sábado, abril 20, 2024

Crítica de ‘La Profesora de Parvulario’: No molestar, poeta trabajando

Las críticas de José F. Pérez Pertejo: 
La Profesora de Parvulario

En sólo unos meses se han estrenado en España las dos películas que componen la por el momento escueta pero prometedora filmografía del director israelí Nadav Lapid. Si hace apenas tres meses llegaba a España su primer film Policía en Israel (2011), llega ahora su segunda película La Profesora de Parvulario (2014) que estuvo presente en la Semana de la Crítica del Festival de Cannes 2014 y obtuvo el Giraldillo de Plata en el Festival de Sevilla de ese mismo año.

El comienzo de La Profesora de Parvulario es una auténtica declaración de intenciones acerca de la distancia con que el director va a ofrecernos su relato, Nadav Lapid coloca la cámara en un plano medio y nos ofrece la espalda de un hombre viendo la televisión, oímos que se trata de un programa de sátira política que lo mismo se burla de Hitler que del gobierno israelí. Aparece una mujer cuyo rostro no vemos pues se sitúa en el mismo plano medio y Lapid decide en un primer momento no mover la cámara. Pronto descubrimos que se trata de su esposa, Nira, una profesora de parvulario (¿por qué hemos desechado esta preciosa palabra en favor de una palabra tan horrible como guardería?) que le pide que baje el sonido de la tele para explicarle que uno de los niños con los que trabaja tiene un innato y curioso don para la poesía. A través de un breve flashback conocemos a Yoav, el niño en cuestión que vive con su padre y es llevado cada día al parvulario por su niñera. Vemos como repentinamente Yoav tiene una especie de trance creativo y avisa: “tengo un poema, tengo un poema”, inmediatamente su niñera saca un cuaderno y escribe cuidadosamente cada palabra, cada verso que Yoav recita mientras anda de un lado a otro con la mirada perdida. Sus poemas no son infantiles, no son propios de la experiencia o sensibilidad de un niño de tan corta edad, sus palabras hablan de la belleza, de la luz de Dios, y de un amor adulto.

Volvemos al salón donde ha comenzado la película y Nira, que a su manera también es poetisa, cuestiona a su marido sobre qué opina de la fuerza de las palabras de Yoav. Y su marido, un personaje que el guion difumina a lo largo de la película pronuncia la frase con mayor clarividencia que vamos a oír a lo largo del film: “Es triste que un niño de cinco años escriba de esa manera. Tal vez necesite ayuda”.

A partir de aquí, Nadav Lapid nos va a ofrecer únicamente la mirada de Nira, magníficamente interpretada por Sarit Larry que hace un trabajo lleno de sutileza y sensibilidad. A través de sus ojos descubrimos al pequeño Yoav y transitamos por esa “ayuda” que Nira trata de ofrecerle a su manera sin saber cómo ni por qué, y sin saber si al hacerlo está ayudando a Yoav o se está ayudando a sí misma, cuya sensibilidad para la poesía parece estar muy por encima de su propio talento.

La Profesora de Parvulario, a pesar de su potente carga poética, no rehúye un discurso paralelo en el que desmenuza sin mucha compasión las turbias miserias del mundo adulto. Ni la aprovechada niñera, ni el profesor de poesía de Nira, ni el propio padre de Yoav muestran el más mínimo rescoldo de humanidad con el niño al que instrumentalizan para su propio beneficio. Ni siquiera Nira sale indemne del bisturí de Lapid que disecciona a todos los personajes adultos con aséptica frialdad. Su viaje a ninguna parte con Yoav la abocará a un destino incierto que Lapid deja deliberadamente abierto.

Lo mejor, sin duda alguna es la interpretación de Sarit Larry, y la
espontaneidad y frescura de Avi Shnaidman que da vida al pequeño Yoav. En el debe de Lapid habría que apuntar un excesivo metraje que acaba pesando en una historia que por sus propias características debería ser contada en menos tiempo y que sin duda se beneficiaría de un recorte en determinados pasajes meramente discursivos que no aportan gran cosa al relato y alargan innecesariamente la duración de la película. Con quince minutos menos, La Profesora de Parvulario (que no es excesivamente larga, dura exactamente dos horas) sería una película bastante más accesible y cercana.

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