viernes, marzo 29, 2024

Crítica de ‘Nosotros no nos mataremos con pistolas’: Más amigos en crisis

Las críticas de Daniel Farriol:
Nosotros no nos mataremos con pistolas

Nosotros no nos mataremos con pistolas (Nosaltres no ens matarem amb pistoles) es una comedia dramática española dirigida por María Ripoll (Lluvia en los zapatos, Tu vida en 65′). El guion está escrito por Antonio Escámez y Victor Sanchez Rodriguez, adaptando la obra teatral de éste último. La historia nos presenta a un grupo de amigos en la treintena que se reúnen después de años sin verse. Mientras el pueblo se prepara para celebrar su fiesta mayor, ellos están dispuestos a compartir una paella cuyos ingredientes son los secretos, los reproches y los equívocos.

Está protagonizada por Ingrid García Jonsson (Ana de día, Veneciafrenia), Elena Martin (La mujer del siglo, Júlia ist), Joe Manjón (Mía y Moi, La virgen de agosto), Lorena López (La última cena, Amor en polvo), Carlos Troya, Carlos Gorbe, Román Méndez de Hevia y Lola Moltó. La película se presentó en la Sección Oficial del Festival de Málaga 2022. Se ha estrenado en salas comerciales de la mano de Filmax el día 17 de Junio de 2022.

Los reencuentros de amigos ya son un subgénero

Nosotros no nos mataremos con pistolas es una película fallida que transita entre el retrato generacional desencantado y la comedia costumbrista de chiste fácil, sin terminar por decantarse de manera clara por ninguna de las dos vertientes. El guion es la adaptación de la obra teatral homónima de Victor Sanchez Rodriguez que obtuvo el Premio Max a Mejor Autoría Revelación en 2016, sin embargo, la trama no es demasiado original y podría adscribirse dentro del subgénero en sí mismo en que se han convertido los reencuentros de grupos de amigos treintañeros como símbolo de la crisis existencial de toda una generación (da igual cuál, todas parecen compartir las mismas frustraciones).

Cualquiera de nosotros recordará las estupendas Reencuentro (Lawrence Kasdan, 1983) o Los amigos de Peter (Kenneth Branagh, 1992), o dentro de nuestro cine reciente Las distancias (Elena Trapé, 2018) o Litus (Dani de la Orden, 2019). Todas ellas son obras que abordaban el reencuentro de un grupo de amigos para desvelar secretos del pasado y confrontar conflictos no resueltos entre ellos que ponían incluso en riesgo su amistad y, a menudo, con la carga trágica añadida que suponía la ausencia de alguien que había pertenecido a ese grupo en el pasado. El aunar en un mismo plano argumental el género de la comedia con la tragedia o las reflexiones profundas con cierto aspecto de ligereza, es algo que requiere de una pericia especial como sí demostraba la maravillosa Las invasiones bárbaras (Denys Arcand, 2003), pero que en manos de María Ripoll es algo que no encontramos ni por casualidad.

Un planteamiento de wéstern desperdiciado

Es una lástima que la original idea inicial de Nosotros no nos mataremos con pistolas se abandone tan pronto. Las primeras escenas con la llegada al pueblo de los personajes parecen extraídas de un wéstern, la textura de la fotografía, los encuadres y la música, van en ese camino. Por desgracia, esa inesperada puesta en escena que podía haber servido para dar una visión fresca y diferente al reencuentro de estos jóvenes decepcionados con la vida, se agota inexplicablemente a los cinco minutos de metraje y el guion termina engullido por la fuerza de un texto teatral que acaba siendo un lastre al no funcionar igual en el trasvase al lenguaje cinematográfico.

María Ripoll se tambalea entonces entre un humor afectado y exagerado, teniendo poco calado emocional el drama íntimo que afecta el interior de los personajes. Todo en la película suena artificial, resultando muy complicado el empatizar con los problemas de esos personajes que nos caen mal desde el principio y cuyos conflictos principales se exploran desde lo obvio. Hay que destacar el esfuerzo que hacen los intérpretes por dotar de credibilidad unos diálogos que suenan impostados, son los que salvan de la quema a la película, pero ninguno de ellos realiza un trabajo que vaya a destacar especialmente dentro de sus currículums.

La gallina y la crisis económica

Nosotros no nos mataremos con pistolas empeora con el paso de los minutos y es que, más allá de la incorporación al elenco de una gallina que ofrece algunos de los momentos más divertidos, el resto de las novedades aportadas en el guion no logran trascender el espacio único de las tablas (la escena de la verbena es horrorosa y, además, culmina con un plano sobre las rocas de vergüenza ajena).

Otro aspecto que podía haber dotado de mayor fuerza al filme es el contexto social que tiene la historia y que apenas se intuye en esos planos de fábricas cerradas como parte de un paisaje fantasmagórico dejado por la crisis económica, pero Ripoll se contenta con mostrar esas imágenes como fotografías aisladas realizadas por un turista dominguero antes de regresar a su acomodaticia existencia. No hay verdad, no hay profundidad. Así pues, Nosotros no nos mataremos con pistolas no se convertirá en una referencia dentro de ese subgénero de reencuentros de amigos llorones que tantas películas nos está ofreciendo en los últimos años.


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Nosotros no nos mataremos con pistolas

4.5

Puntuación

4.5/10

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