Las críticas de David P. «Davicine» en la 58 Seminci: Mucho ruido y pocas nueces
Antes de empezar Mucho ruido y pocas nueves de Joss Whedon no se sabe muy bien lo que debemos esperar de ella, pero no pasan ni 10 minutos para estar sonriendo y conteniendo la respiración, deseando que la película sea capaz de mantener ese humor inteligente, así como ese gran trabajo de reinterpretación y particular empleo del texto original. Y lo logra, logra mantener la magia de principio a fin.
El curriculum de Whedon es de lo más variopinto, pues tras escribir el guion de la película Buffy, la cazavampiros, adaptó la idea para la televisión en 1996, siendo ese año nominado al Oscar como coguionista de Toy Story, y en 1998 creó la serie Ángel. En 2002 creó Firefly, cuya trama siguió en 2005 con Serenity, su primer largo como director. En 2008 estrenó la serie de internet Dr. Horrible’s Sing-Along Blog, premiada con un Emmy, para acabar logrando el reconocimiento internacional como uno de los directores de mayor éxito y proyección, pues en 2012 dirigió Los Vengadores, una de las películas más taquilleras de la historia.
Con esos antecedentes sonaba raro que versionara la obra de Shakespeare, pero lo logra, y de forma perfecta, entretenida, profunda y, sobre todo, respetuosa con la original. Esta nueva versión nos cuenta como Leonato, gobernador de Mesina, recibe la visita de su amigo Don Pedro, que acaba de regresar de una campaña victoriosa contra su hermano rebelde, Don Juan, acompañado por dos de sus oficiales: Benedicto y Claudio. Mientras en Mesina Claudio se enamora de Hero, la hija de Leonato, Benedicto se enzarza en disputas verbales con Beatriz, la sobrina del gobernador. El incipiente amor entre Claudio y Hero mueve a Don Pedro a concertar con Leonato el casamiento de los dos jóvenes. Entretanto, el malvado Don Juan urde una trama contra la feliz pareja.
Es imposible que no nos acordemos mientras la vemos de la versión de Kenneth Branagh de 1993, con un espectacular reparto en las laderas brillantes de la Toscana, vestidos con atuendos de la época. Whedon tiene un enfoque diferente, pues lo hace con ropa moderna, sin grandes grandes estrellas, aunque los fans de las obras del cineasta reconocemos muchos de sus actores habituales. Rodada en glamoroso blanco y negro, puede parecer que nos orienta hacia la seriedad, pero debemos recordar que algunas de las comedias más divertidas jamás realizadas fueron filmadas así.
Whedon utiliza como ubicación principal su propia casa, y gran parte de la acción se lleva a cabo en interiores, ideal para una historia en la que todo el mundo está constantemente escuchando a los demás. La acústica de la casa es lo peor que puede desear alquien que quiere mantener un secreto. La película pasa de la comedia a la tragedia y de nuevo la comedia a una velocidad vertiginosa.
El director siempre es capaz de crear personajes femeninos independientes y memorables, como hiciera con Buffy, la cazavampiros y Firefly, y de nuevo aquí lo logra, pues adapta la obra de Shakespeare, quien también ha creado personajes memorables como Katherine en «La fierecilla domada», Lady Macbeth en «Macbeth», Cleopatra en «Antonio y Cleopatra», entre otras. La misoginia está viva en Shakespeare y adquiere un aspecto particularmente vicioso en «Mucho ruido y pocas nueces». Las intrigas de la guerra italiana y la vida política no son más que el telón de fondo en la comedia de Shakespeare y es telón de fondo aquí también.
Cada línea brilla con doble sentido, el sexo está en cada frase presente y en las motivaciones, y la película rezuma malentendidos.
Beatriz y Benedicto podríamos decir que son el eje principal en esta versión, y en todas las versiones vistas en el cine o en el escenario. Nadie les informa que su romance es la subtrama, pero ambos absorben nuestra atención al mostrar una estudiada indiferencia hacia el matrimonio y el amor. Beatriz y Benedicto son los santos patronos de la comedia desde los orígenes, y casi cualquier romance posterior visto en tele o cine hoy en día es perseguido por los fantasmas del amor loco de Beatriz y Benedicto. Ambos personajes son tan semejantes e ingeniosos, totalmente obsesionados con los demás que, sinceramente, es difícil pensar en otras personas para que que sean sus parejas. Claudio y Hero son los aparentes protagonistas potenciales de Mucho ruido y pocas nueces, pero Beatriz y Benedicto son los recordaremos.
Entre el reparto, Amy Acker es un Beatriz perfecta, inteligente y absurda a partes iguales, con un toque de melancolía bajo su alegre guerra por Benedicto. Alexis Denisof es algo payaso y demuestra un gusto alegre por el texto que es imposible que disguste. Las interpretaciones de Acker y Denisof logran que su lucha verbal vaya a mejor hacia el final de la película, hasta llegar al climax y ser un placer verles dialogar. En Beatriz vemos un toque de Katharine Hepburn, y Benedicto es un hombre irritable e independiente, que recuerda a Cary Grant. Debajo de la hostilidad entre ambos fluye el amor, el deseo y la lujuria que ambos personajes luchan con fuerza esconder. Como Leonato, Clark Gregg roba escenas sin decir una palabra, mientras que Jillian Morgese y Fran Kranz están brillantes como Hero y Claudio, desgarrados por las malvadas maquinaciones de Sean Maher como Don Juan, logrando crear en ellos una relevancia aunque la historia de Beatriz y Benedicto mantiene un toque noir para compensar todas las cosas acaramelados.
Es en este equilibrio entre trama y personajes que esta versión realmente brilla, aunque la adaptación de Branagh era deslumbrante bañada por el sol y la belleza, ésta destaca por si misma, aun cuando está perjudicada por la bufonería cómica del ridículo Dogberry interpretado por Nathan Fillion. Al dar a todos la oportunidad de brillar, Whedon crea una pandilla shakesperiana al estilo Scooby Doo con personajes redondos y una historia diferente de mentiras y amor suscitado por mentiras.
Whedon y Shakespeare son la pareja perfecta para disfrutar de Mucho ruido y pocas nueces.