martes, noviembre 18, 2025

70 SEMINCI. Sección oficial. Crítica de ‘Rental Family’: Algo más que un estadounidense triste

Las críticas de José F. Pérez Pertejo en la 70 SEMINCI:
Rental Family (Familia de alquiler)

La directora japonesa Hikari ha realizado su carrera a caballo entre su país, Japón, y los Estados Unidos, algo particularmente notorio en esta Rental Family que es una coproducción entre ambos países y de la que, simplificando demasiado pero sin mucho temor a equivocarnos, podríamos decir que tiene esencia de cine japonés y hechuras de cine americano, concretamente hollywoodiense.

Rental Family o Familia de alquiler, sigue las andanzas de Phillip Vandarploeug (Brendan Fraser) un actor estadounidense que lleva siete años en Japón tratando de ganarse la vida como actor entre anuncios publicitarios, series televisivas de poca monta y otros variopintos trabajos que le encuentra su agente. Uno de estos trabajos, aparentemente intrascendente (tiene que ir a un velatorio a hacer de estadounidense triste) le llevará a tomar contacto con una empresa de familias de alquiler, algo a lo que aquí no estamos acostumbrados pero, según ha explicado la propia directora Hikari en un vídeo de presentación previo a la proyección de la película, en Japón hay más de trescientas y se dedican a ofrecer servicios «de alquiler» a gente que tiene necesidades familiares, un padre ocasional, un grupo de gente que llore en un velatorio, una falsa amante que suplante a la verdadera amante y pida disculpas a la esposa, amigos con los que cenar o ir al karaoke… (añadan lo que se les ocurra y, probablemente, lo puedan alquilar).

La empresa comandada por Shinji (Takehiro Hira) y con Aiko (Mari Yamamoto) como socia y actriz activa en la empresa, convence a Phillip para trabajar como actor recurrente atendiendo algunos de los encargos. Esto le llevará a hacer de novio en una boda fictícia, de padre de una niña en una entrevista de admisión en un importante colegio o de falso periodista para subir el ánimo de un actor anciano cuyas glorias pasadas no parecen ya importar a nadie.

La película escrita por la propia Hikari (en colaboración con Stephen Blahut) tiene un guion muy resultón y está filmada con agilidad, dinamismo, ternura y sentido del humor. Pero este tono ligero no debe confundirnos, tras el aparente aire intrascendente de una comedia amable se esconde una interesantísima propuesta narrativa en la que la directora plantea, a través de personajes y situaciones, una serie de dilemas éticos para los cuales tiene el buen gusto de no dirigir al espectador hacia dónde debe pensar.

Porque cada uno puede tener la opinión que quiera acerca de estas empresas y los servicios que ofrecen, pero lo que no es opinable es que existen (más de trescientas en Japón) y veremos lo que tardan en llegar aquí. Y si existen es porque tienen un mercado al que ofrecer soluciones (aunque sean falsas) a la necesidad que determinadas personas tienen de mentir o, al menos, ocultar la verdad a los demás o a ellos mismos.

Y es que hay gente que está muy sola, o que no puede confesar su orientación sexual, o que necesita quien le cure heridas del pasado, o solución a problemas logísticos, o… (añadan lo que se les ocurra y, probablemente, también lo puedan alquilar). Y detrás de todo no está más que la gran contradicción de estos tiempos que nos ha tocado vivir: en la era de la comunicación (global, inmediata, constante) es cuando más dificultades tenemos para comunicarnos unos con otros de manera sincera, cercana o incluso íntima.

La película gira fundamentalmente alrededor del personaje de Phillip que se cuestiona todas estas cuestiones éticas, todas estas necesidades afectivas (en el fondo) de las personas para las que trabaja y que no puede evitar implicarse emocionalmente en ellas y con ellas, con todos los problemas que eso puede acarrear. (Prueben a implicarse emocionalmente mucho en su trabajo, sea el que sea, y verán lo complicado que resulta luego vivir una vida al margen).

Y este personaje funciona y tiene resonancia gracias a un excelente trabajo de Brendan Fraser, probablemente el mejor de su carrera (muy por encima de aquel en La ballena que le valió el Óscar gracias a una epatante transformación física ganando un montón de kilos y embutiéndose en prótesis de látex), aquí Fraser no se oculta bajo capas de maquillaje y artificio, aquí pone su talento interpretativo (un actor dando vida a un actor) al servicio de la película y es su rostro y su humanidad la que vehiculiza sus dudas, sus objeciones morales y sus sentimientos. También están muy bien el resto de los intérpretes, mayoritariamente japoneses, especialmente Mari Yamamoto como la principal actriz de la empresa y que es el personaje que más evoluciona a lo largo del film.

Rental Family es una de esas películas fáciles de recomendar a casi todo tipo de público porque es tan difícil que entusiasme mucho como que desagrade a alguien. Salvo que uno sea alérgico por principio a las películas amables, que los hay, y en los festivales de cine de autor abundan.

Rental Family

7

Puntuación

7.0/10

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