Cobertura realizada por Daniel Farriol:
70 Festival de San Sebastián 2022
Introducción festivalera y colleja a algunos acreditados
Si la memoria no me falla con mi presencia en el 70 Festival de San Sebastián #70SSIFF ya sumo doce ediciones consecutivas asistiendo a un festival y una ciudad que me tienen enamorado desde la primera vez que tuve la oportunidad de acudir. Mi sensación durante todo este tiempo, con el paréntesis estructural provocado por la pandemia, es que el festival ha ido creciendo hasta llegar a su límite máximo de capacidad. Difícilmente podría crecer más sin caer en el caos de la masificación que es algo que puede intuirse en los últimos años debido al turismo creciente que acoge la ciudad y que está cambiando el aspecto histórico del casco viejo o también debido al aumento de acreditados de prensa e industria que ha modificado el perfil de conducta de los informadores sobre cine, con sus cosas buenas y malas.
Fue un acierto que los festivales entendiesen que los nuevos tiempos necesitaban amplificar horizontes acogiendo en su regazo a webs y blogs que con su inmensa diversidad sirven para democratizar las opiniones que llegan al lector, gracias a eso puedo estar escribiendo estas líneas, aunque considero que todos los festivales deberían reflexionar y ser más estrictos con las personas que acogen para evitar así la presencia de personas que solo están interesados en el «famoseo» o las fiestas nocturnas, que apenas trabajan durante los días del festival o cubren el expediente con un par de tuits, o que simplemente no saben estar en una sala de cine, por ejemplo, no me parece de recibo que haya acreditados en pases de prensa que estén consultando sus redes sociales o no tengan un mínimo de educación en su comportamiento hacia los demás, por no citar a aquellas criaturas mitológicas que lanzan disertaciones-opiniones en lugar de preguntas con interés periodístico durante las ruedas de prensa.
Este año el festival parece que se ha tomado más en serio este asunto y han sido varias personas las que me han contado que han recibido llamadas de la organización por no asistir a los pases que tenían reservados, en una entrevista en El Contraplano, Rebor comentaba que uno había dejado de ir a 12 de las 15 películas reservadas. Y es que hay gente que solo se acredita para ver películas gratis cuando les apetece, pero lo de currar más bien poquito… Yo lo tendría claro, acreditación cancelada al que no cumpla y el año que viene a comprarse las entradas, majete. Otro acierto este año del festival ha sido el nuevo sistema de reserva de invitaciones, mucho más cómodo y rápido, nuevamente con butacas numeradas que evitan las colas, en algunos pases de los últimos años pre pandémicos había que estar una hora antes de la proyección por el ansía de coger un buen sitio, la pandemia también ha servido para repensar algunas cosas y mejorarlas, así que toca felicitar al equipo organizativo.
La ciudad ideal, el festival ideal
No quiero decir con todo esto que no haya tiempo para disfrutar y pasárselo bien, sino que me pregunten por las comilonas que me he metido entre pecho y espalda con algunos amigos festivaleros y que a más de un estómago ha pasado factura esos excesos. San Sebastián es una ciudad preciosa y, entre película y película, siempre hay que buscar huecos para dar paseos y adentrarse en su incomparable gastronomía que daría para unas cuantas críticas de cinco estrellas. Por eso precisamente hay que preservarla y, con ella al festival, de una masificación aún mayor que podría transformar la estancia en algo incómodo.
Creo que esto lo tiene claro el equipo directivo e incluso hace unos años escuché en una entrevista al director del Festival, José Luis Rebordinos, hablar sobre este asunto y su intención de no hacer crecer más el festival. Claro está, esto tiene una contraprestación negativa que impide poder competir a San Sebastián con otros festivales de Clase A como Cannes o Venecia a la hora de conseguir las películas a competición que es algo que tenemos que tener en cuenta a la hora de valorar el nivel, por ejemplo, hay ausencia de películas en Perlas (sección no competitiva) que habrán preferido ir a otros festivales españoles más «pequeños» donde sí pueden ir a competición en su Sección Oficial.
Una Sección Oficial floja
Pasemos a comentar el nivel general que han tenido las películas del 70 Festival de San Sebastián, algo que siempre debe verse como una opinión personal sesgada y circunscrita a la selección de visionados efectuada por cada acreditado, pero considero que viendo cada año unas 40 propuestas sí que es posible realizar una comparativa entre las distintas ediciones. La Sección Oficial estaba compuesta por 21 películas y 1 serie, de las que he podido ver a fecha de hoy 12 películas y esa única serie completa, contando con la opinión de compañeros respecto a la mayoría que me quedaron pendientes. La sensación general es que ha sido una edición floja con pocas películas brillantes y muchas medianías que nos dejaban indiferentes a la salida de las proyecciones.
La mejor película de la Sección Oficial fue la japonesa Hyakka/A Hundred Flowers de Genki Kawamura, un sensible retrato sobre la pérdida de los recuerdos que está realizada con una maestría de guion y montaje mucho más compleja de lo que aparenta. La buena noticia, además de que el jurado le concediese el premio a mejor dirección, es que ya tiene confirmada su distribución en España de la mano de Avalon. Así que todas a verla cuando se estrene.
