Las críticas de Laura Zurita:
Bienvenido a la montaña
En Bienvenido a la montaña, después de 40 años dando clase en Roma, Michele logra que lo destinen a una pequeña escuela rural ubicada en el Parque Nacional de los Abruzos. Gracias a la ayuda de la subdirectora Agnese y de los alumnos, Michele se integra rápidamente en la comunidad. Sin embargo, cuando todo parece ir bien, llega la noticia de que la escuela cerrará en junio por falta de inscripciones. Comienza así una carrera contrarreloj para evitar por todos los medios el cierre.
Bienvenido a la montaña está dirigida y escrita por Riccardo Milani. Está protagonizada por Antonio Albanese, Virginia Raffaele, Sergio Meogrossi, Elisa di Eusanio, Corrado Oddi, Paolo Setta y Franca Di Cicco. La película se estrena en España el 30 de abril de 2025 de la mano de A Contracorriente Films.
De turista a vecino
Bienvenido a la montaña es una propuesta sencilla y humana, centrada en el mundo rural y el vaciamiento demográfico que asola las pequeñas comunidades italianas (que reconoceremos perfectamente también fuera de Italia). La película se sitúa en el corazón del Parque Nacional de los Abruzos y muestra que una escuela puede ser un núcleo de cohesión comunitaria y último bastión frente a la extinción de modos de vida ligados al territorio.
La historia es simple. Bienvenido a la montaña nos presenta a Michele, un veterano maestro romano, que decide dar un giro a su vida cuando, a las puertas de la jubilación, consigue su ansiado puesto en una escuela rural. Su llegada viene cargada de una mirada citadina, idealizadora, casi turística, que observa lo bucólico desde la distancia. No obstante, Bienvenido a la montaña describe con sensibilidad el tránsito de Michele de forastero a miembro activo de la comunidad, un proceso que coincide con el surgimiento de una amenaza inminente: el cierre de la escuela por falta de estudiantes. La comunidad, enfrentada a la indiferencia institucional, lucha por su supervivencia y su derecho a existir.
Bienvenido a la montaña arranca en el registro de la comedia, con un humor que se basa en buena parte en el desconcierto de Michele ante una idiosincrasia local marcada por el dialecto y las costumbres. Pero el tono vira gradualmente hacia un drama costumbrista, sin abandonar la intención de ser dulce y divertida. Este equilibrio entre registros es uno de los retos de la película, que busca que el humor no reste profundidad, sino que vuelve accesible el conflicto y sus consecuencias, alejando el riesgo, siempre presente, del sentimentalismo fácil.
La sociedad rural se vacía
La dirección de Bienvenido a la montaña es discreta, más preocupada por transmitir su mensaje que por imponer estilo, incluso por momentos rozando lo televisivo. La fotografía rinde un cálido homenaje a los impresionantes paisajes del parque nacional, pero también al carácter pegado a la tierra, de la comunidad rural. La banda sonora acompaña el tono de drama costumbrista, dando un adecuado acompañamiento emocional a la acción.
Bienvenido a la montaña aborda problemáticas de resonancia internacional, que en España se conocen bajo el término de “la España vaciada”. La película traza un puente entre lo local y lo universal, explorando la tensión entre la lógica burocrática y la realidad social, en la que los números no bastan para explicar la importancia de una escuela, un maestro o un pueblo. Asimismo, denuncia con sutileza la mercantilización de la educación, un reto societal muy presente en estos momentos, al mostrar cómo el sistema mide el valor de un espacio educativo únicamente en términos de rentabilidad.
No obstante, Bienvenido a la montaña elige la esperanza u apuesta por la posibilidad de una solución, por el valor de la comunidad, y la acción colectiva. Aunque habla de un pequeño pueblo italiano, Bienvenido a la montaña resuena en nuestras mentes por ser una problemática reconocible en muchos países.
El reparto consigue que actores profesionales con intérpretes locales trabajen juntos con naturalidad. Antonio Albanese como Michele domina el tono cómico sin caer en la caricatura, y su arco dramático resulta creíble y empático, especialmente en su relación con Virginia Raffaele, que encarna a Agnese con sobriedad y calidez. La presencia de actores no profesionales aporta autenticidad al retrato del pueblo, en una operación que no busca exotizar, sino celebrar el arraigo y la diversidad humana. La decisión de incluir sus nombres reales y sus oficios en la comunidad añade una capa de verdad que refuerza el carácter coral del relato.
Bienvenido a la montaña acierta al abordar con honestidad los efectos del vaciamiento rural y la fragilidad de los servicios públicos, aunque por momentos roza la estética de un telefilm. Equilibrio entre comedia y drama y es divertida y dulce, sin renunciar a una mirada crítica sobre la burocracia y el abandono institucional.
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