Las críticas de Daniel Farriol:
Diarios de Otsoga
Diarios de Otsoga es un drama portugués dirigido por Maureen Fazendeiro (Motu Maeva) y Miguel Gomes (Tabú, Las mil y una noches), escribiendo ambos el guion junto a Mariana Ricardo (Índia, Technoboss). La historia nos muestra a tres personajes Crista, Carloto y João que están construyendo un invernadero para mariposas en el jardín de una casa en la comparten las tareas del hogar, día tras día… Y no son los únicos. Está protagonizada por Crista Alfaiate (4 Copas, O Clube), Carloto Cotta (You Won’t Be Alone, Hotel Royal) y João Monteiro (El cónsul de Burdeos, Salgueiro Maia – O Implicado). La película se presentó en España en la Sección Oficial del Festival de Cine Europeo de Sevilla 2021. Se ha estrenado en salas comerciales de la mano de Vitrine Filmes el día 3 de Junio de 2022.
Una narrativa regresiva
Diarios de Otsoga es un película rodada en 16mm. durante la pandemia por Covid-19. Los directores portugueses Maureen Fazendeiro y Miguel Gomes aprovecharon la coyuntura del confinamiento y de las dificultades de hacer cine bajo las directrices del Departamento de Salud, para trazar un relato improvisado y metalingüístico que borra las barreras entre documental y ficción utilizando incluso los nombres de actores y técnicos reales para los personajes que interpretan en pantalla y, a su vez, filmando ellos una película en el mismo contexto pandémico.
A eso se le suma una narrativa regresiva (Otsoga es Agosto al revés), es decir, la primera secuencia acontece en el día 22 del rodaje/confinamiento, mientras que las secuencias posteriores van mostrando pequeñas estampas de los días anteriores hasta a ese día hasta cerrar la película durante el día 1 del rodaje. La sugerente propuesta no deja de tener algo de artificial, especialmente cuando comprobamos al llegar a ese desenlace que el camino inverso no va a descubrirnos ningún misterio, sorpresa, ni tampoco aspectos ocultos que desconozcamos de los personajes. El filme es mucho más abstracto que eso y, a la vez, posee un tono costumbrista que lanza una mirada de soslayo al misterio de la vida, pero a partir de una perspectiva lúdica sobre la celebración de la existencia.
La canción del fin del mundo
Por eso Diarios de Otsoga se inicia y termina con una fiesta. Dos escenas parecidas, pero muy distintas. En la primera (que es la última) solo aparecen tres personajes; en la última (que es la primera) muchos más. La canción «The Night» de Frankie Valli & The Four Seasons resonará en nuestra cabeza mucho más allá del visionado de la película. Es una tonada alegre y bailable que sirve como antídoto perfecto para reinventarse en el precipicio del fin del mundo, donde puede tener cabida un beso furtivo o un invernadero con mariposas revoloteando. Es una metáfora sobre la necesidad vital de capturar la belleza de las pequeñas cosas, de como las experiencias cotidianas de un pasado retráctil son las que provocan nuestra verdadera metamorfosis ante los grandes acontecimientos que nos rodean.
Aproximadamente a mitad de película se inserta sin cortapisas la declaración de intenciones que tienen los autores. Es una escena donde los tres intérpretes principales manifiestan ante los directores cuáles son sus incertidumbres sobre el rodaje. Allí se nos explica que lo que buscan es observarlos mientras realizan tareas escogidas al azar para construir a los personajes desde ahí, sin tener que recurrir a dar información de sus objetivos ni de cuál es su pasado. Es lo mismo que acaban haciendo los directores de Diarios de Otsoga con Crista, Carloto y João en su rutina estival que incluye la recogida de fruta, unos baños reconfortantes o conversaciones banales mientras se formula un triángulo sentimental de escritura especular respecto a la ficción que interpretan en el rodaje.
El hermoso verano que nunca acaba
El experimento de Diarios de Otsoga funciona a medias. En gran parte por la falta de información inicial que obliga al espectador a mantenerse frente a la pantalla sin entender nada de lo que sucede (en especial si como yo eres de los que no se informa ni lee la sinopsis de las películas antes de enfrentarse a ellas). Cuando nos llega la explicación de mitad película a que antes nos referíamos, ya es demasiado tarde, para entonces hemos entendido el juego y no necesitamos un subrayado que nos deje en evidencia. Hubiera hecho falta antes u obviarla del todo.
Otra escena que indica bien a las claras como la película se convierte en una articulación festiva alrededor del vacío, es aquella en que el director tiene la ocurrencia de rodar una escena con los personajes encima de un tractor. No importa el motivo ni el sentido de la escena, ni siquiera quién va a conducir el tractor. La cuestión es aprovechar un recurso sobrevenido que ha disparado la imaginación del director al descubrir que hay un tractor en la granja (un acto reflejo bastante común en el cine amateur que no entiende de corsés). En ese diálogo se sugiere que la película podría inspirarse en «La bella estate»de Cesare Pavese para encontrar un hilo argumental que no tienen. El poeta italiano nos habla allí del paso de la adolescencia a la madurez, del descubrimiento y de la decepción, sin duda, de una forma mucho más profunda que esta pequeña película de Maureen Fazendeiro y Miguel Gomes.
Diarios de Otsoga es un testimonio vitalista sobre una época aciaga, enmarcado en el rodaje de una película ficticia que se vuelve real y que es capaz de hacer madurar en los árboles la fruta podrida que yacía en el suelo o de hacernos olvidar con una canción que el fin de nuestro mundo alguna vez será real.
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