martes, abril 16, 2024

66 SEMINCI. Sección oficial. Crítica de ‘Funny Boy’: Deepa Mehta frente a (todos) los prejuicios

Las críticas de José F. Pérez Pertejo en la 66 SEMINCI:
Funny Boy

Para clausurar la sexagésimo sexta edición de la Semana Internacional de Cine de Valladolid la organización del festival ha programado Funny Boy, la última película de la realizadora indocanadiense Deepa Mehta que, durante esta SEMINCI, ha ejercido las funciones de presidenta del Jurado Internacional.

La película plantea una primera necesidad de aclaración en el título mismo, Funny Boy, que en una traducción directa y sin tener en cuenta el contexto podría entenderse como “niño divertido” o “niño gracioso”. El caso es que Deepa Mehta juega con la polisemia de la palabra funny que también puede entenderse como una forma menos desagradable de raro en lugar de weird, rare o strange. Es decir, Funny Boy nos cuenta la historia de un niño, Arjie, al que desde pequeño se le llama “rarito” sin que él tenga muy claro porqué le llaman “gracioso”.

Y lo que le convierte en “rarito” a ojos de su padre, su hermano y la generalidad de la (conservadora y homófoba) sociedad de Sri Lanka a principios de los años 80 del pasado siglo, es su más que evidente inclinación sexual diferente a lo establecido que, en una primera infancia previa al despertar sexual, se manifiesta con gustos diferentes a los de los demás niños a la hora de comportarse, vestir o jugar.

Basándose en la novela homónima de Shyam Selvadurai, Deepa Mehta hace un canto a la tolerancia que va más allá de los prejuicios frente a la condición sexual. Para ello, se sirve del contexto histórico y geográfico de un país que en 1983 era un auténtico polvorín por las grandes diferencias religiosas y étnicas. La película retrata el clima de creciente tensión entre la mayoría cingalesa y la minoría tamil que desembocó en una guerra civil que, a pesar del alto el fuego de 2001, ha seguido causando muerte y destrucción hasta nuestros días.

El primer tercio del film, que se ocupa de la niñez de Arjie (Arush Nand), transcurre de un modo desenfadado y relativamente ligero pero es donde Mehta alcanza más solidez narrativa con secuencias en las que muestra los problemas de adaptación al mundo de su joven protagonista a través de su torpeza jugando al críquet o su afición a maquillarse y vestirse de niña en los juegos infantiles, algo que despierta las burlas de los demás niños y algún que otro mamporro de su hermano mayor. De su familia, que es tamil, únicamente obtiene algo de cariño de su madre (Nimmi Harasgama) y la total empatía y complicidad de su tía Rada (Agam Darshi), el personaje más fácilmente querible de todo el film.

Un pequeño salto temporal nos situará en un Arjie joven (Brandon Ingram) que ha salido de su hogar para iniciar sus estudios. Su despertar sexual le llevará a enamorarse de Sehan (Rehan Mudannayake), un compañero de clase que para más complicación es cingalés. A partir de aquí el relato se complica con una serie de subtramas que, aunque sirven para explicar el tinglado socio-político-étnico-religioso y contextualizar el inicio de la guerra civil, embarullan el relato y distraen un poco la atención del discurso central del film. Todo parece obedecer a la intención de Mehta de que la película no sea solo una denuncia de los prejuicios homófobos sino también de los religiosos y, fundamentalmente, los étnicos.

Mehta desliza algunas referencias literarias un poco deslavazadas para hacer referencia a Oscar Wilde (El estilo y no la sinceridad es lo esencial) al mismo tiempo que se sirve de ciertos iconos de la cultura pop occidental (David Bowie) para barnizar de modernidad al personaje de Sehan que abrirá los ojos de Arjie al mundo.

Las secuencias sexuales son filmadas con sensibilidad y cierta ternura, casi como si fueran travesuras adolescentes, precisamente por eso, Mehta no consigue transmitir el verdadero peligro que corrían los dos protagonistas en un país en el que el problema no es que la homosexualidad esté mal vista, sino que es ilegal y está penada con hasta diez años de cárcel. Y si he cambiado la forma verbal del pasado al presente en la misma frase no ha sido un desliz gramatical, es que en pleno siglo XXI sigue siendo ilegal y sigue considerándose un delito.

Filmada con incuestionable estilo por una cineasta veterana, Funny Boy es una película de visionado agradable e impecable acabado estético con la banda sonora de Howard Shore, la dirección de fotografía de Douglas Koch y el montaje de la española Teresa Font.

Un digno broche final a una 66 SEMINCI que ha ofrecido un muy buen nivel general en su sección oficial, uno de los mejores de los últimos años, y que ha servido para recuperar algo parecido a la normalidad pre-Covid. Falta camino por recorrer pero parece que lo hacemos en la buena dirección. Ojalá no surjan complicaciones, necesitamos recuperar nuestras vidas y el cine en el cine es, para algunos de nosotros, un ingrediente esencial.


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Funny Boy

6.5

Puntuación

6.5/10

1 COMENTARIO

  1. Hay experiencias vitales que te hermanan con por ejemplo tamiles o cingaleses, aunque no sepas ni que quieren decir estos gentilicios, se agradece que el cine trate de transmitir esa desoladora vivencia de ser consciente de que eres el «raro» pero no saber por qué. En Ceilán cumplí 30 años, vi los campamentos de desplazados por la guerra y oí,atemorizado, combates nocturnos aunque la población estaba tan acostumbrada que nadie se inmutaba, hermoso país, espero conseguir verla.

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