Las críticas de José F. Pérez Pertejo:
Quiero ir a casa
Hablando de Mélo insistíamos en el punto de inflexión que suponía esa película en la evolución de la filmografía de Alain Resnais al adaptar por primera vez una obra literaria preexistente, al filmarla respetando la linealidad temporal sin recurrir a la fragmentación del relato ni al uso creativo del montaje como elemento narrativo y al dejar a un lado sus grandes preocupaciones temáticas como la memoria individual o el peso de determinados acontecimientos históricos en la memoria colectiva. De su siguiente largometraje, Quiero ir a casa, podríamos decir que se trata de una auténtica pirueta en el devenir de su carrera cinematográfica.
Resnais y el productor Marin Karmitz decidieron filmar una película sobre las relaciones entre Francia y Estados Unidos y encargaron el guion al humorista gráfico neoyorquino Jules Feiffer, un hombre que además de popular por sus tiras cómicas publicadas en innumerables periódicos y revistas, era conocido por haber escrito más de una decena de obras de teatro y los guiones de varias películas, entre ellas Conocimiento carnal (Mike Nichols, 1971) y Popeye (Robert Altman, 1980).
Para el proyecto que habría de rodarse mayoritariamente en inglés, recurrieron a un reparto internacional en el que estaban presentes Gerard Depardieu (nuevamente con Resnais tras su trabajo en Mi tío de América), Geraldine Chaplin (La vida es una novela), la inglesa afincada en Francia Laura Benson y un dúo de intérpretes norteamericanos, la actriz de musicales Linda Lavin y el dramaturgo y letrista de musicales Adolph Green.
Tras varias intentonas por encontrar una historia, finalmente el argumento giró en torno a Joey Wellman (Adolph Green), un dibujante de tiras cómicas de agrio carácter que, con la excusa de asistir a la inauguración de una exposición sobre el cómic americano, viaja a París para reencontrarse con su hija Elsie (Laura Benson) que ha viajado a Francia dos años antes huyendo de la sombra de su padre para sumergirse en la literatura francesa en la Sorbona. Precisamente el film se inicia con el viaje de Elsie a París a bordo de un avión rodeada de obras de Flaubert, Moliere, Racine y Sartre mientras proclama en voz alta “Flaubert, te abro mis entrañas” y admira, en la contraportada de un libro, la fotografía de un prestigioso profesor de literatura francés de nombre Christian Gauthier que no es otro que Gerard Depardieu.
Una elipsis de dos años nos lleva al momento en que Joey Wellman aterriza en París acompañado por su pareja Lena (Linda Lavin). Elsie que, mientras tanto, ya ha terminado su tesis sobre Flaubert no ha conseguido todavía que Christian Gauthier le haga el más mínimo caso.
La inauguración de la exposición (que se celebra en la Plaza de los Vosgos, a pocos metros de la casa de Víctor Hugo) es un auténtico desastre pero sirve para que Wellman y Gauthier (Green y Depardieau) se conozcan y decidan pasar un fin de semana juntos en la mansión familiar de los Gauthier con un grupo de amigos y familiares, algo que servirá para que Elsie (que no había ido a recibir a su padre al aeropuerto ni a visitarle a la exposición) decida comerse su orgullo y acudir a la invitación con el propósito de contactar con Gauthier y conseguir que lea su tesis.
A partir de aquí asistimos a una trama en clave de comedia (fiesta de disfraces incluida) que cae casi permanentemente en todos los clichés sobre los americanos (paletos, provincianos, groseros y con aires de superioridad nacional) y sobre los franceses/parisinos (bordes, altivos, superficialmente refinados y con aires de superioridad cultural). Si a esto añadimos el escaso interés del tema para quien no sea un acérrimo aficionado al mundo del cómic y conozca a todos los nombres que se citan y que la película no termina de funcionar ni como historia de reconciliación familiar ni como comedia de situación, no es difícil entender la mala acogida que la película tuvo tanto entre la crítica como entre un público que le dio mayoritariamente la espalda.
Quiero ir a casa, en la exploración de ese choque entre la cultura norteamericana y la europea, podría considerarse un precedente de determinadas películas que, con mucho más acierto, filmaría dos décadas después Woody Allen durante su etapa europea como Vicky Cristina Barcelona, A Roma con Amor o, especialmente, Medianoche en París. Como curiosidad, cabe decir que Woody Allen es citado tres veces a lo largo de la película en varias de las discusiones que se generan sobre la diferente relación entre los artistas e intelectuales americanos (más individualistas según se argumenta) y los europeos (más solidarios, dicen algunos personajes); en fin, una discusión bastante estéril que no termina de consolidarse ni como recurso argumental ni como conclusión intelectual.
Otro de los hándicaps de Quiero ir a casa, probablemente del que más espinoso resulte hablar, es su fallido casting. A Adolph Green le debemos la adaptación cinematográfica y parte de las letras de las canciones de Un día en Nueva York y Cantando bajo la lluvia, aunque solo fuera por eso, su nombre merece toda la admiración y el agradecimiento eterno de cualquier aficionado al cine que se precie de serlo; pero no debemos tener reparos en decir que como actor era muy mediocre. Toda su interpretación abusa de gestos desagradables y resulta excesivamente teatral (y no en el buen sentido). De Linda Lavin no puede decirse nada malo, pero bueno tampoco, en ningún momento parece sentirse cómoda con su papel una actriz acostumbrada a pisar los escenarios de Broadway. Y tampoco podemos repartir elogios sobre Laura Benson, una actriz poco prolífica que no volvió a verse en un papel protagonista hasta casi treinta años después con sus audaces desnudos integrales en la polémica película rumana No me toques (Adine Pintilie, 2018).
La música de Quiero ir a casa es obra del compositor John Kander (Cabaret, Chicago) en lo que supuso la segunda colaboración de Alain Resnais con uno de los grandes del musical americano tras la partitura que Stephen Sondheim compuso para Stavisky.
Quiero ir a casa es una película atípica por multitud de circunstancias, el encaje en la filmografía de Resnais cabe hacerse desde la perspectiva de la pasión del director bretón por el mundo del cómic que intentó llevar en más de una ocasión a sus películas. Entre los diversos proyectos frustrados de Resnais a lo largo de su carrera figuran el intento de hacer una película sobre Tintín, el popular reportero creado por Hergé o sobre Harry Dickson personaje cuyas historias fueron dibujadas por Pascal Zanon y escritas por Christian Vanderhaegue. Aquí hubo de conformarse con las breves animaciones de Hepp Cat, la caricatura de un gato bastante antipático que de vez en cuando cobra vida para interpelar a alguno de los protagonistas.
Quiero ir a casa está disponible en la plataforma FILMIN. En cuanto a formato físico, existe una edición en DVD editada por Vellavision hace más de quince años que conserva aceptable calidad de imagen y sonido. Está descatalogada aunque, con un poco de suerte, puede encontrarse en alguna página web de coleccionismo.