viernes, abril 19, 2024

Crítica de ’TÁR’: La gestión del ego, la cultura de la cancelación y la Quinta de Mahler

Las críticas de José F. Pérez Pertejo:
TÁR

Es difícilmente cuestionable que TÁR, el tercer largometraje de Todd Field, es una de las películas más importantes del año, lo cual no quita que no puedan cuestionarse algunos aspectos de su, por momentos, afectada puesta en escena o su apabullante exhibición(ismo) de erudición que, fundamentalmente al inicio del film, parece querer expulsar de la sala de proyección al espectador no iniciado con los mismos criterios con los que no se permite entrar con ropa de sport en las fiestas de las embajadas.

Field dedica la primera hora de su película a presentarnos a su personaje, Lydia Tár (Cate Blanchett), una directora de orquesta de fama mundial que, además de ser la directora titular de la Filarmónica de Berlín, imparte clases en Nueva York (en Juilliard, nada menos) y gestiona una fundación de becas para jóvenes directoras de orquesta.

Hay tres largas secuencias de alto contenido discursivo durante esta primera hora de película. La primera, la que abre el film, es una entrevista con un periodista del New Yorker en la que Lydia Tár despliega toda su arrogancia y altivez mientras escucha como el periodista relata su impresionante currículum y, posteriormente, habla sentando cátedra sobre conceptos como el dominio del tiempo, la intención de los compositores, su experiencia con Leonard Bernstein, sus opiniones sobre la relación entre Mahler y su esposa Alma y, por último, el trabajo etnográfico con tribus de Perú sobre el que escribió su tesis.

La segunda es una conversación en un restaurante con Eliot Kaplan (Mark Strong), un colega director de orquesta con el que se establece un ambiguo intercambio de elogios que oscilan entre la admiración y el sarcasmo sin que uno no tenga muy claro qué domina. Eliot se arrastra, casi se humilla para pedirle que le desvele sus secretos como directora.

Y la tercera es una secuencia, acaso la más memorable del film, en la que literalmente humilla a un alumno, aspirante a director de orquesta, que presume de ignorar (despreciar incluso) a los grandes maestros de la música como Bach o Beethoven por ser hombres, blancos y cisgéneros. Lydia saca todo su arsenal dialéctico para cuestionar ciertos principios de esta modernidad en la que las redes sociales han sustituido a la religión como “moldeadoras de almas”.

Tras este primer acto introductorio que, como se ha dicho, se sustenta fundamentalmente en estas tres secuencias que definen a la protagonista y esbozan a algunos de los personajes secundarios (fundamentalmente a su asistente, Francesca a la que da vida una fantástica Noémie Merlant) Todd Field comienza a definir el drama entremezclando las intrigas profesionales de Tár con sus cuitas familiares.

A pesar del absoluto protagonismo de Cate Blanchett (me cuesta recordar algún plano en el que ella no esté en pantalla), TÁR se construye en torno a las relaciones (de poder, deseo, sometimiento) que ejerce sobre toda una corte de personajes que giran (tal vez sería mejor decir gravitan) a su alrededor. En primer lugar, sobre su pareja Sharon (una magnífica Nina Hoss), violinista en la propia Filarmónica de Berlín que asiste a todo desde la privilegiada posición de ser (pasiva) espectadora de la vida profesional/pública de Lydia y (activa) espectadora de su vida privada. En segundo lugar, sobre su asistente, la citada Francesca, quizá el caso en el que sea más evidente la dificultad (que devendrá en imposibilidad) de las relaciones personales de igual a igual cuando hay un importante desnivel de poder/autoridad.

De hecho, la constatación de esa imposibilidad de una relación humana (desgarrador el momento en que Francesca pide un abrazo) con su asistente y la colisión entre las dos vertientes de ese doble rol de Sharon serán los detonantes de un desenlace en el que la vida de Lydia Tár y la película de Todd Field van, de la mano, a la deriva.

Y es que tras dos horas de cine hipnótico en el que el magnetismo de Cate Blanchett y su virtuosismo interpretativo sostienen la película en un nivel altísimo de tensión argumental, la última media hora inicia un decadente declinar hacia la cancelación, esa cancelación a la que esta sociedad contemporánea, rebozada en su estupidez y superpoblada de jueces sumarísimos, es incapaz de desligar la obra artística (o literaria, o científica, o deportiva o…) de la personalidad de sus artistas, o literatos, o científicos o deportistas o… El problema es que a Field el film se le deshincha en el tramo final en el que todo decae no se sabe muy bien hacia donde (de hecho, el lugar concreto de Asia a donde se encamina la acción solo es revelado mediante una pista para cinéfilos).

A pesar de que el film es engrandecido por una depurada dirección de fotografía de Florian Hoffmeister y la banda sonora de (la autorreferenciada en la película) Hildur Gudnadottir que completa una excepcional selección de música clásica; uno no puede evitar preguntarse si todo este aparatoso guion y su solemne puesta en escena funcionarían igual con otra actriz que no desplegara todo el arsenal interpretativo de la Blanchett. Expresado de otro modo y para terminar como empezábamos, con una actriz menos talentosa en el papel de Lydia Tár ¿estaríamos hablando de una de las películas más importantes del año?


¿Qué te ha parecido la película TÁR?

TÁR

8

Puntuación

8.0/10

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