miércoles, abril 24, 2024

62 SEMINCI. Sección Oficial: Crítica de ‘Gabriel e a montanha (Gabriel y la montaña)’: Relato íntimo de una gran aventura

Las críticas de David Pérez «Davicine» en la 62 SEMINCI:
Gabriel e a montanha (Gabriel y la montaña)

El cineasta brasileño Fellipe Gamarano Barbosa adapta con su segundo largometraje Gabriel e a montanha (Gabriel y la montaña) los últimos 70 días de vida de su amigo y compañero de clase Gabriel Buchman. Antes de comenzar a estudiar en una prestigiosa universidad de Estados Unidos, Gabriel decide pasar un año recorriendo el planeta. Lleva su mochila repleta de sueños. Tras diez meses de viaje, llega a Kenia, en donde se le une su novia. Sin embargo, Gabriel no se conforma con contemplar África como un turista y opta por ir más allá. Continúa solo en un recorrido en el que atraviesa países, forja nuevas amistades y experimentando todo tipo de vivencias hasta llegar a su destino final, la cima de Malawi.

Algo que suele disgustar es que nos destripen el final de una película, y en este caso el propio inicio de Gabriel e a montanha nos desvela el trágico final del protagonista, por lo que la película se convierte en una cuenta atrás, a lo largo de sus más de dos horas de duración, para que termine como empezó. Obviamente, tampoco se le puede echar en cara que comiencen con el final, y no por ser una tendencia cada vez más habitual, sino por tratarse de un biopic

El objetivo de Barbosa es crear un relato íntimo y próximo al personaje, que sea capaz de empatizar con el espectador para que aguante durante todo el metraje esperando el final de este joven repleto de ilusión que deambula por África. Mientras viaja por Kenia, Tanzania, Zambia y Malaui, el director parece querer investigar los motivos que le hicieron emprender este viaje que terminó con él en una asolada región montañosa. Es difícil ponerse en la mente de Buchman, y por tanto estos motivos no van mucho más allá de los clásicos tópicos inconformistas del primer mundo, que no sirven de motor más allá de acompañarnos en este camino hacia el trágico desenlace.

Gabriel e a montanha se divide en cuatro capítulos, dedicados a los cuatro últimos países que visitó Gabriel. En el primer capítulo, Kenia, vemos como Gabriel se introduce plenamente en la vida y las costumbres de los lugareños, llegando uno de ellos a cogerle mucho aprecio, por los donativos que les da y la buena relación que mantienen entre ellos, considerándolo un local más y no un mero turista. Cada vez hay más turistas que buscan zambullirse plenamente en la experiencia del país, y duermen en sus casas, comen su comida y viajan como un lugareño más, y así era Gabriel, aunque llevado al extremo por motivos «desconocidos».

Al frente del reparto, en los roles principales de Gabriel y su pareja, tenemos a actores brasileños con amplia experiencia, Joao Pedro Zappa y Caroline Abras, pero junto a ellos Barbosa ha preferido no contratar más actores y opta por trabajar con los lugareños que conocieron a Gabriel. Se crea una mezcla de ficción y no ficción, marcando una delgada línea entre la invención y la recreación, manteniéndose los nombres, e incluso la indumentaria empleada cuando se encontraron con Gabriel, haciendo declaraciones a cámara de lo que supuso para ellos compartir momentos con el aventurero. Este tipo de formato no es habitual que llegue a los cines, por lo que, más allá de Brasil, donde la historia es muy conocida, tiene difícil proyección fuera del circuito de festivales.

Joao Pedro Zappa consigue recrear perfectamente el comportamiento del sincero e ingenuo Gabriel por las fotos y vídeos que de él quedan, y en este viaje no sólo se mete en su mente, sino también en su cuerpo. Fácil de socializar e incluso generoso con quienes se encuentra en su camino, Zappa recrea a este joven con una facilidad para empatizar con la gente local y como forma de apropiación de culturas. Desde aprenderse frases swahili hasta los accesorios comprados o recibidos como obsequios durante el viaje, Gabriel se zambulle en este continente y acaba vistiendo coloridas telas locales, alternando con camisetas de fútbol y sus sandalias de fabricación casera, tal y como él vestía en la realidad, aunque la integración no fuera nunca completa, no sólo por ser muzungu (hombre blanco en su lengua local) sino por la necesidad de emplear recursos occidentales para algunas facetas de su vida. En su búsqueda de experiencias extremas, especialmente cuando trata de superar obstáculos físicos, Zappa somete su físico a un arriesgado cambio hacia la delgadez y el nerviosismo.

Muchas son las historias de Gabriel con los lugareños, pero a pesar de tantas vivencias y el deseo de estar con ellos, es paradójico que sólo evolucione el personaje cuando lo vemos acompañado de su novia Cristina, quien llega en el segundo capítulo, ambientado en Tanzania, y que compartirá vivencias hasta el capítulo final. Entre ambos consiguen recrear la tensión sexual que mantienen, los momentos más íntimos, y las discusiones más tremendas, pues con alguien como Gabriel es fácil que existan muchas diferencias difíciles de salvar. Ella no deja de ser una turista, y se comporta como tal, chocando con la necesidad de Gabriel de necesitar sentirse integrado.

Como espectador cuesta empatizar en las últimas decisiones que derivan en su muerte, pero por ese motivo Barbosa nos va presentando en los tres primeros capítulos lo obcecado que es Gabriel para conseguir las cosas y su necesidad de no parar de visitar aunque incluso está en juego su salud, emanando una actitud despreocupada manifestada en forma de diálogos sencillos para evitar desvirtuar el mensaje. Las conversaciones más implicadas, tanto en economía, política o educación, son presentadas a través de su inteligente pareja, quien parece la única persona capaz de hacerle entrar en razón, aunque sólo fuera un parecer.

Filmar en estos países de África permite disfrutar de bellos paisajes, que bien podrían ser uno de los motivos del viaje de Gabriel, rodados cual documental para permitirnos acompañar en su viaje al aventurero, sensación que se ve incrementada por la música de Arthur B. Gillette, que cumple la función de adentrarnos en el presentimiento de lo que está por llegar.

Gabriel e a montanha es una gran película, bien rodada e interpretada, compasiva y vibrante, que nos hace sentirnos partícipes de las aventuras de Gabriel, mochila a cuestas, y a la que solo se la puede objetar una excesiva duración. Quizás con sus últimos 40 días hubiera servido para trasmitirnos el mismo mensaje, pero sí que nos deja una interesante reflexión, y es que en los tiempos de Instagram, hay que usar menos filtros y reforzar los encuentros humanos.

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