jueves, abril 25, 2024

Crítica de ‘La última cena’: Una película improvisada que te sorprenderá

Las críticas de Daniel Farriol:
La última cena

La última cena es una comedia dramática española dirigida por Toni Agusti y María S. Torregrosa, con la colaboración de Andrea Jaurrieta (Ana de día), que funciona a modo de juego experimental al estar grabada en una sola noche, sin guion ni presupuesto, haciendo improvisar a los actores en base a una descripción previa de sus personajes. La historia nos sitúa en una cena entre amigos que se irá transformando en un enfrentamiento donde saldrán a relucir los reproches y las diferencias existentes entre las distintas maneras de pensar de todos ellos. Está protagonizada por los propios directores, Toni Agusti y María S. Torregrosa, junto a Lorena López, Marta Belenguer, Carles Sanjaime, Carlos Gorbe y Amparo Fernández. La película se ha estrenado en cines de la mano de Con un Pack el día 10 de Diciembre de 2021.


Un rodaje improvisado

La última cena es una curiosa película-experimento, basada en la improvisación con actores, que ha sido ideada por Toni Agusti y María S. Torregrosa. Rodada a tiempo real, sin guion, en una sola noche, con tres cámaras grabando al mismo tiempo para captar todos los ángulos de lo que sucedía en el interior del apartamento donde se enclava la acción. Contaron con la colaboración y supervisión en la realización de Andrea Jaurrieta, una de las directoras más prometedoras dentro del panorama independiente del cine español, autora de la buñuelista Ana de día (2018) y que actualmente prepara Nina (en mi principio está el final), proyecto seleccionado por el FeatureLab 2021 del TorinoFilmLab.

La idea principal era grabar una cena entre amigos y comprobar si la simple interacción entre las personas daba para una película. Para ello se decidió entregar a cada actor una breve descripción de su personaje con algunas breves consignas que pudieran servir como detonantes. A partir de ahí existía rienda suelta para que los intérpretes improvisaran durante cuatro horas en las que debían reaccionar, a su vez, a las improvisaciones del resto del elenco. La verdad es que como juego me parece tan divertido como loco. Lo normal es que de aquello no surgiera nada concreto, nada aprovechable. Sin embargo, La última cena, gracias a la perspicacia del plantel de actores, consigue algo tan milagroso como que parezca haya una evolución pensada en el desarrollo de los personajes y sus respectivos conflictos. Ya puedes tirar todos los libros de Syd Field a la basura, su famosa estructura narrativa se consigue aquí gracias a la improvisación y a un montaje inteligente que ofrece la armonía necesaria al conjunto.

El no-guion de ‘La última cena’ 

Todo eso está muy bien, pero supongo que os esteréis preguntando de qué va la película. Pues La última cena es la vida misma. Un grupo de amigos se reencuentra para celebrar una cena donde el exceso de alcohol y las drogas sacarán a relucir sus personalidades sin en el habitual filtro social. La presencia de la nueva pareja de una de las chicas y la inesperada aparición de una peculiar vecina con cierta percepción sensorial serán elementos indispensables para sacudir el status quo del grupo de amigos y llevarlos al límite.

Es entonces cuando el amor que se profesan los unos a los otros se combinará también con unos cuantos reproches. Pasaremos de la alegría al enfado, de la tristeza al desenfreno. Confesiones, recuerdos y algunas discusiones conformarán el caleidoscopio de distintas personalidades que muestran los diferentes puntos de vista que tenemos a la hora de enfrentarnos a la vida. La película tiene mucho humor gamberro y mala baba (hasta se cargan ficticiamente a la activista Greta Thunberg), pero es interesante comprobar que las reflexiones denotan también cierta nostalgia en su mirada al paso del tiempo y a las responsabilidades adultas.

La última cena es un artefacto explosivo que dinamita las convenciones fílmicas y sociales. Un filme pequeño e independiente rodado como un juego que acaba siendo algo más trascendente. Una de las cosas que te puede chocar un poco al ver la película es encontrar en diversos planos que aparecen los operadores de cámara o los microfonistas dentro del cuadro. Más que una decisión creativa es fruto de la imposibilidad de rodar algo tan libre en un espacio reducido. Reconozco que al principio me molestó un poco, es como la ruptura de la cuarta pared, pero pensándolo mejor le otorga un equilibrio de metaficción narrativa muy cachondo. Si todos estaremos de acuerdo con La Lupe que cantaba aquello de «la vida es puro teatro», ¿qué es entonces el cine? Según Godard «el cine es una verdad 24 veces por segundo», pero según Haneke «el cine son 24 mentiras por segundo». La última cena es ambas cosas.


¿Qué te ha parecido la película?

La última cena

6.7

Puntuación

6.7/10

4 COMENTARIOS

  1. Hola, pues si, me gusto el experimento, resulto realmente creible y creativo.
    Yo que me dedico a lo mismo, con menos suerte, porque nadie se fija en mi, para pequenos roles, y ademas resido en Holanda, lugar para hundir al mas pintado, reconozco la buena interpretacoom de todos y cada uno de ellos.

    Me encantaria trabajar en Espana y a ser posible, lo suficiente para comprarme una casa de una sola habitacion y despedirme de esta pesadilla de pais.

    Gracias y suerte con lo proximo.
    Saludos
    Carmen Ortega

  2. Cuando he visto los micrófonos por arriba he pensado: bueno, se le han colado. Pero cuando he visto a los cámaras por ahí en medio… esto no es normal!!

    • Es un experimento que rompe las reglas escénicas, por eso puede descolocar al principio aunque luego te acostumbras. Gracias por leernos y comentar!

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