Las críticas de José F. Pérez Pertejo en la 67 SEMINCI:
Clementina
Se presenta en la sección oficial de la 67 SEMINCI una película argentina que se aparta de todos los tópicos del cine argentino de las últimas décadas, no es una película de tesis y tono discursivo, ni un thriller político, ni una comedia romántica ni una película contemplativa sobre la inmensidad de los paisajes argentinos y algunos modos de vida alejados de la capital. Géneros todos ellos (y algunos más) que en las últimas décadas nos han brindado decenas de buenas y muy buenas películas.
Clementina, que así se titula el debut en el largometraje de Constanza Feldman y Agustín Mendilaharzu está presentada como una fantasía cómica en cinco episodios y es, efectivamente, lo que dice ser y consigue lo que pretende conseguir, algo muy a tener en cuenta en una época en la que en el cine abundan los pretenciosos, los impostados y los que se creen herederos directos de Orson Welles. Los cinco episodios de Clementina podrían también ser presentados como una colección de cinco cortometrajes seguidos, pero la unidad de localización y personajes, la continuidad de acción y la coherencia interna con la que se articulan hacen que el conjunto funcione como un largometraje muy entretenido y, por momentos divertido.
Que nadie espere una comedia tronchante, no es ese tipo de humor, es más bien una película de sonrisas, de un humor existencialista, cotidiano y pegado a un momento concreto que no es otro que el confinamiento que todo el mundo sufrió en 2020 a causa de la pandemia COVID 19. Estamos, ante todo, ante una película de personaje, el que da título a la película, Clementina (Constanza Feldman) es una chica peculiar a la que el confinamiento sorprende con un corte de pelo imposible, viste con ropas amplias y habla con un aplastante sentido de la lógica. Constanza Feldman (bailarina y actriz de teatro) hace una creación extremadamente original aunque hay quien se ha apresurado a compararla con Jacques Tatí. Podría ser, algo de eso hay en una comicidad que sale espontáneamente de su físico sin que, en ningún momento, nada se fuerce en lo gestual o corporal. También hay algún momento Mr. Bean, especialmente en los episodios iniciales.
A su compañero de piso (Agustín Mendilaharzu), un novio en el comienzo de la relación, apenas le vemos, escuchamos su voz desde otra habitación en la que está permanentemente reunido o dando clases online y cuando aparece en pantalla siempre lo hace en segundo plano, desenfocado o de espaldas. De él sabemos que es coleccionista compulsivo de (casi) todo, que acumula objetos materiales de un modo enfermizo hasta el punto de tener cuatro o cinco veces el mismo disco. La casa en la que todo sucede está decorada con un gusto kitsch extremo que, en otras condiciones, podríamos pensar que se trataba de una apuesta estética pero dadas las circunstancias en que se filmó la película, en su propio apartamento, hemos de dar por supuesto que la colección de muñequitos horteras que ocupan todos los rincones de la casa es realmente de Agustín Mendilaharzu.
Y finalmente tenemos a una pequeña colección de personajes secundarios, desde el fontanero (plomero) que va a arreglar la avería del agua, el albañil que repara las grietas de la pared, el panadero que hace pan en su casa y lo vende desde el balcón o la agente de mudanzas rusa que es, en realidad, una terapeuta emocional que arregla las vidas de la gente mientras les traslada muebles y enseres de una casa a otra.
Por si todos estos ingredientes no fueran suficientes, para incorporar todavía más elementos disarmónicos, añadan que Clementina se dedica a leer libros de arte Románico, a escuchar música medieval (Cantigas) y a ver en un viejo VHS la película Perceval el Galés de Éric Rohmer. En conclusión, una apuesta muy original que hace de la necesidad virtud y se apoya en su economía de medios para ofrecer una película muy digna de respeto.
La verdad que resulta un soplo de aire fresco ya que como dices, la originalidad siempre es un punto a favor y arriesgar y salir de lo que siempre funciona debe ser un punto a favor.