jueves, noviembre 13, 2025

70 SEMINCI. Sección oficial. Crítica de ‘Dos fiscales’: Viaje al centro de la dictadura estalinista

Las críticas de José F. Pérez Pertejo en la 70 SEMINCI:
Dos fiscales

Nacido en Bielorrusia y de nacionalidad ucraniana, Serguéi Loznitsa tiene una amplísima filmografía como director de documentales en los que se ha centrado, fundamentalmente, en retratar y denunciar algunos de los episodios más oscuros de la historia europea de los siglos XX y XXI, desde los usos y abusos de la dictadura comunista soviética, particularmente durante el periodo estalinista, hasta las dificultades de varias de las ex repúblicas soviéticas tras la disolución de la URSS, particularmente de todos los acontecimientos acaecidos en Ucrania desde 2013 que desembocaron en la infame guerra que, desde febrero de 2022, se prolonga todavía.

Sin embargo, pocas veces ha cultivado el terreno de la ficción y cuando lo ha hecho, como es el caso que nos ocupa en Dos fiscales, lo ha hecho en forma de reconstrucciones de hechos históricos sin abandonar del todo el tono documentalista, tanto en la filmación como en la documentación en hechos reales para la escritura del guion. Aquí se basa, además de en archivos del periodo de Stalin, en las memorias del físico y activista soviético Georgy Demidov para situarnos en la URSS de 1937, en lo más crudo de la sanguinaria dictadura estalinista, en la época de la gran purga cuando millones de personas fueron acusadas en falso, perseguidas, encarceladas o ejecutadas.

Y precisamente en una cárcel se inicia Dos fiscales, un sórdido centro penitenciario lleno de presos políticos cuyas cartas pidiendo cobertura legal son quemadas por el funcionariado carcelario hasta que, por una mezcla de azar e intención, una de ellas cae en manos de un joven e idealista fiscal llamado Alexander Kornev (Aleksandr Kuznetsov) y le hace sospechar que se están produciendo detenciones ilegales y torturas en esa cárcel.

A partir de aquí, el film se centra en el viaje del joven fiscal por todos los vericuetos de la burocracia soviética y la corrupta policía secreta, la NKVD, para conseguir esclarecer la verdad. Para ello, lo primero será conseguir entrevistarse con el prisionero autor de la carta sorteando todas las dificultades y trabas burocráticas y haciendo gala de una paciencia infinita para esperar sentado horas en una silla hasta que los funcionarios de la prisión se den cuenta de que el joven Kornev no va a darse por vencido. A medida que va adentrándose en un mundo desconocido, las cosas se ponen cada vez más turbias y tendrá que ir ascendiendo en la complicada jerarquía legal soviética hasta llegar al despacho del mismísimo fiscal general de Moscú (el segundo fiscal de la trama con el que el título Dos fiscales adquiere lógica).

Así contada, la película puede resultar interesante y, realmente, lo es desde un punto de vista argumental (la trama podría ser un thriller vibrante) y desde el punto de vista, acaso el principal objetivo de su guionista y director, de poner a dialogar el pasado con el presente, es decir, mover a la reflexión de hasta que punto la realidad de aquellos hechos acontecidos son transponibles a la Rusia actual o, yendo más allá, a otros países en los que, en pleno siglo XXI, determinados regímenes están provocando una involución de las libertades y los derechos individuales.

El problema de la película no es, por tanto, su falta de interés, que lo tiene y mucho, ni la vigencia de lo que cuenta y denuncia. El problema viene con el ritmo narrativo (o con la carencia del mismo) que, deliberadamente, Serguéi Loznitsa decide imprimir a su película y, con el estatismo de un lenguaje cinematográfico basado en planos fijos (no hay un movimiento de cámara en toda la película) que se suceden uno tras otro, a veces con larguísimos silencios, otras con larguísimos parlamentos de un personaje mientras otro escucha.

Entendemos que tanto el particular ritmo como el lenguaje narrativo, amén de otras decisiones estéticas como el plano casi cuadrado, la drástica reducción de la gama cromática de la fotografía o el particular uso de la luz responden a decisiones autorales del director, pero esas decisiones conllevan, irremediablemente, a que la película sea, por momentos, tediosa, y su visionado enormemente exigente para el espectador, más aún en el seno de un festival de cine en el que los más entusiastas pueden ver cuatro o cinco películas diarias. Afortunadamente, el tramo final de la película tiene un poco más de gancho gracias a una enigmática e inquietante secuencia en un tren en la que, con cierto aroma kafkiano, nuestro sufrido protagonista regresa de Moscú.

Dos fiscales

6

Puntuación

6.0/10

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