viernes, abril 19, 2024

70 SSIFF. Sección Oficial. Crítica de ‘Modelo 77‘: El gran pulso narrativo de Alberto Rodríguez

Las críticas de José F. Pérez Pertejo en el 70 Festival de San Sebastián:
Modelo 77

Seis años se ha hecho esperar el octavo largometraje de Alberto Rodríguez tras El hombre de las mil caras (2016) y, como en aquella, vuelve a partir de hechos reales parcialmente ficcionados para junto a su coguionista habitual, Rafael Cobos, escribir un guion de hondura en sus planteamiento, vibrante en su desarrollo y rico en personajes y situaciones. Esta Modelo 77 que ha sido presentada en la inauguración del Festival de San Sebastián, en cuya sección oficial participa fuera de concurso, nos devuelve al mejor cine de su director, aquel en el que la puesta en escena, la filmación y el trabajo interpretativo de los actores se ponen al servicio de la narración cinematográfica sin perderse en tramas accesorias o veleidades creativas que distraigan de lo que realmente importa: la historia que se está contando.

Y la historia, es decir, los hechos reales sobre los que se asienta el film, no es otra que la fuga de la cárcel Modelo de Barcelona que protagonizaron 45 presos el 2 de junio de 1978, casi tres años después de la muerte de Franco, cansados de esperar una Ley de Amnistía que  ya había sido promulgada para los presos políticos pero cuya aprobación para los presos comunes no acababa de materializarse.

Con este fin, Rafael Cobos y Alberto Rodríguez, componen una serie de situaciones y personajes que durante 125 minutos recrean algo más que la fuga de una prisión. Y es que en Modelo 77, Alberto Rodríguez ha acometido la creación de dos películas en una y las dos le han salido bien. Por un lado ha filmado un drama carcelario de género y, por otro, una crónica histórica (política si se quiere) de la balbuceante democracia que se abría paso en España a dos velocidades, una en la sociedad y otra, a muchas menos revoluciones, en el interior de las cárceles donde los derechos humanos seguían al arbitrio de funcionarios de prisión acostumbrados a utilizar la porra con la soltura que les permitían reglamentos carcelarios nada compatibles con la democracia.

Para el drama carcelario, casi canónico, el film se apoya fundamentalmente en una amplia y variopinta galería de personajes liderada por dos protagonistas fundamentales, el joven Manuel (Miguel Herrán) encarcelado por apropiarse una cantidad de dinero en la empresa en la que trabaja como contable y el más maduro Pino (Javier Gutiérrez), un preso veterano con una larga condena por un oscuro pasado en el que ni él mismo recuerda las cosas que hizo y las que le endilgaron. El reparto se completa con múltiples personajes que recrean la vida en la prisión y el movimiento de lucha por los derechos de los encarcelados liderada por la Coordinadora de Presos en Lucha (COPEL) cuyos cabecillas fueron capaces de aglutinar a gran parte de la población reclusa.

La «segunda película» que Alberto Rodríguez nos cuenta en Modelo 77, es la de los inicios de la Transición Democrática en un país que daba el salto del blanco y negro al color. Esta segunda línea temática o argumental nos es mostrada de forma indirecta a través de lo que se puede ver desde las ventanas o gracias a los personajes que visitan la cárcel desde el exterior, pues, hasta el final de la película, las cámaras solo abandonan el interior de la Modelo durante el traslado de una cárcel a otra. Esos personajes que nos muestran la España de la otra velocidad son los abogados del colectivo 17 de marzo y el único toque femenino de una película plagada de hombres (como la fidelidad a los hechos históricos exige): Lucía (Catalina Sopelana), una especie de novia, que visita a Manuel durante su estancia en prisión y le lleva recortes de revistas con los anuncios de la modernidad.

De entre las múltiples virtudes de Alberto Rodríguez como director, quizá la más determinante sea su dominio del pulso narrativo, en Modelo 77 no hay caídas de ritmo, secuencias de relleno ni derivas argumentales innecesarias. Rodríguez conduce el film de forma trepidante, sin desmayo y se acompaña de un excelente reparto y de una cuidadísima recreación de la época tanto en la dirección artística del interior de la prisión como en el vestuario. Estamos, sin duda alguna, ante una de las películas españolas del año.

Modelo 77

8.5

Puntuación

8.5/10

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