya mostraba un retrato crudo de vidas en su ocaso.
Algo de malestar para todos
Si el protagonista vive en un permanente malestar al no poder mostrarse como es ante los demás, y los padres de los niños están molestos por la situación que acaban viviendo sus hijos con Ewald, todo ello estaba claro que era ideado con la intención de generar también malestar en el espectador con lo que está viendo, motivo por el que Seidl quiere que la película tenga una iluminación fría para evitar generar una tensión especialmente significativa, y tan sólo deleitarse con el tono de malestar general que incorpora en cada una de sus partes.
Ni siquiera Seidl se esfuerza en mostrarnos una historia que genere intriga o interés, pues lo único que queremos es que acabe la película y se aleje Ewald de los niños. Los juicios es evidente que los dejan para los espectadores, y no seremos pocos los que acabamos con malestar tras su visionado, al no ser capaces de asimilar el interés del cineasta por realizar una película con escenas tan crudas, pero de lo que no hay duda es que muchos valorarán esa capacidad innata del director para crear personajes frustrados con la vida y contar una historia sin caer en clichés ni en juicios de valor.
Sin entrar en polémicas sobre su rodaje, Sparta es una película tan controvertida como grotesca, que no entra a juzgar a nadie pero es ciertamente profunda gracias a un protagonista capaz de sorprendernos con su forma de encarnar a un depredador sexual por el que parece que quieren que sintamos lástima. Aún así, se vea con los ojos que se vea, esta película nos golpea directa al estómago.
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