sábado, febrero 24, 2024

59 SEMINCI. Sección Oficial. Crítica de ‘El arca de Noé’: Un naufragio de autor

Las críticas de David Pérez «Davicine» en la 59 SEMINCI
El arca de Noé

Tercera película de ficción de Adán Aliaga tras debutar en Seminci con Estigmas por la que logró el Premio Pilar Miró al Mejor Director Novel en el año 2009, y esta vez la codirige junto a David Valero, para quien es su segundo trabajo tras su ópera prima Los increíbles
El arca de Noé nos traslada al año 2020, época en la que vivimos la mayor crisis global que jamás haya conocido el planeta. Paco y Miguel, dos guardas de seguridad llevan 8 años trabajando en una enorme fábrica cerrada donde nunca han intercambiado palabra, solo los turnos. Un día son despedidos y deciden construir una máquina para viajar a otros mundos.

Partiendo de la base que la película nos narra una fábula del mundo laboral en estos tiempos tan convulsos, realizada por los directores en colaboración con amigos y personas con las que tienen afinidad, y que la intención de Aliaga y Valero era guiarse por la intuición para sacar adelante una proyecto que presentara la crisis en forma de metáfora, es lógico que el resultado sea tan personal e inclasificable.
Durante todo el metraje la película fluye y evoluciona como lo hace el estado interior de sus protagonistas, centrándose en tres personas, los guardas de seguridad interpretados por Miguel Chillón y Fran Gomis, y una conocida de ambos interpretada por Alicia Santonja. Los tres nos presentan a sus personaje guiados por su instinto con la intención de ofrecer, a través de secuencias oníricas y planos pintorescos, un resultado cuanto menos hipnótico, rozando lo poético.
Hay que dejar claro que ninguno es actor profesional, de ahí que les veamos dar vida a personajes casi similares a lo que en realidad son. Gomis no es guarda realmente, y en la película interpreta a «el lobo», dejando detalles de su vida como trovador así como de su experiencia como chamán, siendo quien ofrece un mayor repertorio de escenas divertidas y peculiares, además de surrealistas. Por su parte, Chillón es «el oso», y al igual que Gomis nos presenta su faceta personal como artista, creando figuras impresionantes, siendo una de ellas, que habla y baila, casi un cuarto personaje de la película. Además es el encargado de llevar a cabo la difícil tarea de crear la máquina que todo lo cambie. Para finalizar, Santonja apenas tiene diálogos, como el resto del reparto, pero su tarea más difícil es expresar todo lo que desea a través de su peculiar físico, que la permite ser el «avestruz» anoréxico de la película. Y cada uno, de esta forma, es en sí mismo una metáfora de los animales que les otorga el apodo, y que como ellos en la historia de Noé buscan salvarse de la perdición a la que están predestinados.
Si El arca de Noé nos hubiera ofrecido lo que promete de una forma más coherente, podría ser una joya del cine de autor, pues además del planteamiento nos deleita con una gran cantidad de imágenes de impactante belleza visual, pero no logra empatizar con el espectador -al menos con la mayoría de espectadores- al romper la película en fragmentos, sin conclusión ninguno, sino con cortes radicales y algún que otro gag de humor que nos saca del mundo al que nos estaba introduciendo. 
Cine de autor, o de autores mejor dicho, que no se puede clasificar fácilmente, y al que sólo se le puede echar en cara el montaje, que en más de una ocasión hace que el arca pierda el norte y naufrague. 

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