Las críticas de José F. Pérez Pertejo en la 67 SEMINCI:
L’Immensitá
Si bien es cierto que las referencias que teníamos de quienes habían visto L’Immensitá en el pasado Festival de Venecia no eran buenas, uno siempre acude a ver una película con la esperanza de encontrar algo que los demás no hayan visto o, al menos, conectar con algo que le conmueva, le estremezca o le ponga la mollera a reflexionar. Ni con esas. Ni conformándome con empatar o con perder por poco consigo salir de la proyección del último film de Emanuele Crialese con algo bueno que decir.
Las pretensiones de Crialese son evidentes desde el inicio mismo del metraje y son tan lícitas como las de todos los directores que a lo largo de sus filmografías han querido hacer una película más o menos autobiográfica. Algo muy frecuente en los últimos años y que, sin ir mas lejos, hizo el pasado año su compatriota Paolo Sorrentino en Fue la mano de Dios.
Crialese desempolva sus recuerdos y se sitúa (y nos sitúa) en la Italia de los 70, para, apoyándose en su propia trayectoria vital, hacer un testimonio personal sobre la disforia de género que él mismo vivió (aunque por aquel entonces no se llamaría así) y la incomprensión que sufrió a su alrededor incluso por parte de los que le querían; un retrato del machismo imperante en la sociedad de la época y una denuncia de la voracidad urbanística que transforma los espacios privilegiados de las ciudades desplazando a la periferia a los más desfavorecidos. Tres temas sensibles con los que no sería difícil conseguir, al menos con alguno de ellos, la empatía del espectador. El problema viene cuando todo está escrito a brochazos y filmado sin el más mínimo sentido del pudor.
La pareja compuesta por Clara (Penélope Cruz) y Felice (Vincenzo Amato) acaba de cambiarse de casa a un piso mejor, hace tiempo que dejaron de quererse y su matrimonio, una ficción, se sostiene por sus tres pequeños hijos y porque la salida del divorcio, hace cincuenta años, no era tan accesible como ahora. La mayor de los hijos, Adriana (Luana Giuliani) está viviendo una clara crisis de identidad entre su sexo biológico y el género que siente, lo cual exterioriza como puede: además de vestirse como un chico y evitar mostrar las formas femeninas de su cuerpo, se hace llamar Andrea, un nombre que en italiano es masculino. Los dos pequeños, todavía muy niños, se enteran de la mitad de las cosas pero sufren con los accesos de violencia de su padre, con la permanente tristeza de su madre y con el disconfort de su hermana mayor continuamente peleada con el mundo.
Crialese decide llevar su película por la línea del melodrama pero sus continuas veleidades narrativas y sus salidas de tono hacen perder a L’Immensitá toda la coherencia y credibilidad que una historia tan sensible necesitaría. El personaje paterno es un puro prototipo: serio, desabrido, egoísta, violento y adúltero. Nadie pone en duda que existieran (y sigan existiendo) multitud de hombres así, pero todo personaje cinematográfico precisa de aristas que permitan a su actor dar ciertos matices interpretativos y traspasar la pantalla. No puede decirse lo mismo del personaje materno, más complejo y desarrollado, el problema aquí es que a Crialese le da por someter a su personaje a continuas frivolidades que seguramente le divirtiera mucho filmar pero que, en pantalla, no funcionan tan bien como, probablemente, lo hicieran en su imaginación. Penélope Cruz bastante tiene con salir airosa de todas las escenitas a las que le somete un guion tan torpe y, lo cierto es que lo consigue a base de talento y presencia. Lo que ocurre es que, en esta ocasión, ni siquiera su brillante trabajo es capaz de salvar la película de la más ramplona mediocridad. Destacable es también el trabajo interpretativo de la joven Luana Giuliani, el suyo es un papel muy difícil, más aún a su corta edad y consigue evitar todos los clichés y recursos facilones con los que en vez de un personaje habría compuesto una caricatura.
Crialese ha perdido la oportunidad de su vida de hacer una película de hondura, emotividad e intensidad. Ni acierta con la escritura ni, mucho menos, con una dirección caprichosa y arbitraria. Y es una lástima porque L’Immensitá tenía producción y reparto para haberlo conseguido. El resultado es un auténtico despropósito.
Yo creo que es una película honesta. Lees el argumento, ves la historia del director, qué actores se apuntan siempre a estas peliculas reivindicativas y no engañan a nadie. A mi no me pilla ni de broma.