martes, marzo 19, 2024

69 SSIFF. Sección oficial. Crítica de ‘Earwig‘: ¿Qué acabo de ver?

Las críticas de David Pérez «Davicine» en el 69 Festival de San Sebastián:
Earwig

Earwig nos lleva hasta algún lugar de Europa, a mediados del siglo XX. Albert se ocupa de cuidar de Mia, una niña con dientes de hielo. Mia nunca sale de su apartamento, donde las contraventanas están siempre cerradas. El teléfono suena con frecuencia y el Maestro pregunta si Mia está bien. Hasta que un día Albert recibe instrucciones para preparar a la niña y salir… Dirigida por Lucile Hadzihalilovic, está protagonizada por Paul Hilton, Romola Garai, Alex Lawther y Romane Hemelaers. La película se ha presentado en España en la Sección Oficial de la 69 edición del Festival de San Sebastián.

Extraña y única

Con su primer largometraje, Innocence (2004), Lucile Hadzihalilovic ganó en el Festival de San Sebastián el Premio New Directors, del que fue jurado en 2009. El segundo, Évolution (2015), compitió en la Sección Oficial y recibió el Premio Especial del Jurado. Ha dirigido además los cortometrajes La première mort de Nono (1987), Good Boys Use Condoms (1998), Nectar (2014) y De natura (2018) y el mediometraje La bouche de Jean-Pierre (1996).

Earwig es el tercer largometraje de Hadzihalilovic, una película auténticamente onírica, una obra extraña, sombría e inquietante de la que no se es capaz de saber si te gusta o desagrada hasta pasado mucho tiempo de su visionado. Basada en un libro del escritor y artista Brian Catling, me gustaría haber podido leer el libro antes de visionar la película para, quizás, comprender mejor lo que estaba viendo, lo que no por ello implica que sea una mala película, pues es lo suficientemente atractiva visualmente como para no despegarte de la pantalla ni tras una primera hora en la que parece no suceder nada.

El diseño de producción oscuro y la banda sonora de Augustin Viard y Warren Ellis son sobresalientes, capaces de introducirnos de lleno en esta película casi muda y espeluznante, con un permanente estilo fúnebre, mostrando todos los acontecimientos en una atmósfera tan premonitoria que siempre parece que va a suceder algo, aunque puede que finalmente nunca pase nada. La sorprendente fotografía de Jonathan Ricquebourg emplea con frecuencia el recursos de mostrarnos la imagen a través de vidrios de colores, transformando las imágenes en escenas oníricas que a buen seguro algo querrían transmitirnos con ellas.

Suspense hacia lo que nunca llega

La directora Lucile Hadžihalilović tiene un estilo único y diferente a cualquier otro, con películas que resultan estresantes por cómo trata sus imágenes y lo que vemos, metiéndonos de lleno en el suspense que ha querido crear con sus personajes y ambientación, haya o no motivo real para ese suspense.

Pasamos gran parte del tiempo intentando descifrar los enigmas que esconde la película, y procurando anticiparnos a lo que esperamos que acabe sucediendo. Acostumbramos a ver películas de terror en las que tenemos un alivio que llega justo después de algún sobresalto… en este caso no tenemos tregua y vivimos en la permanente tensión del susto que nos espera y no acaba de concretarse.

No puedo negar que entendí poco de la trama, pero sorprendentemente quedaron grabadas en mi retina las espeluznantes escenas que contenía Earwig, algunas de las cuales se mantenían durante largo tiempo en pantalla como si quisieran conseguir hipnotizarnos con ellas. Pocas veces puedo decir que no entendí ni una sola vez lo que estaba viendo, ni siquiera siendo consciente si era necesario que entendiera algo, pero teniendo claro que la cineasta solo buscaba provocar y perturbar al espectador, sin necesidad de aclarar los motivos que tenía para ello.

Sobriedad y tranquilidad

Earwig no es el tipo de película que recordaremos más allá de su aspecto visual y de las actuaciones de sus actores, estando todos ellos adecuados, aunque solo dos destacan por encima del resto. Paul Hilton, como Albert, consigue crear un personaje que transmite angustia, melancolía y ansiedad, un hombre de mediana edad, anteriormente militar, que se ganó el apodo de Earwig, dedicado en la actualidad a realizar trabajos odontológicos que bien podrían ser empleados como una tortura medieval.

La pequeña Mia, interpretada por Romane Hemelaers, es quien padece el sufrimiento del tratamiento dental que nos recrean con detalle cada poco tiempo, una joven que aguanta sin rechistar todo lo que hacen con ella, trasmitiendo serenidad e inocencia, pero también una personalidad fuerte para aguantar ese estilo de vida. Mia es muda, o eso parece que quieren que entendamos, aunque ocasionalmente se la puede escuchar tarareando música, y aporta el toque de serenidad necesario para compensar el delirio que vemos.

Earwig es una película que seguramente merezca un segundo visionado para captar mejor su mensaje, una película que funciona como alegoría terrorífica de unas vidas tristes y marcadas por la soledad y la distancia de sus seres queridos, pero eso es solo lo que creo que he visto, que bien podría ser completamente opuesto lo que buscaba contarnos su directora. Al menos atraerá a los fans de las películas de terror artísticas que tardan en avanzar en su trama empleando una narrativa poco convencional. Lo que es indiscutible es que casi todos terminaremos de ver la película con la pregunta «¿Qué acabo de ver?».


¿Qué te ha parecido la película?

Earwig

5.5

Puntuación

5.5/10

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