Un drama romántico al estilo Linklater
La difícil adaptación al primer año universitario
Si en Boyhood (2014), el propio Linklater nos mostraba con meticulosidad el paso de la niñez a la madurez de un chico durante 12 años de su vida, Cooper Raiff hace lo propio en Freshman Year (Shithouse) pero contextualizando ese trayecto vital en unas 48 horas que acontecen en el marco universitario. Alex Malmquist es el alter ego del director (él mismo lo interpreta). Es un chico muy sensible que afronta las dificultades de vivir su primer año de universidad alejado de su familia. El proceso de adaptación no está siendo fácil y se siente desubicado entre sus compañeros a los que solo parece importarles el emborracharse hasta perder el sentido en alguna de las fiestas que se celebran a diario.
Para integrarse mejor en ese peculiar microcosmos, decide ir a una de esas fiestas. Allí tendrá un encuentro con una estudiante que también ejerce como asistente en la residencia donde él se aloja. Enseguida surge la química entre ellos y se fragua una relación especial que les hará pasar una noche llena de aventuras y conversaciones profundas sobre sus vidas. La cámara de Raiff sigue a Alex y Maggie, manteniendo una distancia adecuada, mientras caminan y charlan para crear un vínculo emocional post adolescente que podría ser una versión menos adulta de aquellos Jesse y Céline de la trilogía de su maestro Linklater.
Afrontar la vida sin red de seguridad
El tono romántico se tiñe de melancolía y crea una ruptura dramática en su segunda mitad cuando al día siguiente del encuentro la chica parece incómoda ante la presencia de su amante nocturno. Él se vuelve un poquito torpe y obsesivo, mientras ella se mantiene prudente y esquiva. Es algo que ya planteó con mucha mala baba nuestro Rodrigo Sorogoyen en Stockholm (2013), película que también bebía mucho de las mismas fuentes que ésta, aunque el director español llevaba allí la trama hacia otros derroteros mucho más dramáticos y flirteando con el thriller.
En Freshman Year (Shithouse) todo funciona de manera armónica y forma parte del aprendizaje y maduración del personaje central. Es un coming of age doloroso donde el protagonista debe encontrar su propio camino al margen de los vínculos emocionales que le atan a su familia. Algo así como saltar al vacío sin la red de seguridad que estaba acostumbrado a tener. El filme se cierra con una elipsis. Es una manera de mostrar la evolución del personaje que resulta un tanto brusca. Aunque no acaba de funcionar bien dentro del relato, se entienden las motivaciones para acabar la película así. Freshman Year (Shithouse) es divertida y emotiva, sencilla y expresiva. Una college movie que se sale de los tópicos y plantea un romance realista, con diálogos inteligentes y buenas actuaciones (en especial, la de Dylan Gelula). Una pequeña joyita a descubrir dentro del subgénero romántico.
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