Las críticas de Daniel Farriol:
Ramona
Ramona es una comedia dramática española que está escrita y dirigida por la debutante Andrea Bagney. La historia sigue a una chica que acaba de llegar a Madrid y vive con su novio Nico en Lavapiés. Quiere ser actriz, pero no consigue castings; quiere ser madre, pero no se plantea tener hijos; ha estudiado traducción, pero no tiene trabajo estable; y para más inri en su edificio hay dos pisos ocupados donde venden droga y que la tienen aterrada cada vez que llega sola de noche.
Está protagonizada por Lourdes Hernández (Un cuento perfecto, Presentimientos), Bruno Lastra (Los simuladores, Entrevías) y Francesco Carril (Verano en rojo, Tenéis que venir a verla). La película tuvo su estreno internacional en el Festival de Karlovy Vary. En España inauguró el Atlàntida Film Fest el 24 de Julio de 2022, ha sido clausura del Rizoma Festival el 20 de Noviembre de 2022. Se estrena en salas comerciales de la mano de Filmin el día 25 de Noviembre de 2022 antes de que llegue a su plataforma en Diciembre.
La Frances Ha madrileña
La ópera prima de Andrea Bagney es una comedia romántica de tono amable que traslada el estilo mumblecore de Joe Swanberg o Josh Radnor hasta el barrio de Lavapiés. La entrañable protagonista es Ona/Ramona (Lourdes Hernández, ex cantante de Russian Red) que, en algunos aspectos, puede llegar a recordarnos a una Frances Ha (Noah Baumbach, 2012) madrileña. Es una chica treintañera sin rumbo definido en su vida que quiere convertirse en actriz y no encuentra las oportunidades necesarias para hacerlo. Su nueva vida en Madrid no es todo lo satisfactoria que cabía esperar cuando se mudó. Vive en un bonito apartamento junto a su novio, Nico (Francesco Carril), el cual trabaja como cocinero en un restaurante y tiene poco tiempo para ella, además, en el edificio se han colado unos okupas que venden droga y que hacen que ella no se atreva a subir sola por las escaleras.
Todo cambiará cuando en una cafetería conoce de manera casual a Bruno (Bruno Lastra), alguien con quien resulta fácil hablar y compenetrarse, de tal manera que él le confiesa al poco rato que se ha enamorado de ella, a lo que la chica reacciona huyendo de allí. Para complicarlo aún más, al día siguiente, cuando acude a un cásting para protagonizar una película descubrirá que el tipo al que ha rechazado es el director de la misma. A partir de entonces, Ramona entrará en una bucle incierto en el que le tocará tomar decisiones vitales acerca de sus sueños y de sus sentimientos, lo que determinará cuál será su futuro.
El color de la ficción
Rodada con poco presupuesto y en la era de la post pandemia, en celuloide de 16mm. y casi siempre en blanco y negro, en la película Ramona confluyen homenajes a la screwball comedy clásica de Billy Wilder o Howard Hawks, pero actualizada bajo el prisma de la trilogía romántica de Richard Linklater y del cine de Woody Allen. La directora no oculta sus referencias en ningún momento e incluso la protagonista utiliza textos manipulados de sus películas para afrontar los monólogos que interpreta en los cástings. Algo curioso es que toda la película está filmada en blanco y negro, exceptuando precisamente esos momentos en que el punto de vista es una cámara de cine/vídeo que recoge las emociones del personaje, es decir, el color de la ficción dentro de otra ficción.
Ese juego de metacine también existe entre Ramona, el personaje, y Lourdes Hernández, la actriz, ya que ambas comparten detalles que caracterizan su personalidad como haber estudiado traducción o un gusto por el karaoke que deriva de haber dejado atrás el mundo de la música. La carrera artística de la ex cantante de Russian Red parece que va a enfocarse ahora, entre otros proyectos creativos, al mundo del cine donde hemos podido verla recientemente en un par de cortos y ya hace más tiempo con su breve aparición en la película Presentimientos (Santiago Tabernero, 2013) encarnando a un cantante dentro de un ambiente lynchiano. Su carisma en cámara es evidente y no nos pilla por sorpresa a lo que habíamos seguido su carrera musical o visualizado los videoclips de sus discos que no dejaban de ser cortometrajes en sí mismos.
Vivir o soñar
En Ramona, la actriz también tiene una escena musical de resultado inesperado cuando sube al escenario de un karaoke para interpretar nada menos que «Como una ola», pero ahí comprobaremos que se trata de Ramona y no de Russian Red quien canta. Sus compañeros masculinos en el reparto cumplen con su cometido, Bruno Lastra (que sustituyó al inicialmente previsto Gustavo Salmerón) y Francesco Carril, aunque tengo serias dudas de que exista la química necesaria en pantalla para transmitir junto al primero la historia de amor que se cuenta, algo que se convierte en un enorme hándicap para la credibilidad de una película que siempre está buscando refugio en la naturalidad.
En definitiva, podríamos catalogar a Ramona como un retrato generacional que nos habla sobre el paso a la madurez y sobre las dudas existenciales que cualquier mortal debe afrontar cuando las cosas no resultan como uno se espera. A través de una narrativa sencilla y diáfana, también es una carta de amor a la vida de barrio en Madrid y, en especial, a la magia del cine. No en vano, la última secuencia de la película precisamente transcurre en el interior de una sala de cine. Y es que esa dicotomía entre vivir la vida o soñarla siempre estará presente en nuestros miedos y en cada una de nuestras decisiones.
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