Las críticas de Óscar M.: Ninja turtles
Llega a los cines con más de dos meses de retraso (según el estreno americano) Ninja turtles, el tercer reinicio de adaptaciones cinematográficas de la serie de televisión de finales de los años ochenta llamada Las tortugas ninja, aunque casi haciendo homenaje a su propio título, esta última versión tiene una complejidad argumental bastante reducida y está muy enfocada al público infantil, que no juvenil (tal vez por la implicación de Nickelodeon movies en la producción).
La serie de animación (y posterior línea de juguetes y merchandising varios) narra cómo en las cloacas de Nueva York viven cuatro tortugas adolescentes mutadas (gracias a un compuesto verde, mucoso y extraterrestre) que practican las artes marciales junto a su mentor, una rata también mutada por haber estado en contacto con el mismo producto.
Mientras que la periodista April O’Neil se encargará de ser su conexión con el mundo superior, su mayor enemigo, llamado El despedazador (o El triturador), planea tomar el control de la ciudad usando a sus múltiples y anónimos secuaces, conocidos como El clan del pie.
Ninja turtles es fiel a esta idea original (algunos elementos han pasado el filtro de Michael Bay, por supuesto) y mantiene la mayoría de detalles esenciales de la serie, aunque la reducción argumental y la limitación evolutiva de los personajes haga que la película sea excesivamente infantil y pierda la connotación gamberra y adolescente que tuvieron las primeras dos entregas (Tortugas ninja y Las tortugas ninja II: El secreto de los mocos verdes) en los años noventa.
Este tercer reinicio (el segundo fue en 2007 con TMNT: Tortugas ninja jóvenes mutantes, la versión de animación por ordenador) vuelve al origen de la historia, aporta más colorido y luminosidad y reduce la complejidad argumental hasta límites excesivamente bajos: el compañero de April O’Neil es absolutamente absurdo, incoherente y más un medio de transporte que un personaje en sí.
Jonathan Liebesman no consigue sacar nada interpretativamente de los actores, la inexpresividad y poca empatía de la mayoría de intérpretes (incluyendo a la exageradamente obesa Whoopi Goldberg) destaca sobre todo en Megan Fox (que se pasa toda la película respirando tan fuerte como si se estuviera recuperando de un orgasmo múltiple) y William Fichtner, quienes son incapaces de destacar en unos personajes planos y poco desarrollados.
La animación por ordenador a la que han sometido a los actores que interpretan a las cuatro tortugas y a Splinter consigue unas interpretaciones bastante realistas pero muy alejadas de la excelente captura de movimiento de Gollum en la saga de El señor de los anillos.
El resto de efectos especiales empleados en las batallas y persecuciones no son más que un conjunto de píxeles borrosos que, unidos a la «cámara descontrolada» que emplea Liebesman en la mayoría de escenas de acción, hacen desear al espectador más adulto haberse tomado una pastilla para el mareo antes de comenzar la película, pero que satisface y mantiene pegado al asiento al público más joven.
Aunque tiene un lenguaje más suavizado que el de las primeras películas, que el personaje de Shredder se acerca más al villano intermedio de un videojuego y que la resolución sea un tanto apresurada, ofrece constantes referencias a la cultura popular y algunos detalles divertidos con los que se puede esbozar alguna sonrisa (como la broma con el propio título de la película), Ninja turtles es ideal para ir al cine acompañado de los niños, quienes la disfrutarán más que los adultos o los adolescentes.
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