Las críticas de José F. Pérez Pertejo:
La luz que imaginamos
La luz que imaginamos es la primera película de ficción de Payal Kapadia, la joven directora hindú que parece llamada a romper todos los tópicos del cine indio, tras su debut en el largometraje con el documental Una noche sin saber nada (2021) y sus cuatro cortometrajes de espíritu contemplativo que, por cierto, pueden verse libremente en una conocida plataforma de vídeos que empieza por i griega.
Y precisamente con tono documental comienza este su segundo film, a través de unas imágenes de gentes viviendo prácticamente en la calle mientras sus voces en off cuentan esbozos de relato que tratan de explicar qué fue lo que los llevo a la marginación. Tras este breve prólogo, la cámara nos traslada a Mumbai, ciudad donde viven las tres protagonistas del film, tres enfermeras, mujeres de tres generaciones diferentes, que trabajan en el mismo hospital. Dos de ellas, Prabha (Kani Kusruti) y Anu (Divya Prabha) además comparten piso. La otra, de mayor edad, Parvaty (Chhaya Kadam), vive en una vieja casa de alquiler al borde del desahucio.
Dividida claramente en dos actos, La luz que imaginamos transcurre en su primera mitad en ambiente urbano, predominantemente nocturno, en una ciudad retratada en tonos azules en la que parece llover permanentemente (no en vano está filmada durante la época del Monzón). Mientras Prabha (a la que sus padres obligaron a casarse con un hombre al que no conocía y que poco después de la boda huyó a Alemania) vive sumida en una continua melancolía, en Anu, unos años más joven, conviven el encantamiento del primer amor y las tribulaciones de su carácter furtivo al tratarse de un joven musulmán cuya familia no toleraría una novia de otra etnia y religión.
Secuencias hospitalarias se alternan con otras de la vida doméstica de ambas amigas entreveradas con multitud de planos exteriores que se deleitan en la contemplación de un paisaje urbano que exalta el carácter colorista y bullicioso de la ciudad de Mumbai. Pequeños sobresaltos interrumpen tenuemente la cotidianidad de estas mujeres que, a su manera, acompañan sus respectivas soledades mientras tratan de vivir fuera de la sombra de nadie.
En su segunda mitad, el film abandona la ciudad para seguir el viaje de las tres amigas a un pequeño pueblo costero donde Parvaty tiene una casa familiar y puede vivir tranquilamente sin temor a ser desahuciada. Hasta allí viajaran también Prabha y Anu con la intención de ayudarla y, al mismo tiempo, disfrutar de unos breves días de vacaciones alejadas del hospital. También cambia el tono del film, Kapadia deja de centrar el foco en la narración de lo que ocurre para supeditarla a mostrar lo que sienten estas tres mujeres que, desde sus diferentes situaciones vitales han decidido (probablemente de un modo no consciente) ayudarse. Lo sensorial abraza a lo narrativo para exprimirlo y, dejándolo a un lado, llevar la esencia a las miradas de estas mujeres enfrentadas a sus fantasmas: el marido ausente que imposibilita la puerta de un nuevo amor en el caso de Prabha o las dificultades de Anu para vivir un amor prohibido a los ojos de los demás.
La luz que imaginamos no se adhiere al relato canónico de planteamiento, nudo y desenlace. Sin embargo, es una película relativamente fácil de seguir. Las secuencias se encadenan en un fluir parsimonioso (quizá demasiado en algunos momentos) y delicado que teje una urdimbre de buenos sentimientos, solidaridad femenina, choques generacionales y soledades acompañadas. Sin embargo, no es en el relato donde radica la fuerza de esta película más poética que narrativa, si no en su tenue sensualidad (incluida una secuencia de sexo que si es reseñable es por lo poco habitual en el cine indio), en la sensible mirada con la que Kapadia posa su cámara sobre todo cuánto tiene delante, en la sutileza de las interpretaciones de las actrices protagonistas y en la belleza que termina por impregnarlo todo.
La luz que imaginamos obtuvo el Gran Premio del Jurado en el pasado Festival de Cannes y meses después estuvo en la sección Perlak de San Sebastián. Su presencia ahora en la cartelera española alcanza la cuarta semana, algo poco habitual en una película que no está concebida para reventar la taquilla. Buena noticia.
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