Las críticas de Carlos Cuesta: La Jungla: Un buen día para morir
En el universo particular de la Jungla de Cristal quizá sea un buen día para morir pero ya dábamos por supuesto, y si no lo hacemos ahora, que John McClane no tiene ninguna necesidad de esquivar a la muerte sino lo contrario. La nueva entrega de la saga de acción vuelve a poner a prueba la habilidad de Bruce Willis para meter en problemas a su personaje y su capacidad para resistir golpes y dolor. El humor negro y la acidez de este tipo duro son de sobra conocidos pero con los años y la madurez el estilo de la serie deriva hacia un terreno en el que el humor gana enteros hasta el punto de que uno puede llegar a considerar Un Buen día para Morir una parodia de La Jungla de Cristal.
John McClane viaja en esta ocasión hasta Rusia para tratar de ayudar a su hijo Jack, que será juzgado por un asesinato. El padre desconoce que todo se trata de una maniobra de la CIA para defender de cerca a un recluso que es además testigo protegido, un hombre que conoce datos trascendentales para esclarecer qué ocurrió realmente en el explosión de la central nuclear de Chernóbil. En un primer momento la aparición inesperada de McClane dificultará la huida de su hijo pero pronto se convertirá en su único aliado para continuar con vida. Mantener a salvo el informe y a Jack se convertirá en un auténtica locura cuando uno de los criminales más peligrosos de Rusia saque a la calle toda su artillería para evitar que esa información salga a la luz.
El comienzo de la película es uno de los dos únicos momentos de calma en una hora y media. John McClane se ve obligado a cambiar su destino vacacional por Rusia y se presenta en los juzgados para conocer qué suerte corre su hijo supuestamente descarriado. La sonrisa socarrona de Willis anuncia ya que la tranquilidad no es una opción y el resto es como meterse en una montaña rusa. En esta atracción el único sistema de seguridad que impide descarriar el convoy es el hecho de que el actor y su personsaje nos es tan familiar y tan querido. Tenemos tan asumido su estereotipo de hombre duro, meticón, resuelto e invulnerable que se lo permitimos todo. Incluso nos despierta una sonrisa lo que en cualquier otra película tacharíamos de absurdo.
Junto a él, en el papel de su hijo se encuentra
Jai Cortney, un actor que va haciendo currículum en el género de acción (y que pasa de ser uno de los malos cínicos, fríos y cabrones de
Jack Reacher a ser uno de los héroes de
La Jungla). Los papeles antagonistas me parecen más apropiados para este actor hecho con el molde de
Vin Diesel de nuevo duro del cine, y que en este trabajo hace una interpretación suficiente para lo que se le reclama.
Precisamente un antagonista de verdad, «un malo en condiciones» es lo que le falta a esta Jungla. Las dificultades a las que se enfrentan los McClane incluyen vehículos acorazados, riesgo radiactivo y helicópteros de guerra vaciando cargadores sobre ellos. Sus enemigos tienen mucha munición pero poca personalidad y eso se nota (uno echa de menos a tipos como el que encarnó Jeremy Irons).
El otro pero de la película no es lo que no tiene, sino lo que le sobra. Desde el comienzo absolutamente salvaje con una persecución por las calles de Moscú no hay un momento de pausa y por tanto no existe un clímax porque todo es exceso, y eso no hay cuerpo que lo aguante. El espectador termina por dejar de atender a lo que ocurre en la pantalla, se empacha de explosiones y golpes mortales que sólo matan a los malos. Uno llega a perder la noción de lo que está ocurriendo ante sus ojos y sustituye la sensación de ver una película por la de estar contemplando un videojuego sin control sobre unos personajes con vidas extras infinitas. John McClane corre el riesgo de convertirse en una caricatura de sí mismo. El recorrido de su personaje está a punto de agotarse, si no lo está ya, y seguramente va a necesitar más que el relevo de su hijo para salir de ésta con dignidad.
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Jo………..¿por qué es tan mala? ¿por qué me han hecho esto? No lo soporto….no lo soporto.