sábado, febrero 24, 2024

Crítica de ‘Arthur Rambo‘: El Dr. Jekyll y Mr. Hyde en los tiempos de Twitter

Las críticas de José F. Pérez Pertejo:
Arthur Rambo

Laurent Cantet practica un cine militante con el realismo, de marcado carácter humanista, sin adornos ni florituras y mucho más empeñado en plantear preguntas que en ofrecer respuestas. Y esto último es lo que hace de nuevo en su octavo largometraje que con el título de Arthur Rambo se estrena en las salas de cine de nuestro país tras su paso por la Sección Oficial del pasado Festival de San Sebastián.

Cantet comienza presentándonos a su protagonista, Karim D. un escritor en plena vorágine del éxito literario sobrevenido con la entusiasta acogida de su primera obra, una suerte de novela con tintes poéticos que ofrece una nueva mirada (no nos dicen cual) sobre la inmigración y las dificultades de integración en los barrios periféricos de las grandes ciudades francesas. Todo parece sonreírle, la crítica se deshace en elogios, los programas de televisión pugnan por entrevistarle y su editora proyecta una reimpresión de 15.000 ejemplares con los que llenar los escaparates de las librerías.

Pero este joven Karim D., interpretado con brillantez por Rabah Naït Oufella, uno de los niños de La clase (2008) por la que Cantet ganó la Palma de Oro en Cannes, resulta tener un álter ego en Twitter llamado Arthur Rambo que, tiempo atrás, se dedicó a propagar mensajes racistas, machistas, homófobos, xenófobos, antisemitas y varios más «istas», «antis» y «fobos». A partir de que los mensajes se hacen públicos, en plena fiesta de celebración en la sede de la editorial del éxito de Karim D., el protagonista se verá sometido a la deserción de los apoyos, al escarnio público y, lo que es peor, al enfrentamiento personal con sus familiares y amigos que se sienten traicionados por una de las dos vertientes de Karim D./Arthur Rambo.

El gran mérito de Cantet, como siempre en su cine, es que en ningún momento adopta un tono aleccionador ni discursivo, no pretende juzgar a su personaje ni adoctrinar al espectador. Lo que Cantet hace es, con afilado bisturí, diseccionar el turbio vínculo que se ha creado en la sociedad contemporánea entre la vida real y la virtual creada en las redes sociales y mostrar el resultado de la disección con una cámara limpia, evitando los posicionamientos previos e imprimiendo a la narración un ritmo vertiginoso. Todo sucede en 48 horas y es contado en 87 minutos.

Sobre la mesa se pone el debate sobre la identidad: ¿Quiénes son realmente las personas que nos rodean, los seres amigables y empáticos que nos encontramos en la panadería y en el patio del colegio de nuestros hijos o los escupidores de odio sectarios y dogmáticos que pontifican en twitter?

Pero Cantet no se queda ahí, sigue con su bisturí desmenuzador para testificar como en esa simplificación de los 140 caracteres (o los que sean) está la génesis de una violencia que no se queda en la vida virtual y trasciende a la real. Poner ejemplos sería fatigoso y peligroso, pero no hace falta irse a personajes públicos, yo mismo tengo amigos a los que aprecio y me caen bien en la vida real y a los que no soporto en twitter.

Finalmente, aunque de un modo tangencial, Arthur Rambo también nos habla de los ambiguos (y a menudo arbitrarios) límites de la libertad de expresión y de la tan cacareada cultura de la cancelación que amenaza con hacer desaparecer todo aquello que no case con el discurso imperante. Diría que estamos a un paso de la quema de libros sino fuera porque hace unos días leí con horror que ya estaba ocurriendo en Canadá donde se habían quemado ejemplares de algunos cómics de Asterix y Tintín.

La historia de Arthur Rambo coescrita por el propio Cantet junto a Samuel Doux y Fanny Burdino está inspirada libremente en la de Mehdi Meklat un cronista radiofónico francés al que le ocurrió algo similar.

Película compleja en su aparente sencillez, llena de subtextos y apoyada en el contraste de varias dualidades, Arthur Rambo se presenta, en palabras de su creador, como una revisión actualizada de La red social (David Fincher, 2010). Las diferencias cinematográficas entre ambas propuestas son notables, pero es cierto que ambas, además de contar una historia, hacen un inteligente planteamiento sin respuesta sobre quienes somos y cómo nos manifestamos en diferentes contextos. Lo más inquietante es que uno tiene la sensación de que esto no ha hecho más que empezar.


¿Qué te ha parecido la película?

Arthur Rambo

8

Puntuación

8.0/10

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