martes, marzo 19, 2024

Crítica de ‘El niño’: Naturalidad interpretativa y representación de la realidad poco frecuentes

Las críticas de Óscar M.: El niño
Contrariamente a lo que el espectador pueda pensar en un primer momento, El niño no llega a las carteleras de los cines a rebufo de la serie de televisión El príncipe, a pesar de compartir la temática policial y la ambientación sobre el narcotráfico, que la misma productora esté detrás de ambos proyectos y tener cierto parecido entre los actores protagonistas de ambas.
El niño surgió hace cinco años con la idea de representar en la gran pantalla una realidad (tan real que casi podría considerarse a la película como una adaptación) que, en muchos casos, se obvia y se evita en los telediarios: una situación de chiste donde tres países que conviven en un pequeño espacio geográfico son culpables de la existencia del mayor coladero de droga y tráfico de mercancía y personas (legal e ilegal) de toda Europa.

Por suerte para El niño, la película cuenta con un sorprendente e inmejorable reparto de jóvenes e inexpertos (en la mayoría de los casos) actores, entre los que destacan Jesús Castro y Jesús Carroza (que pronto serán considerados como un clon del personaje de El príncipe y el próximo Duque de Sin tetas no hay paraíso, respectivamente, que para algo Telecinco ha puesto dinero en la producción).
A pesar de la inexperiencia de Jesús Castro y la filmografía de Jesús Carroza (que ya trabajó con el director en Celda 211), sus interpretaciones son mucho más destacables que las de Eduard Fernández o Sergi López, quienes, aunque están correctos y sus papeles tampoco han sido excesivamente desarrollados, sí se aprecia cierta acomodación, frente al sobresaliente trabajo ofrecido por Luis Tosar (que vuelve a interpretar a un personaje con pelo) o por ambos Jesús.
Pero lo que realmente sorprenderá al espectador es la memorable dirección de Daniel Monzón para conseguir hacer físicamente creíbles a los personajes, y la destacable y valorable naturalidad del vocabulario utilizado, con sus acertadas expresiones, frases y diálogos rápidos y realistas (frente a Ocho apellidos vascos, donde casi ningún actor comparte ciudad de origen con la de su personaje y la representación vocal rozaba lo ridículo en ocasiones), siendo uno de los grandes aciertos del guión escrito por Monzón y Jorge Guerricaechevarría.
La película es técnicamente formal y convence sin abusar de alardes innecesarios ni artificios fantásticos o efectos especiales poco deseados, por lo que sorprende que las escenas de acción hayan sido rodadas sin dobles y en escenarios reales, lo cual otorga más naturalidad y realismo al conjunto.
Evidentemente contiene el ya clásico cliché del cine español: tetas y culos (las de ella y el de él), y para contentar al publico femenino que vaya a visitar las salas, hay escenas de sexo playero; además está la típica escena estúpida (clásica del cine policíaco cuando hay droga de por medio) donde prueban la heroína… que sólo falta que calcule mentalmente la pureza. Quizás ningún guionista se ha parado a pensar que con el «viaje» que se mete debería estar el resto de la escena «por las nubes».
La música compuesta por Roque Baños es en ocasiones acertada y coherente (por la habilidad del compositor para manejar diferentes géneros musicales y adecuarlos a la situación geográfica de la acción), pero en otras roza la perfecta imitación de las partituras realizadas para la serie Corrupción en Miami, tal vez por la presencia de la cocaína en la trama o por las persecuciones acuáticas.
El niño es argumentalmente consecuente con su planteamiento, y refrescante al huir de una resolución que agrade a todos los espectadores (aunque previsible respecto a la identidad del policía traidor), no pretende ni necesita ser una crítica o denuncia social, pero sí destaca como representación cinematográfica de una de las mayores operaciones contra el narcotráfico que se llevaron a cabo en la costa occidental de Andalucía, donde había corrupción policial, tráfico de coches robados, lanchas a motor y extorsión de por medio. Todo situado en un lugar que es un agujero sin fin de droga y donde los gobiernos de tres países miran descaradamente para otro lado (siempre que obtengan su parte del pastel, claro). La realidad siempre superará a la ficción.

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