Las críticas de Laura Zurita
en Another Way Film Festival 2025:
La belle ville
El festival de cine sobre progreso sostenible Another Way Film Festival se celebra en la ciudad de Madrid de forma presencial, y en España en formato online, desde el martes 14 de octubre hasta el domingo 19 de octubre.
Durante toda la semana se puede disfrutar de 39 títulos que sacuden el estatus quo para imaginar futuros irresistibles desde la fuerza de la unión y la comunidad. Respiramos valentía y compromiso entre documentales y cortometrajes sobre la crisis climática, energética y migratoria, la lucha indígena, el activismo, la moda sostenible, el ecofeminismo, la ecoansiedad o la fragilidad de los fondos marinos.
Entre los títulos más comentados destaca La belle ville, dirigida por François Marques y Manon Turina, un documental que sigue a sus propios creadores en un viaje alrededor del mundo en busca de iniciativas capaces de reconciliar lo urbano con lo natural. Desde rascacielos verdes en Japón hasta huertos comunitarios en los tejados de Canadá, la película explora soluciones concretas, accesibles e inspiradoras que devuelven la naturaleza al corazón de la ciudad.
Devolver la naturaleza a la ciudad
Nacida en la época de la pandemia, la película parte de una pregunta tan sencilla como fundamental: ¿cómo queremos habitar la ciudad después del confinamiento? En lugar de quedarse en la descripción de los problemas que afrontan las ciudades, Marques y Turina apuestan por una mirada constructiva. No buscan denunciar desde la desesperanza, sino contagiar la certeza de que existen caminos posibles, gestos cotidianos que ya están transformando la manera de vivir juntos.
La belle ville contiene una sucesión de breves capítulos, con retratos de activistas, vecinas, arquitectos o técnicos, que funcionan como viñetas de ingenio y compromiso. Esa fragmentación le otorga ritmo, frescura y ligereza, aunque también limita la profundidad del discurso: en su deseo de ser inspirador, el documental se queda, en ocasiones, en la superficie de las causas estructurales —económicas, políticas, institucionales— que sostienen los desequilibrios urbanos.
Visualmente, La belle ville se distingue por su sencillez luminosa: planos nítidos, una cámara que acompaña sin imponerse y un montaje que fluye con armonía, casi con un aire épico contenido. La banda sonora es discreta y evocadora, con un cierto tono poético. Hay en la puesta en escena un lirismo naturalista que convierte cada imagen en una invitación a mirar de nuevo el entorno cotidiano.
La belle ville respira optimismo, incluso cierta dulzura, lo que la hace accesible y amable para públicos amplios. Sin embargo, esa misma elección estética y emocional le resta algo de la urgencia política que el tema merece: al preferir la serenidad sobre la denuncia, corre el riesgo de convertir lo sistémico en anecdótico, y lo estructural en postal.
De lo local a lo global
Aunque La belle ville se mantiene deliberadamente en el terreno de lo práctico y lo inspirador, sugiere, sin desarrollarlo del todo, un fondo político más profundo: la defensa del bien común frente a la mercantilización del espacio público, la necesidad de políticas que impulsen las iniciativas ciudadanas y la justicia ambiental entendida como parte de la convivencia urbana.
Este documental muestra con claridad que las soluciones existen; lo que falta es articularlas, conectarlas, hacerlas dialogar en un marco global que supere la escala del ejemplo individual o comunitario.
En resumen, La belle ville es una película bella y constructiva, que confía en la capacidad humana de reinventar el entorno. No pretende ser un tratado de urbanismo ni un ensayo político, sino un gesto de fe en la posibilidad de cambio y en ciudades que aprenden a respirar
¿Qué te ha parecido la película La belle ville?
La belle ville
Descubre más desde No es cine todo lo que reluce
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.