Otras películas que me gustaron mucho fueron la china Kong Xiu/A Woman de Wang Chao, ninguneada por la crítica festivalera, y las españolas La consagración de la primavera de Fernando Franco, La maternal de Pilar Palomero y Apagón de Rodrigo Sorogoyen, Raúl Arévalo, Isa Campo, Alberto Rodríguez e Isaki Lacuesta, serie producida por Movistar con una campaña publicitaria a la vieja usanza con merchandising molón que incluía una batería que aún no se muy bien para que me servirá. Me gusta también la Concha de Oro que concedió el jurado a la colombiana Los reyes del mundo de Laura Mora, una cruda historia sobre la miseria de los más desfavorecidos que está contada con brío e imágenes que perduran en la memoria.
En un lugar intermedio colocaría Girasoles silvestre de Jaime Rosales y El suplente de Diego Lerman, mientras que entre mis decepciones personales estarían Marlowe de Neil Jordan, Le Lycéen de Christophe Honoré, Runner de Marian Mathias, The Wonder de Sebastián Lelio y Walk Up de Hong Sangsoo, todas ellas propuestas atractivas y con evidentes puntos de interés, pero con las que no llegué a conectar de la manera que esperaba, algunas incluso me aburrieron bastante. No vi la película-polémica de este año, Sparta de Ulrich Seidl, sin entrar en el debate de fondo suscitado donde apoyo no censurar ningún contenido sin la existencia de pruebas reales de haberse cometido un delito, pero es que no tenía el cuerpo para ver a un pedófilo masturbándose cerca de niños, así que cancelé la entrada que tenía y preferí darme un reconfortante paseo por La Concha.
Rebuscando en las secciones paralelas para encontrar joyitas
Dicen que un festival de cine se mide por su Sección Oficial, pero ya sabemos que eso es cierto a medias y que las secciones paralelas tienen una importancia igual de relevante como termómetro para el nivel global. En Nuev@s Director@s siempre encuentro alguna joyita inesperada y este año fue la ópera prima de Rocío Mesa, Secaderos, que sabe dar un giro de fantasía a la típica historia de iniciación ambientada en un pueblo rural que tan común se ha vuelto en nuestro cine. De esta sección también destacaría la imaginativa Myyamatsu To Yamashita/Roleless del trío japonés Masahiko Sato, Yutaro Seki y Kentaro Hirase, y la coreana Jeong-Sun de Jeong Ji-Hye, mientras que no me terminó de convencer Grand Marin de Dinara Drukarova y me aburrió soberanamente Nagisa de Takeshi Kogahara.
En la sección más alternativa y arriesgada, Zabaltegi-Tabakalera, puede ver el alucinante corto Po Sui Tai Yang Zhi Xin/A Short Story de Bi Gan y la divertida Cerdita de Carlota Pereda, pero también me tragué alguna castaña como A Human Position de Anders Emblem que provocó el sueño de principio a fin de la proyección a una famosa crítica que tenía sentada a mi lado. Aquí pudo verse también la curiosa y fetichista Piaffe de Ann Oren, sobre una mujer a la que le crece una cola de caballo en el coxis, un filme que ya había tenido la oportunidad de visionar en Locarno.
La sección Perlak aglutina lo mejor que se ha visto en otros festivales y siempre trae cosas potentes. Mi favorita fue As Bestas de Rodrigo Sorogoyen, pero casi todas las que vi me gustaron bastante como Broker de Hirokazu Koreeda (sin él no se haría el festival), R.M.N. de Cristian Mungiu, Un año, una noche de Isaki Lacuesta, Argentina, 1985 de Santiago Mitre (una de las más aplaudidas) o Living de Oliver Hermanus. Lanzo una lanza a favor de películas vilipendiadas sin razón como Los renglones torcidos de Dios de Oriol Paulo, Don’t Worry Darling de Olivia Wilde y Bardo, falsa crónica de unas cuantas verdades de Alejandro G. Iñárritu que siendo imperfectas tienen muchas cosas que decir.
Ya es sabido que en este festival es costumbre que el cine de género sea recibido con las uñas afiladas por parte de la crítica más sesuda, lo que desconocía hasta ahora era el haterismo de algunos críticos hacia ciertos directores, como en el caso de Paulo o Iñárritu, y es que había quien esperaba sus pelis con ganas de ponerlas a caldo desde días antes de su proyección… y al final lo hicieron diciendo que eran malísimas añadiendo la coletilla de «como todas sus películas» o cosas parecidas. En fin… allá ellos.
Muy buen nivel en las perlas sin llegar a apasionar como otros años, la única que me dejó frío, en contra de la opinión mayoritaria, fue Un Beau Matin de Mia Hansen-Løve. Eso sí, las dos películas que acompañaban a los Premios Donostia de este año, Juliette Binoche y David Cronenberg, es decir, Fuego de Claire Denis y Crímenes del futuro, respectivamente, fueron ambas muy decepcionantes, algo que me dolió especialmente en el segundo caso.
No puedo olvidarme de citar el horror y estupefacción que me produjo la película sorpresa, Blonde de Andrew Dominik, que era un secreto a voces tras retrasar una semana su estreno en Netflix. Todavía queda algún tontaina que silba cuando sale el logo de la plataforma aún sabiendo que se dispone a ver una película que no existiría sin el capital aportado por la misma, pues eso, lo que decía antes de acreditados que no saben comportarse… En este caso la película no me gustó, pero hay gente que vive anclada en el pasado y no entiende que el tablero de juego de la distribución ha cambiado.
En definitiva, podríamos decir que el 70 Festival de San Sebastián ha sido una edición regulera claramente salvada por el cine español y por el cine asiático en todas sus secciones, algo que debería congratular a nuestra industria pese a que los festivales no siempre son indicativos de una buena taquilla en el momento del estreno. ¡Ya estoy contando los días para la llegada del 71 Festival de San Sebastián!
